Este martes se me ha roto el corazón viendo La isla de las tentaciones. Más de lo normal, quiero decir. Porque sí, siempre se me desgaja algo en el alma cada vez que veo este programa. Y es que, ay el amor, esa droga que se nos mete en los huesos y nos deja tiritando. ¿Quién no se la ha chutado alguna vez? Pues allí, en La Isla, imagínense amor y tentación multiplicados por mil. Deseo, atracción, sexo... y pareja. ¡Explosiva mezcla! Sigo pensando que el día de mañana seremos completamente felices cuando alcancemos la fórmula para no enamorarnos jamás.
Yo no sé los demás, pero yo no estoy hecho para sufrir, al menos no tanto como Christofer. A ese niño no le deben quedar lágrimas por consumir. ¡Las habrá sacado a crédito de tanto desconsuelo como acumula! "Necesito explicaciones ya", ha llegado a asegurar en el espacio. Hasta que ha conseguido un encuentro con Estefanía, algo que, visto en perspectiva, no sé si era del todo recomendable. Pero, cómo de terco es aquello del enamoramiento y lo que le precede y procede. "Quiero explicaciones ya", venía enrocándose el pobre de Christofer.
Mi pobre chileno. -Oye, qué mal les va a los chilenos el amor, ¿no? Bigote sentó cátedra-. Sus órdenes, a sus pies: se produce la segunda hoguera de confrontación entre los concursantes. En esta ocasión, ¡entre Christofer y Fani! Vamos, el auténtico interés: los demás -sin ápice de humillación- solo son un mero ruido molesto. Ellos, ¡son ellos! "Esta noche se lía, te lo digo yo", me llega vía WhatsApp. Uno, que está de vuelta, solo pide cautela y que Dios disponga. Él la quiere ver y ella, entre amigas, desliza con desgana una frase que viene a decir algo así como "se me pasó por la mente lo de la confrontación". Pero, ay, ni fu ni fa.
"¿Hacemos apuesta? Seguro que Fani le pide perdón y vuelven en la hoguera?", me escribe un familiar. Querido, ya reservé en el mejor restaurante de Madrid, ¡has perdido! Fani, lejos de reconocer nada, ¡lo humilla, lo veja, lo hunde, lo arrincona como ser humano! Ay, se me cierra la garganta. Lloro, lo controlo. ¿Hay derecho a esto? Volvamos unos minutos antes: Christofer, con los nervios de un novio impúber, se prepara para su gran cita. Se corta el pelo, creo que casi a la misma vez que, en otra villa, la indecente y desvergonzada de Fani espeta, con hastío: "Yo no sé si él es el hombre de mi vida". Al punto, clava el estoque a modo de sentencia: "No me quiero ir de aquí". En otras palabras: quiero seguir disfrutando de Rubén.
Me la suda, pues, cómo se desarrolle mi reencuentro con Christofer; yo lo único que tengo cristalino es que me pienso quedar aquí sea como sea. Agarrándome a los clavos que haga falta. Y así ha sido. Mi Christofer, engalanado para la ocasión, suelta en la hoguera con un hilo de voz: "Se me hace difícil que se enamore en tres días. Nadie muere por amor, pero es muy fácil decirlo". De fondo, se perfila una figura femenina. Es ella. Llega, hace dos quiebros, saluda -sin beso- y se sienta.
Miradas esquivas. Chistofer da el paso, sin borrar la indignación -más leve- de su rostro: "En tres días, qué rápido se te va el amor". Y ella, con un par, le puntualiza: "No han sido tres días, han sido más". Olé, hay que valer para ser tan fría y humillar tan bien. Chica, has sido infiel, reconócelo, entona el mea culpa y di que no has obrado bien. No eches tanta mierda al campo contrario. "No estabas enamorada", se hace ver él. "Me he dado cuenta de que no", constata Estefanía.
Y Christofer, fustigándose con un hierro imaginario, pregunta: "¿Te quiere?" Y ella, fría como un témpano, desliza con delectación: "Me ha hecho sentir cosas que no sentía. Tú tenías un carácter muy parado". ¡Booooom! Ahí lo llevas, gestiónalo como estimes, majo. Ella, crecida; él, cada vez más minúsculo y pusilánime. "Somos la pareja perfecta", trata de encuadrar él; y ella, responde rauda: "No vayas por ahí, no somos la pareja perfecta. Necesito un hombre, que tire de mí, no yo de él". "Flipo contigo", se desahoga uno; "Y yo contigo, me he dado cuenta de lo que necesito", remata el otro.
Ojo, que se continúa desangrando el amor, en un esquina infecta: "No estoy enamorada, pero me gusta estar con él" (Fani de Rubén, su conquista) En ese punto, ella tira de lugares comunes -viví en la sombra, nunca me llevó a un cine-: "Llevo toda la vida pensando en los demás, necesito pensar en mí". Claro que sí, mujer, es lícito. Y cuando Chrisrofer le pregunta, inocente hasta la médula, "¿Te has acostado con él?", ella, mentirosa, sucia y sibilina, se encorva con sonrisa de medio lado y suelta: "No". ¡Tócatelos! Claro está; él ha abandonado La isla de las tentaciones. Y ella, hups, qué raro, se queda. Viva el amor con Rubén.
Christofer, gracias por tanto. Solo mi último y humilde homenaje: "¡¡¡Estefaníaaaaaaaa!!!". ¡Vamos con otras historias! Álex y Fiama. Le tengo aprecio a él; detesto a ella. Es una tía oscura y mala, lúgubre: ¡pues no se ha pillado un rebote y le ha devuelto el anillo de compromiso a Álex! La teoría del embudo ancho y estrecho. El pobre Álex ya no sabe qué argumento emplear para quedar como maduro ante ella: "Con el consuelo de Fiama, nunca voy a madurar. Tengo que ser una persona adulta. Estoy sufriendo, lo paso mal. Ella es amiga, hermana, confidente... Mi limite está en el daño. Quiero enfrentar mis miedos". Y cuando llega el daño -las imágenes de ella con Joy-, el alma de cántaro esgrime: "Te duele verlo, pero cuando está así es porque no ve peligrar la convivencia. Tengo que madurar".
Se ha convertido casi como un mantra para él. No quiere ver deslealtades ni daños. Mientras, qué cosas, Fiama asegura sobre su conquista: "Quiero que tiemble mi cama". Lo descacharrante, España, es cuando Álex dice: "Espero que se acuerde de mí cuando lo dice". ¿Se puede ser más calzonazos? Y se molesta, aunque solo por lo que sigue: "No me gusta que le toquen los pies, a mí me dijo que no le gustaba. Soy territorial, no me gusta que toquen lo mío". Pues menos mal, querido mío.
No es el único con dudas. Ismael le ha cantado las cuarenta a Andrea: "Si alguien ha decepcionado a alguien ha sido ella a mí. Me he culpado demasiado, porque dice que no me reconoce. Estoy siendo sincero, transparente, honesto". Y tras esta diatriba, Andrea solo es capaz de seguirle el rollo a una amiga sobre el "trago grande" que está pasando: "Grande como su miembro", refiriéndose a las partes íntimas de su conquista en el programa.
Subrayar, al punto, que José y Adelina son adorables y que se celan por tonterías. Mi consejo es que confío más en ellos y se dejen influenciar poco o nada por el entorno. Ay, Gonzalo, solo siento desprecio hacia ti. No lo puedo evitar. Arranca el tío el programa asegurando: "Tengo que pedir perdón. Confío en Susana al cien por cien porque no me faltaría el respeto". Ahí, he pensado en que se había humanizado, pero nada que ver. Tan solo ha dicho algo coherencia -y a medias- cuando ha expresado: "Si no me conoce, que no me compre. Tengo muchos defectos, así soy yo". Ay, cogido con pinzas, tú: defiendo que uno, en esencia, ha de seguir siendo el mismo, pero... ¡cuando alguna faceta tuya es negativa o hace daño has de cambiarla! En unas horas... ¡más y mejor!
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