Carmen Franco ha fallecido a los 91 años de edad después de no haber podido superar un cáncer terminal. Los médicos le detectaron esta enfermedad en verano y le aseguraron que no había tratamiento, según relató ella misma en una entrevista. Finalmente se ha cumplido el pronóstico y la hija de Francisco Franco y Carmen Polo ha dicho adiós.
[Más información: Carmen Franco padece un cáncer terminal]
Puede ser un pensamiento naíf el considerar que con la muerte de Carmen Franco, la única hija del dictador, se cierra una etapa traumática para la España de hoy. Lo que sí se certifica con el fallecimiento de la hijísima es que la batalla del tiempo es inexorable y quienes algún día gozaron de un tratamiento casi divino ahora se desdibujan como simples mortales.
Carmen Franco Polo, Carmencita, (septiembre de 1926, Oviedo) era la hija del militar que cambió la historia reciente de este país. Ella, hija única -algo sumamente infrecuente para la época, máxime en una familia acaudalada como la suya-, se vio envuelta en un entorno atípico desde que era bien joven. Siempre rodeada de adultos, siempre sometida a alguien.
Apasionada de la caza
Era una niña burbuja que pasó a ser la mujer de. Nunca le gustó jugar, puesto que no tenía con quién. Su educación, de corte francesa, se la dieron institutrices que se desplazaban al Palacio de El Pardo. En la España gris donde reinaban el silencio y las apariencias, Carmencita tenía aficiones de señora. Su mayor pasión era la caza. Por encima de todas las cosas.
Nenuca, como la llamaba su padre, fue icono para los niños fascistas del mundo a la tierna edad de ocho años. Fue la UFA, el noticiario alemán durante el Tercer Reich, quien la colocó en pantalla grande. Eso sí, junto a sus padres. Era una muñeca que su padre moldeaba para erigirla como lideresa de la propaganda fascista. Como icono de la moral nacionalcatólica. Ella no rechistaba: aunque tampoco le habían enseñado que existía esa posibilidad.
"Las mujeres no tienen opinión, ni a nadie le importa", contaba Carmen Franco en su biografía novelada. Ella reconocía que su padre, Francisco Franco, era un machista. Que su madre la tenía en una jaula de cristal. "Pero era lo normal para esa época", se resignaba. Creía que con el matrimonio encontraría la libertad. Tampoco fue así.
Su marido se casó para dar "un braguetazo"
Carmencita se casó con un médico cardiólogo. Cristóbal Martínez-Bordiú (que se unió los apellidos paterno y materno en uno solo con tal de darle mayor solera a su nombre) era Marqués de Villaverde por herencia de su madre. Él pasó por el altar para sellar un braguetazo, como su propio hijo José Cristóbal reconocería años después en una entrevista. Era obvio: él, un casanova, un señorito con aspiraciones; ella, la hijísima.
La niña quería un marido / la mamá quería un marqués / el marqués quería dinero / ¡ya están contentos los tres!, cantaba un cuplé de la época.
La ceremonia tuvo lugar el 10 de abril de 1950 en el Palacio de El Pardo, tras dos años de noviazgo en los que jamás se vieron a solas. La boda contó con toda la pompa y el boato propias de un enlace real: tanto, que al novio lo ordenaron caballero de la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén para que no desentonara con el atuendo de Carmencita ante los ochocientos invitados.
El matrimonio ejerció como embajadores de Franco en el extranjero. Incluso disfrutaron de pasaporte diplomático hasta que les caducó en 1986. Ellos viajaban siempre que los embarazos de Nenuca lo permitían. Tuvieron siete hijos: Carmen, María de la O -Mariola-, Francisco, María del Mar -Merry-, José Cristóbal, Arancha y Jaime. Pero una vez falleció Franco, primero, y Carmen Polo, después, esta relación se desdibujó. Residían en casas separadas, aunque oficialmente no constara.
[Más información: Francis Franco: "No hay más que hablar, el Pazo de Meirás es de los Franco"]
Ellos, que antes habían sido la pareja ejemplar del nacionalcatolicismo, tenían que aparentar que el legado del Caudillo continuaba por su matrimonio. Aunque, formalmente, fuera falso. Él era la voz cantante. Nenuca era extremadamente callada y no mostraba su opinión.
Carmencita, ferviente católica, conservaba una trinidad de aficiones en su día a día que no se saltaba: la misa, la caridad -con el rastrillo de Pilar de Borbón como máximo exponente- y las salidas con su círculo de amigas, todas nobles o de alta alcurnia. La hijísima siguió durante toda la vida la directriz de su padre, ese no te metas en política entonado por el dictador. Ella continuó, durante toda su vida, ajena a lo que sucedía en la sociedad civil. Con una histórica excepción: según desvelaba ella misma en sus memorias, Carmen fue la encargada de pasar a limpio -previa aprobación de un agonizante Franco- el mensaje que habría de transmitir Carlos Arias Navarro.
"Mi padre fue la persona que más influyó en mi vida"
"Estuve más unida a mi madre, aunque la persona que más influyó en mi vida fue mi padre", se sinceraba Carmencita. Su vida pasó a un segundo plano de forma paralela a la evolución de la España de la Transición. Carmen Franco Polo era carne de crónica rosa, de los escarceos de sus hijos y sus nietos. Sobre todo cuando se quedó viuda, al pensar que su apellido la lastraría de tal modo que nunca podría sería libre. La solución: ganarse la vida gestionando la herencia y negocios familiares, más el dinero de las revistas.
[Más información: Carmen Martínez-Bordiú presenta en sociedad a su joven novio australiano]
Ha llevado una vida discreta hasta el fin de sus días. Porque Carmencita, contaba ella misma, no quería "ser juzgada por la vida de los demás. Ni la de mis padres, ni la de mi marido, ni la de mis hijos. Soy Carmen Franco. Nada más". Ella, Nenuca.