Es el hombre del momento. Tras su última operación inmobiliaria de 265 millones de euros para hacerse con el rascacielos del madrileño Edificio España (hasta ahora en manos de Wanda, controlada por el hombre más rico de China), Trinitario Casanova (52 años) se ha convertido en el personaje de moda sobre el que el todo el mundo quiere conocer cada detalle, por nimio que sea. Sin embargo, este empresario nacido en Orihuela y afincado en Murcia siempre ha intentado mantener un perfil bajo en lo que a su vida privada se refiere. Hasta ahora.
Empezó a trabajar a principios de los años 80, con sólo 16 años, y lo hizo junto a su padre, llamado también Trinitario (y que falleció en 2009 con 81 años). Sus inicios en el negocio familiar dedicado a la exportación de frutas y hortalizas le permitieron formarse. De ahí que siempre haya considerado a su padre como su mentor, ya que Casanova carece de estudios y formación académica. Esto no ha sido impedimento para desarrollar un gran olfato para los negocios. Tanto que en los mejores tiempos ha llegado a amasar una fortuna de 500 millones de euros, según fuentes del sector.
Con 22 años se independizó de sus padres, después de conocer a la que sería su mujer, Josefa María Pujante, quien aparecía en 2012 como consejera y vicepresidenta de la empresa Frutas Selectas Murcianas S. A y como regente de una joyería en Murcia. Después de contraer matrimonio a mediados de los años 80, Trinitario Casanova se lanzó a trabajar por su cuenta y a montar negocios (o empresas, como él prefiere decir). Primero en Alicante, aunque en realidad ya residía en Murcia. Allí nacerían sus dos hijos: Trinitario Jr. y Fuensanta (28), que actualmente trabaja en Londres.
Los negocios quedan en casa
Tanto su mujer como sus dos hijos forman parte del holding empresarial fundado por Casanova. Según consta en los distintos informes sobre las empresas familiares, todos ellos son apoderados solidarios de Fénix Nova y Baraka, entre otras sociedades. Trinitario Jr. es, además, director comercial de esta última.
Baraka es precisamente el negocio que más alegrías le ha dado (no en vano el nombre de la empresa significa afortunado en árabe). Se trata de un conglomerado de empresas diversificadas en distintos sectores: Bolsa, explotaciones agrarias, alquiler de pisos, promoción de centros comerciales, inversión inmobiliaria y construcción de viviendas VPO. Todas ellas ubicadas en el edificio Hispania, una de las mejores zonas de Murcia.
Anteriormente, Trinitario llegó a ampliar aún más el espectro empresarial, pues fue dueño del desaparecido diario El Faro de Murcia y de la empresa de aeronáutica Jetnova. Además, en la actualidad ocupa más de medio centenar de cargos en distintas compañías, tal y como consta en el Registro Mercantil.
El nuevo propietario del Edificio España tiene cuatro hermanos, todos ellos nacidos del matrimonio formado por María Dolores Abadía y Trinitario Casanova padre. La mayor, María Dolores, es vocal de la Fundación Trinitario Casanova constituída por el empresario. El resto, José Manuel, Inmaculada y Antonio, tienen también un papel testimonial en la Fundación.
Trinitario Casanova creó la organización filantrópica hace ya dos años con dos objetivos muy claros. En primer lugar, quería seguir los pasos de su padre. La otra meta era dar cobertura económica a diversas actividades culturales, medioambientales y relacionadas con la infancia. La vicepresidencia de la misma le fue otorgada al hijo de Casanova,Trinitario Casanova Pujante, que además de estos cargos de responsabilidad en empresas de su padre, tiene sus propios negocios en Murcia y Madrid. El propio Casanova ha patrocinado, además, a la piloto de Fórmula 3 Carmen Jordá (28).
Pero a Trinitario no le basta sólo con hacerse con el edificio España. En su día, el promotor murciano llegó incluso a plantearse expandir sus negocios en Miami (2010). Y ya en 2016, se convirtió literalmente en terrateniente de gran parte de Valdebebas.
Celoso de su intimidad
Tanto la mujer de Trinitario Casanova como sus dos hijos son asiduos de las redes sociales. Así, los vástagos del empresario comparten habitualmente fotografías de su vida en las que aparecen con sus respectivas parejas o con sus mascotas, Coco y Frida (las del hijo varón) y Lía (la perrita de la familia), de la que Josefa María, Fina Mari para los conocidos, ha colgado hasta un vídeo en las redes.
Lo más llamativo es que, pese a que Josefa, Fuensanta y Trinitario Jr. aparecen juntos en muchas de las instantáneas, del patriarca no hay ni rastro, lo que demuestra que es un hombre muy celoso de su intimidad y discreto en lo que se refiere a su vida privada y a su familia, que valora por encima de todo y de la que se siente orgulloso y afortunado, según ha comentado recientemente.
El resto de su familia no tiene reparos en hacerlo. De hecho, Fuensanta Casanova ha llegado a publicar poemas creados por ella misma en un conocido blog de literatura.
Trinitario, todo un 'casanova' por el mundo
En alguna ocasión, el empresario ha bromeado con el significado de su apellido. "Cuando voy por el mundo y me preguntan por mi apellido, digo Casanova y no se lo creen, piensan que voy de ligón y que estoy de cachondeo, que soy descendiente directo de Giacomo Casanova", ha confesado en recientemente en una entrevista.
Bromas aparte, al nuevo dueño del Edificio España de Madrid no siempre le ha sonreído la suerte, o la bakara. Hace un par de meses, la Justicia lo acusó de un delito contra el mercado y los consumidores al difundir, en 2008, una noticia falsa y manipular el valor de una acción de cara a una OPA al Banco Popular.
En otra ocasión fue objeto de controversia por su capacidad para agasajar generosamente a clientes y otras personas que le podían interesar, a las que al parecer regalaba joyas o relojes de oro valorados en más de 300.000 euros. Eso sí, él siempre ha respetado la confidencialidad de estos sujetos, a los que incluso ha llegado a invitar a viajes en sus aviones privados, tal y como hacía Donald Trump, aunque en este caso uno puede estar tranquilo, al menos de momento, pues Trinitario Casanova ha manifestado en más de una ocasión que no tiene ninguna intención de dedicarse a la política.