Este miércoles el programa Planeta Calleja se ha engalanado para recibir al modista Lorenzo Caprile (52 años). Es uno de los diseñadores de más renombre en España y, además, jurado aguerrido y perfeccionista en el exitoso programa Maestros de la costura. Caprile es un hombre serio en su profesión, con un rigor intachable y poco dado a la actitud laxa en su atelier y casi que en la vida. Esa es la imagen pública, de cara a la galería, pero Lorenzo ha descubierto su lado más íntimo y personal. Esa parcela que siempre ha guardado con celo.
El afortunado con el que se ha 'desnudado' ha sido Jesús Calleja (54), y el escenario, su exitoso espacio en Cuatro. Antes de partir, Jesús ha visitado el taller de Lorenzo y esa parte menos conocida de su personalidad. Un enclave que levantó en 1998 y que ha apuntalado a base de prestigio y carácter: trabajando duro. "Vestí a la reina Letizia (47) siendo señorita y luego convertida en Princesa de Asturias", reconoce, con un dejo de orgullo, Caprile. Eso sí, tantos años después, no se deja obnubilar por el brillo del éxito y los hitos se terminan viendo en perspectiva: "Me preguntas por los hitos y para mí son los que se estrenan esta tarde". El éxito del día a día.
Reconocen los que trabajan con él que Lorenzo es un hombre "con genio", pero que le viene de su propia perfección. Pocos conocen que tiene raíces italianas. Se declara soltero, y tan feliz: "Estoy soltero, contento de mi soltería". Y hablando de relaciones, apostilla: "Desde que salgo en la tele no me hace caso nadie". Pocos saben que Caprile, pese a su éxito, es un hombre de costumbres sencillas que vive en un hotel de tres estrellas: "He probado varias casas y siempre termina entrándome cierto agobio porque yo soy un poquito TOC y aquí me siento muy bien". No necesita más: su lujo -y donde es exigente- reside en el taller. "Aquí vengo a dormir y a ducharme. El resto, en el taller y mover el bolso". No oculta este profesional de la aguja que proviene de una familia de posibles: "Yo vengo de una familia bien, ¡para qué nos vamos a engañar!".
Es un hombre libérrimo y así ha crecido siempre. Da igual con quién te metas en la cama, sostiene. Así explica el momento en que anunció su orientación sexual en casa: "En cuanto cumplí 18 lo dije en casa; he sido muy privilegiado, no he tenido que salir del armario ni dar explicaciones. Mi padre se lo tomó bien y mi madre fue muy italiana". Sus estudios se desarrollaron entre Italia y Florencia. Calleja y Caprile, en este punto del relato, se trasladan a Segovia. Más tarde, prueban vinos, se lanzan a la aventura del aeródromo y viajan a Pradoluengo, en Burgos.
Allí, Lorenzo continúa escarbando en sí mismo: "Nací en Madrid, mi familia es italiana, padre y madre. Mi abuelo paterno vino de Italia con unas patentes, con buenas ideas y fundó una empresa. Era un imperio". La base era riquísima, pero el tiempo tumbó muchas expectativas: "No soy rico, ahora te aseguro que no. En fin, cosas que pasan en las familias, se invirtió en cosas y ya está está". Una familia feliz, exultante: "Con una madre italianísima. Una belleza, mi padre llegó a España a los 14 años, estudió en los jesuitas".
Su madre, genuina, relata que "nunca se sintió española. En cuanto se despista habla en italiano. Ha sido una mujer muy bien vestida, de los mejores talleres, las mejores firmas. Todo eso lo ves de pequeño y te llama la atención. Mi madre y mis dos abuelas me han influido mucho. A mi madre le he hecho pocos vestidos; una vez quedó contenta y la otra, no. Me ha protestado mucho mis diseños. ¡No conoces a mi madre!". En este punto, y controlando la emoción, habla de sus hermanos -siete: cuatro hermanas y tres hermanos- y entona el mea culpa con ellos: "Siempre les doy las gracias porque se te va la pinza en un momento dado, te vuelves gilipollas cuando ves tu firma. Mis hermanos me pusieron en mi sitio. Me emociona cómo me ayudaron a bajar a la realidad".
Y es que, ¡menudo éxito tuvo Lorenzo! No en vano, diseñó el traje de boda de la infanta Cristina (54) cuando solo contaba con 29 años. "Reconozco que la olla se me fue. Ahora soy prudente, torres más altas han caído y nada es eterno. Ni lo bueno ni lo malo". En perspectiva, aprendes a valorar otras cosas: "Cuando murió mi padre fue duro, estaba muy unido a él, al final de sus vidas. Le echo mucho de menos. Él me apoyó mucho. Me decía 'yo no te voy ayudar, pero no te voy a ayudar para que puedas conseguir un aval bancario'".
Hablar con Caprile y no preguntarle por la reina Letizia en profundidad parece inconcebible. Él se lo toma con estoicismo: "Algunos diseños se los he hecho, pero también otros compañeros muy buenos también". ¿Cómo surgió aquel mítico encargo del vestido rojo? "Nosotros recibimos un encargo por parte de Casa Real para hacer un ajuar de gala. Fue una relación muy cordial". Y cuando se aborda el tema del supuesto enfado entre él y Letizia, Caprile rezonga restando importancia: "¿Enfado? Ay, no lo sé, eso es leyenda negra".
Si hay una persona de la monarquía a la que tiene especial estima es a Cristina. No lo oculta; es más, se enorgullece: "A la infanta Cristina siempre la apoyé". Incluso, se pronunció en el Caso Nóos "porque consideré que tenía que devolvérselo. Le debo mucho, yo y mi taller. En el 97 era un mindundi cuando se casó, podía haber elegido a cualquiera, y me eligió a mí" "¿Te lo agradeció?", pregunta, sagaz, Calleja. Lorenzo, siempre correcto, remacha: "Hay muchas maneras de agradecer las cosas. Vamos a dejarlo ahí". Y aquí toca a su fin un viaje, una reconversión, un punto de inflexión en la vida de Lorenzo. "Me ha venido muy bien este viaje, Jesús Calleja". Y se retira de la cámara, emocionado. Así es Lorenzo Caprile, un hombre regio y débil a la vez.
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