Cuando el Instituto de Empresa Familiar aseguraba hace unos meses que ocho de cada diez empresas no sobrevive a la tercera generación de propietarios, probablemente tenía en mente a la familia Lladró. La compañía analiza actualmente la oferta de compra procedente de un inversor cuyo nombre se mantiene aún en secreto. Se votará en menos de un mes. Mientras tanto, la saga apura sus últimas semanas como propietaria de una empresa que le ha dado más de un quebradero de cabeza en el seno familiar y que ahora sufre una caída notable de las ventas.
La compañía ha pasado de facturar 37,7 millones de euros entre 2014 y 2015 a ingresar 34,94 millones, según los datos de Valencia Plaza. En total, tiene un millar de puntos de venta repartidos por todo el mundo.
Pero la relación de los tres hermanos fundadores no ha sido siempre un camino de rosas. Y eso que habían prometido a su madre que siempre permanecerían unidos. Juan (90 años), José (88) y Vicente (84), hijos del matrimonio formado por los agricultores Juan Lladró y Rosa Dolz, trabajaban en una fábrica de azulejos y vajillas. Su madre siempre había querido una vida mejor para sus hijos y los matriculó en la Escuela de Artes y Oficios. En 1953 decidieron comenzar a crear sus propias piezas de cerámica y vidrio, que cocían en un horno moruno construido en el patio trasero de la casa familiar, ubicada en Almássera (Valencia).
Ninguno de los tres se podía imaginar que sus figuritas despertarían tanto interés entre sus vecinos. Un lustro después, los fundadores trasladaron su pequeña compañía a una nave industrial de Tabernes Blanques, en las afueras de Valencia, que se convertiría después en la Ciudad de la Porcelana. De ahí, la empresa puso en marcha una Escuela de Formación Profesional y comenzó su expansión internacional hasta convertirse en todo un imperio.
Tras unos años de éxitos empresariales (en la época dorada siete de cada 10 figuras de porcelana vendidas en el mundo eran de Lladró), los hermanos pensaron que era el momento de que algunos de sus hijos entraran en el Consejo de Administración.
El mayor, Juan, tiene cuatro hijas (Rosa, Mari Luz, Ángeles y Belén), José tuvo tres (María del Carmen, María José y Rosa María, que falleció), fruto de su matrimonio con Carmen Castelló. El tercero, Vicente, es padre de tres hijos (David, Juan Vicente e Inmaculada).
Era la década de los 90 y el negocio había ido más o menos sobre ruedas hasta ese momento. José quedó relegado a un segundo plano mientras sus dos hermanos tomaban el control de la nave. Vicente llegó a adquirir más protagonismo y en 2003, tras medio siglo al frente de la empresa, se optó por un reparto equitativo del 33% formando un nuevo consejo de administración compuesto por las nuevas generaciones Lladró: Rosa y Ángeles por un lado, Carmen y María José por otro, y Juan Vicente y David por el tercero. Los objetivos, sin embargo, seguían sin cumplirse y tampoco se aligeró la toma de decisiones con tal cantidad de primos ejerciendo el poder.
Cuatro años después, Juan Lladró volvió con fuerza y recuperó el control, ayudado por dos de sus hijas: Rosa y Ángeles.
"Papá. Los tíos van a sortear la empresa a ver quién es el que se hace con el mando. No tenemos nada que hacer porque son mayoría y están de acuerdo". Así es como Vicente recuerda la conversación en la que sus hijos le comunicaron el reparto del conglomerado, formado por empresas inmobiliarias, agrícolas y de la porcelana, en 2007.
Fue otro de los puntos de inflexión de una familia que por aquel entonces ya estaba marcada por las tensiones y la competitividad entre hermanos y entre primos. El nuevo reparto no era tan equitativo: el 70% para Juan y sus hijas, el 15% para José y lo suyos y el 15% restante para Vicente y sus herederos. Según ha podido saber este medio, la partición respondía a lo aportado en su día por cada uno de los hermanos.
"La decisión fue consensuada por los tres hermanos, como todo lo que hacen. Y, al igual que sucede con la posible venta que se prepara ahora, siempre han buscado el beneficio del negocio", aseguran a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a los empresarios.
Aunque en realidad, posteriormente se supo, gracias a unas desavenencias aireadas en libros de memorias y entrevistas a los medios, que José y Vicente no estaban tan en consonancia con su hermano mayor.
Mientras Juan se centraba en Lladró y otras firmas del conglomerado como Carrera y Carrera, los dos hermanos restantes se dedicaron a la división inmobiliaria, pues los tentáculos empresariales llegaban hasta la construcción y Parques Reunidos Valencia.
Lladró vivió a partir de entonces continuos reajustes y entradas y salidas del Consejo de Administración. En 2014 Ángeles salió de la empresa y la sustituyó su hermana Belén. 2015 fue el año en el que regresaron a la misma David y Mamen Lladró (hijos de Vicente y José, respectivamente), abandonando meses después.
También encontró su hueco Mariluz Lladró, hija de Juan, que permaneció unos meses en la compañía junto a su marido, Ignacio Jara.
En la actualidad es Rosa Lladró la única de la familia que sigue al frente de la compañía desde su cargo de presidenta, según han informado a este medio fuentes de la compañía. Su padre y sus tíos mantienen los cargos honoríficos de presidentes fundadores pero su presencia es meramente testimonial. Lo será mucho más a partir del mes de enero.
La venta de Lladró supone un punto final a una trayectoria de más de 60 años que provoca en sus protagonistas "sentimientos encontrados". Para empezar, el nuevo dueño, que busca elevar las ventas, les alquilará sus instalaciones por 2,3 millones de euros.
"El hecho de desprenderse de Lladró les da mucha pena, y se intentará por todos los medios mantener los 700 empleos" que permanecen tras un ERE reciente, aseguran a EL ESPAÑOL. Consideran que la venta es la única salida para asegurar el futuro del negocio, aunque a partir de ahora la empresa ya no será "de la familia ni de los valencianos", tal y como ha reconocido recientemente Vicente Lladró.