La polémica estalló pocos días después del año nuevo en Francia. El Festival Internacional de Cómic de Angulema, en su 43 edición, no incluía a una sola mujer en la lista de 33 nombres que optaban al Gran Prix. Las denuncias empezaron en las redes sociales y el Collectif des créatrices de bande dessinée contre le sexisme pidió a los autores que boicotearan el evento. Creadores como Riad Sattouf, Joann Sfar, Charles Burns y Daniel Clowes se sumaron a la petición y exigieron que su nombre fuera retirado de la lista.
Ante la noticia, la fuga de nominados y las sucesivas reacciones negativas, incluso de la ministra de Cultura francesa, el Festival rectificó y emitió un comunicado en el que anunciaba la inclusión de mujeres en la lista. Poco después, un nuevo comunicado eliminaba definitivamente la lista y anunciaba una votación totalmente libre.
Lo fácil y lo que siempre se dice es que no hay autoras, que somos muy pocas. Y eso no es cierto
Una decisión que no hace olvidar el origen de la polémica. “Sólo se ha hablado del tema porque ha habido un colectivo que señaló el problema, si no hubiera pasado desapercibido. En la cabeza de esta gente no existen autoras. Que no les haya llamado la atención la ausencia en la lista demuestra que las cosas no han cambiado mucho”, denuncia Elisa McCausland, investigadora y una de las promotoras de la Asociación de Autoras de Cómic.
España, a la par
En nuestro país el escenario tampoco es muy distinto. En la última edición del Salón del Cómic de Barcelona –el festival más importante–, de la lista de 11 nominados a la Mejor obra de autor español publicada en España, no había ninguna mujer. Mirando las ediciones anteriores, el Gran Premio que reconoce la trayectoria de un autor –similar al Gran Prix de Angulema– ha recaído dos veces en una mujer: Ana Miralles, en 2009, y Purita Campos, en 2013.
En el caso del Premio Nacional del Cómic, que otorga el Ministerio de Cultura desde 2007, los resultados son aún peores: ninguna mujer ha sido galardonada. “Lo fácil y lo que siempre se dice es que no hay autoras, que somos muy pocas. Y eso no es cierto”, dice Natacha Bustos, dibujante que trabaja en Marvel.
En abril del año pasado el colectivo de Autoras de Cómic presentó un listado con las publicaciones de autoras en España en 2014. Contaron 87, pero señalan que faltan muchas por temas como la autoedición, por ejemplo. “En Francia, las autoras representan un 25% de las obras publicadas. Aquí no tenemos ni datos, a excepción de este estudio que hicimos en 2015”, cuenta la dibujante Carla Berrocal.
¿Qué ocurre para que ninguna de ellas esté en tu propio imaginario? ¿No hay mujeres? Y, si las hay, ¿por qué no las recordamos?
Este colectivo español nació en 2013 con el objetivo de visibilizar las autoras del género, de las más actuales a las que han caído en el olvido. Cuenta ya con 100 miembros. “Lo mejor que nos ha podido pasar es encontrarnos, cuando hace años ni nos conocíamos”, dice McCausland. “¿Qué ocurre para que ninguna de ellas esté en tu propio imaginario? ¿No hay mujeres? Y, si las hay, ¿por qué no las recordamos? No sabemos ni su nombre ni sus obras”.
Marika Vila, por su parte, denuncia que “no existe una genealogía de las autoras de cómic y por eso es importante rescatar sus nombres del olvido”. Esta dibujante, una de las autoras españolas con más trayectoria, propone “reconstruir el discurso que siempre ha asentado en territorios masculinos, donde los autores, los editores y los temas giraban en torno a su universo”.
Aventura y evasión
Asociado al género masculino, el cómic se desarrolló en territorios donde parecía no haber espacio para las mujeres. Ni como lectoras, primero ni como autoras, después. “Es parte de una segregación cultural del espacio que se le reserva a cada uno desde su infancia. Los niños tienen el espacio de la aventura, la evasión, el mundo. A las niñas les queda la educación, la casa y el amor”, señala Vila.
“A ellas se les reservaba el papel de ser capturadas y rescatadas, fueron maltratadas como protagonistas”, añade. Por eso, a las mujeres que decidían seguir leyendo cómics no les quedaba otra que abandonar su piel: “Se quedaban pero se travestían, porque el espacio femenino era demasiado corto y se veían obligadas a moverse dentro de los códigos masculinos”.
Se quedaban pero se travestían, porque el espacio femenino era demasiado corto
La incorporación de las mujeres en la creación de historias vino a cambiar esos códigos y dotó a los personajes femeninos de otro tipo de características. “Ayudó a romper esa homogenización y los modelos encorsetados. Cualquier medio necesita una multiplicidad de voces”, defiende la autora.
Con la llegada de más autoras desembarcó también la etiqueta de “cómic femenino”, que todas rechazan tajantemente. “Yo ya no sé qué es un cómic femenino. ¿Es porque lo escribe una mujer? ¿Es por los temas? ¿Qué es el cómic femenino? Es como cuando te dicen de niño tienes que ser más hombre o sé una señorita… Son prejuicios y estereotipos”, analiza Natacha Bustos, dibujante de Marvel.
Si quieren crear una historia de superhéroes con una chica exuberante, no me la van a pedir a mí
Cuando se trabaja en un gigante del cómic, esos recelos se aprecian también a la hora de encargar los personajes a un dibujante. “Si quieren crear una historia de superhéroes con una chica exuberante, no me la van a pedir a mí, porque saben que no voy a dibujar una chica con esas características”, comenta Bustos.
Para muchas, la coletilla de «cómic femenino» responde a una necesidad de mercado, una fórmula que ayuda a las editoriales a vender más. “Viene directamente del capitalismo cultural, de la necesidad mercantilista de encasillarlo todo”, analiza Carla Berrocal. “¿Por qué no se dice cómic masculino? ¿Por qué se asume que esa es la norma? Como si las mujeres tuviéramos una espora que todo lo que tocamos lo hacemos femenino”, añade Natacha Bustos. “En este campo, antes que mujeres, somos autoras, y es como autoras que queremos que se nos juzgue”, concluye Berrocal.
Para la investigadora Ana Merino, también es responsabilidad de las autoras que se dejen encasillar en una etiqueta que no les representa. “A la hora de publicar, cada una debe negociar cómo quiere ser representada. ¿Es una colección femenina? ¿Con qué enfoque? ¿Me interesa?”. “Lo del «cómic femenino» es una aberración, un intento de limitar a la mujer a determinados territorios. Y es responsabilidad de las autoras intentar cambiar las cosas”, dice Berrocal.
Si hay autoras, si tienen un público, entonces… ¿por qué no logran tener reconocimiento? “Es una falta de visión y de conocimiento de los organizadores de los eventos, que no se rodean de expertos sobre el tema, que sepan de historia del cómic y que puedan elaborar listas con sentido común. Deberían darse cuenta de que, en una lista de 30 nombres, es imposible que no haya mujeres”, analiza Ana Merino.
Las cuotas
La cuota es la palabra que siempre asoma cuando se habla de cuestiones de paridad. “A mí me da la sensación de que sirve para reproducir una sociedad patriarcal. Es como un azucarillo: toma, aquí lo tienes, cállate”, dice Elisa McCausland. Para Natacha Bustos, en cambio, se trata de “justicia social”. “El mundo del cómic no es más machista que el resto de la sociedad, en la que no se ha tenido en cuenta el 50% de la población hasta el último siglo”, mantiene.
A las más jóvenes, ahora, les digo que tienen que aprovechar todas las posibilidades para hacerse escuchar
Pero, aunque ninguna lo considere una solución, admiten que es una manera de forzar el sistema hasta que ya no sea necesario exigir algo que es suyo por derecho. “Si te dan una cuota es como si tu trabajo no valiera, pero si no hay una cuota no te reconocen… Cuando escribí el primer artículo sobre el tema, en 1978, decía que teníamos que gritar para que se nos viera. A las más jóvenes, ahora, les digo que tienen que aprovechar todas las posibilidades para hacerse escuchar. Las cuotas son un mal menor”, analiza Marika Vila.
En esta lucha, el papel de los hombres es clave. “Lo que pedimos es que revisen sus propias estructuras, prejuicios, estereotipos y privilegios. Porque si participas del sistema sin preocuparte, eres cómplice”, apunta McCausland. “Está bien que pasen cosas como la del festival francés, porque yo, por ejemplo, no sabía que sólo se había atribuido el premio de Angulema una vez a una mujer. ¿Cómo es posible en un país como Francia, con tantas autoras tan buenas?”, se pregunta Darío Adanti.
Desde que yo empecé han cambiado muchas cosas, pero queda un mundo por hacer
“Hay un montón de inercias que hacen que las autoras tengan menos visibilidad. En los últimos 10 o 20 años el número de creadoras en España creció muchísimo, el mercado demuestra que tienen público y esto se contradice con la idea de que no estén representadas en un festival”, añade el dibujante.
Para Marika Vila, tampoco se trata de una decisión deliberada, sino de hábitos enraizados en una estructura que se resiste a cambiar. “Desde que yo empecé han cambiado muchas cosas, pero queda un mundo por hacer. Por ejemplo, yo fui una de las fundadoras del Salón del Cómic de Barcelona y, a día de hoy, sigo recibiendo cartas a nombre de “Querido autor”. Hay problemas que ni se perciben porque el mundo es un falso neutro”, confiesa.
“No es un tema de culpabilidad sino de estructura, de un sistema establecido que no se cuestiona”, dice MacCausland. “Todo se reduce al hecho de que todos estamos construidos, somos producto de una educación. Pero hay que cuestionarse, preguntarse cosas y darse cuenta de que tu lucha es mi lucha, si crees en una sociedad justa”.
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