Más de cien personas llenan la sala donde tiene lugar la rueda de prensa. Gustavo Dudamel (36), acompañado por Simón Pérez Barcelo, va a hablar de los detalles del último concierto de la V Edición de Formentor Sunset Classics, que tendrá lugar en el Teatro Real de Madrid el próximo día 13, donde dirigirá a la Filarmónica de Viena. El encuentro con los medios tiene lugar en EL Hotel Barceló Torre de Madrid, "una ciudad muy familiar para mí, aparte de lo familiar que realmente es por motivos obvios".
Desde la azotea del rascacielos se divisa el barrio de Carabanchel, donde se crió su esposa, la actriz María Valverde (30), con más de 600.000 seguidores en Instagram. Al director de orquesta, con un carisma mundial a la altura de Herbert von Karakan o Leonard Bernstein, no le importa que en nuestro país sea conocido por los profanos en materia musical como "el marido de la Valverde". "¿Cómo me va a molestar? Por Dios" y añade "Yo estoy enamoradísimo de María". El músico y su esposa contrajeron matrimonio el año pasado en Las Vegas: "Nos conocimos hace seis años, desde que trabajamos juntos en una película, bueno, realmente no trabajamos juntos, pero nos conocimos por este motivo mucho tiempo después y realmente… (se le va la mente políglota al inglés) 'We are very in love', estamos muy muy felices".
No se cansa el venezolano de hablar de su mujer: "Es una gran artista, estoy orgullosísimo de ella y nos compenetramos muy bien. La adoro. La amo…¿que más puedo decir?".
Una de las imágenes que más expectación causó del concierto de año nuevo celebrado en Viena el pasado año fue la de María entre el público con un vestido de escote asimétrico aplaudiendo al que entonces era solo su prometido: "A María le encanta la música. Nos gusta a los dos. A mí María me ha enseñado mucha música. Con ella he descubierto mucha música acústica".
Añade que hay "muchas cosas que yo no conozco. Y aparte de Mahler y Beethoven, me gusta Pink Floyd, Led Zeppelin, Los Beach boys, Cold Play".
Dudamel gana en las distancias cortas. Guarda un cierto parecido con su compatriota Boris Izaguirre cuando este era mucho más joven. Cuando se le pregunta cómo se siente al ser, según los expertos, el director más deseado, interesante y prometedor del momento y qué tiene él que no tengan los demás, responde en broma: "Los rizos… A ver, realmente yo no me siento una estrella ni alguien particular. Me gusta hacer lo que hago y con la profundidad y el entendimiento del tiempo en el que vivo. Hay gente que pretende que dirija como un director de 60 años y no puedo, mi entendimiento es de 36 años, los que tengo, y a los 22 lo tenía , y a los 16 lo tenía. He crecido con la música… Crecí entre violines y trompetas y eso ha formado el ser humano que yo soy ahora".
Más prudente se muestra a la hora de hablar de la situación política de Venezuela. Hace unos meses hizo unas declaraciones que no agradaron al gobierno de Maduro. Ahora se muestra cauto: "El problema es que se ha polarizado tanto la situación que ya en una mesa familiar, mucha gente no se pude entender políticamente. . Entonces puedo venir yo aquí emitir una opinión y con lo caldeada que está la situación se crea otra polémica".
Considera Dudamel que "tenemos que seguir trabajando y los políticos hacer su trabajo y realmente hacerlo bien, no pensar, apartar los egos y la ideología. Es como si yo pensara en un teatro, donde yo soy católico y la mitad del auditorio protestantes, que no voy a tocar para ellos, hay que tender puentes".
Dirige la Orquesta Simón Bolívar desde los 17 años y continúa con su labor de cooperación con el Sistema de Orquestas Infantiles y juveniles de Venezuela. Él, que con seis años ya dirigía una orquesta con sus muñecos en casa, es fruto de un proyecto educativo creado por el maestro José Antonio Abreu, que dejó un magnífico legado que aún continúa. "Cada vez que veo un niño con un instrumento, yo que ya soy un adulto, y tengo un hijo, me veo reflejado en él. Hay que seguir dando oportunidades a los niños en la música a pesar de la crisis que pueda existir. No hay que perder la esperanza ni dejar de preocuparnos porque mejore la educación y la cultura y no involucrar a los niños".