Modelo, vallisoletana, ambiciosa, con el anhelo de conseguir ser una actriz de renombre. Para muchos, la ganadora moral de la edición más vista del reality que marcó un antes y un después en la historia de la televisión privada. Mirando hacia el pasado con la madurez de una mujer en estos momentos enamorada, Ania Iglesias (48 años) concede para JALEOS su entrevista más sincera.
¿Cómo está y en qué está ahora?
Estupendamente bien, feliz de la vida, con un poco de levante en Tarifa... Pero feliz, muy bien, entre otros proyectos, sigo con la obra de teatro. Estrenamos muy tarde, es decir, el teatro se vende de un año para otro y empezamos tarde, y de alguna manera este verano no hemos tenido muchos bolos pero a partir de finales de septiembre, empezaremos a tener bolos en Madrid y en otros puntos.
¿Por qué fue a Gran Hermano?
Por una oportunidad. En contra de la mayoría que dice "vivir una experiencia", yo no sabía qué experiencia iba a vivir. Si quiero vivir una experiencia de una encerrona, me voy con unos amigos no me voy a la televisión. Vi la posibilidad de ser popular para luego, obviamente, intentar hacer una carrera como actriz que es lo que yo quería. Lo había intentado por otros medios, no sé si no valía lo suficiente pero vi que era difícil entrar si no eres "hijo de", "amigo de", o haces lo que corresponda en cada momento... Luego, evidentemente, comprobé que Gran Hermano no era el destino para ser actriz.
¿Es de las que cree que la primera edición es la que cuenta?
A ver, el primero golpea dos veces. Tuvimos la suerte de ser los primeros. Y digo la suerte no solo para que el espectador disfrutase de aquellos chicos que estaban 'vírgenes' sino porque lo pasamos mucho mejor de lo que lo pasan ahora. Íbamos a concursar. No se necesitó entrar en esos conflictos porque éramos personas más relajadas. Hay una cosa que está clara: lo pasamos muy bien porque no teníamos ni idea. Zeppelin TV y Telecinco dijeron que con nosotros "se les fue de las manos", dicho por ellos, entonces yo me siento muy afortunada de haber sido la primera.
¿Se ha sentido alguna vez como la eterna segundona?
Yo me vi ganadora pero yo soy así. Cuando entré en Gran Hermano quise llegar a lo más lejos. Primer objetivo: ser conocida. Una vez, dentro, a perder no iba a ir, soy ambiciosa y competitiva; y si puedo llegar al final lo voy a intentar. Entonces me vi ganadora. Es verdad que cuando empezaron a entrar las cartas a la casa vi que yo era muy aclamada. Yo peleé, Ismael es un tío que cae bien y yo, siendo de Valladolid, me lo tuve que currar más. No es que me diera rabia no ganar, pero mi madre dijo: "Ismael lo necesita más que tú" y mira, era verdad. Obviamente preferiría haber ganado yo, pero de alguna manera fui la ganadora mujer. Nunca me he sentido segundona, me han tratado como la ganadora moral.
¿Qué le diría a yo su anónima de hace 19 años?
Hay dos cosas que yo me digo: "jo, a pesar de todo lo has hecho bien, no has entrado en cosas que no van conmigo". Me refiero a que no va conmigo va meterme con nadie, acostarme con nadie para salir en una foto... Me siento orgullosa de no haber caído en la tentación. Pero por otro lado, si yo volviera a nacer o volviera a ser una persona anónima, para ser actriz no elegiría nunca más ese camino.
¿Volvería a hacerlo todo tal cual o no compensa?
No es cuestión de lo que hagas en GH sino de lo que haces después. He estado en un teatro con Juan Carlos Larrañaga Merlo, actor de una saga de actores que imagínate... No debemos echar la culpa al programa que nos ha dado mucho dinero a ganar. La posibilidad de actriz como actriz, no te la da. Mi experiencia es que no ha sido el camino. Con todos mis respetos a Raquel Morillas cuando dijo que "no recomendaría a nadie entrar", pero es verdad que ella eligió el camino de la polémica y entonces sí que pagó un peaje. O ganas muchísimo dinero como Kiko Hernández (41), que le importa todo tres coj... todo o te adaptas.
Prefirió desvincularse de aquello...
En aquel momento Crónicas Marcianas era muy sustancioso, te pagaban una pasta tremenda y era fantástico ir a decir lo que sea, en ese momento solo vale eso... Yo todavía recuerdo cuando me llamaban mañana, tarde y noche para hablar de Eva Sannum (43), y no sabía si esa mujer iba a ser la reina de España.
¿Eva Sannum?
Sí, yo trabajé con ella como modelo y salieron unas fotos en las que estábamos juntas. Si mi objetivo era ser actriz, hablar de Eva Sannum no era el camino. Seguro que he ganado muchísimo menos dinero que otros compañeros pero ahora tengo un trabajo con marcas de belleza, llevo la comunicación de varias firmas, cosas relacionadas con la medicina estética. Eso es lo que me interesa.
¿El psicólogo es un recurso de cajón al salir de un programa así?
El cambio es muy fuerte. Pasamos de cero a cien y de cien a cero. Cuando yo salí, Santiago, el psicólogo que me tocó, me preguntó cómo estaba y le dije "feliz". El día después de salir de GH era más perseguida que Ana Obregón (63). Es un ejemplo, pero para que lo entiendas. Era feliz y había pasado de ser una persona anónima a una muy famosa. Me sentía la tía más buscada del planeta: todo el mundo quería ser mi amigo, todos los chicos querían ser mis novios. La primera persona con la que hablé al salir de la casa fue Loles León (68) y no mi madre: había recluido a gente en su casa para que ganase yo. La limusina tiene un plazo, después hay que volver al metro, y ahí es donde entra el psicólogo. Y la televisión es así. Cuando ven que no cotizas y no das dinero, te apartan. Yo salía en la tele, decía "hola" y había cuatro millones de espectadores viéndome una tarde de verano. En el momento en el que eso pasó, dejó de quererme todo el mundo. El foco es una droga, es heroína en vena. Cuando lo pierdes un proceso que hay que pasar.
En este tiempo apartada del foco mediática ha atravesado por graves problemas de salud. ¿Termina una persona de curarse de anorexia alguna vez?
Sí. Y además creo que es positivo contarlo incluso cuando es malo. Es preventivo. Ahora estoy curada y también te digo una cosa, tengo una mensaje para la medicina de España: todo lo he solucionado en la Seguridad Social de este país. Todo se lo debo a la Seguridad Social. Hay mucha gente que se va fuera de este país a curarse... Cuando una persona se va a morir, se muere. Un médico es médico, no es Dios. La gente también sabe que he tenido problemas con la comida y la única forma de que la gente no caiga en ello es que se investigue. Por supuesto que una persona termina de curarse al 100%. Hay un grave problema de autoestima. Cuando me preguntaban qué quería ser de pequeña, decía que quería ser Dios. Yo consideraba que Dios era la perfección. Ya tenía eso en la cabeza.
Ania en este momento vuelve a sonreír por amor... ¿Quién es él?
Estoy feliz. Ha surgido la química, la física, la literatura y todas las asignaturas del colegio. Todo empezó a redes sociales, él le daba a 'me gusta' a algunas cosas mías y yo a las suyas. Hice un evento y lo invité. Él vino, y lo vi guapísimo, altísimo, morenísimo... Me gustó, pero ahí quedó la cosa. Sin embargo poco a poco empezar a hablar 'pico, pala, pico, pala' y me fue ganando. Llevamos desde marzo y nos pasa una cosa muy bonita: yo nunca he puesto a ningún amor en mis redes sociales probablemente lo he hecho porque no me creía del todo que era fluido. Pero con Javi sí. Javi es mi alter ego. Mi otro yo en hombre.
Tarifa, Madrid, y... ¿Boda en breve?
No lo sé. Pregúntaselo a él. Yo trabajo con novias y las veo con tanta ilusión... .¿A mí me gustaría tener una boda al uso? No lo sé pero me gustaría hacer una fiesta: con anillo o una barbacoa... O una playa o los dos solos o no sé. Claro que me gustaría, ¿a quién no le va a gustar? A lo mejor el año que viene te digo mira, que me caso en esta playa. ¿Quién sabe?
Ania Iglesias continúa en su lucha personal. La vida le brindó una oportunidad que ella ha utilizado de una forma diferente, la ha traído a su terreno y con ella, agradecido ha logrado su sueño de ser actriz. De momento, en teatro. Con la coherencia y la responsabilidad de lanzar siempre un mensaje positivo a través de sus experiencias, ahora, enamorada, lo ve todo con el prisma del amor, y por ende, de otros colores.