Sobre la mesa de su despacho de la facultad despliega cartas, planos, documentos y la patente que ha inscrito a principios de este año para “lonchear” la fachada del Edificio España. Josep María Adell dice que tiene la fórmula para resolver una de las crisis municipales del equipo de Manuela Carmena. Este profesor de estructuras de la Facultad de Arquitectura Superior de la Universidad Politécnica de Madrid entregó al hombre más rico de China su “invento”. También al Concejal de Urbanismo, José Manuel Calvo. Ha tenido más suerte con Wang Jianlin. “A Wanda le parece un invento técnicamente válido, pero el Ayuntamiento me dijo que mi solución ni se contempla ni se contemplará”, explica Adell.
La normativa de protección del rascacielos de casi 120 metros de altura, levantado hace sesenta años a base de hormigón, fue reformada en tiempos de Ana Botella e Ignacio González y dio luz verde al nuevo dueño para vaciar el edificio y construir otro nuevo. De hotel a centro comercial. Tiene un pero: la fachada principal es intocable. El grupo Wanda lo ha entendido como una traba insuperable. El edificio no está en sus planes, no así el solar del que emerge. La estructura que compró a Emilio Botín es un escollo para sus intereses, porque encarece la obra: mantener la fachada y crear un parking bajo el edificio es un enigma sin solución.
El diseño que el arquitecto estrella Norman Foster ha entregado a Wanda no desestima el parking porque es una parte muy beneficiosa de la reforma. Un gran aparcamiento nuevo en el centro de Madrid. El Ayuntamiento, consciente de la dificultad, le concede la exención de la obligación de crear las plazas si no puede mantener la fachada. En palabras de Adell, este permiso, en realidad, entraña un “daño irreparable” por la pérdida de ingresos que supone para Wanda.
La solución Adell
Existen dos métodos tradicionales para mantener una fachada de estas dimensiones, teniendo en cuenta que no sería práctico un andamio de 120 metros de altura. La primera pasa por sujetar la cáscara exterior colocando unos pilares en el interior. La otra, sujetarla desde el interior con unas pantallas. Ambas dejarían a Wanda sin el 40% de cada planta, lo que limitaría la rentabilidad del edificio.
“Los inventores resolvemos cosas imposibles”, dice Adell mientras revolotea por su despacho en busca de documentos y más documentos, que prueben su verborrea insaciable. “Estáis en el despacho que más sabe de ladrillos del mundo”, puntualiza el profesor. La agitación le impide sentarse, mientras trata de explicar su “gran invento”. “¿Que Wanda se va a ir de Madrid? Cuando vi las restricciones y las intenciones de la empresa de abandonar el proyecto, me puse a trabajar. Fue en Navidad”. En el despacho de Adell hay ladrillos de mentira, libros de ladrillos y fotos de ladrillos, como los que construyen la fachada que copa los periódicos.
“Es un truco sencillo, como todos los inventos. Si cojo una pila de libros, pongo una mano encima y otra debajo, aprieto y los muevo, no pasa nada. Cortaríamos con una radial, meteríamos perfiles por ambos extremos y luego tensaríamos”, explica acompañando con sus manos. ¿Una especie de enconfrado? “Eso es, pero presionando por dentro. Después, se cortaría en varios módulos y se trasladarían a un almacén con una grúa”.
Resultado: los paneles en los que dividiría Adell la fachada serían de 3,25 metros de ancho por 3,30 de alto y unos 25 centímetros de profundidad. El primer tramo de piedra no se movería durante la obra. La fachada trasera se derrumbaría, lo permite la ley. ¿Lo ha probado alguna vez? “No, claro. A nadie se le ha ocurrido un disparate como éste”, responde con sorna. “Es mucho más barato derribar. La patente es fruto de las restricciones de la ley. Eso sí, lo hemos probado con un gran número de ensayos de albañilería. En una visita al edificio, hemos testado que no hay humedades, desconchones, fisuras o grietas que dificulten lo que proponemos”, relata Adell.
Una secuencia
El Ayuntamiento le ha contestado que no le interesa. El 19 de enero de aquel mes, Josep Adell envió vía mail su 'invento' al concejal de urbanismo, José Manuel Calvo. Menos de diez días más tarde, el 29, el profesor de la UPM entregó en el Ayuntamiento, de nuevo con Calvo como destinatario, un proyecto algo más ampliado una vez examinado el edificio por dentro. Adell se define a sí mismo como “la mano izquierda de Wanda”.
El catedrático no obtuvo respuesta hasta el 9 de febrero, cuando preguntó en público al concejal por su propuesta. Calvo se lo agradeció y le emplazó a una contestación posterior. Después llegó el no: “Ni se contempla ni se contemplará”. Entonces, el profesor recurre a la ideología: “Es un tema de izquierda contra derecha”. No entiende que se quiera conservar un edificio como éste, que es “feo”, porque es un “rascacielos a lo bruto”, “sin esbeltez”, “le falta todo lo que debería tener un rascacielos”. Para empezar, el acero. Es todo hormigón, eso condiciona su estructura modular. “Este edificio tiene la fachada del fascio”.
“Si hay que mantener la fachada, los números no salen. Pero los inventores resolvemos cosas imposibles, como mantener esta fachada en pie. Han planteado un absurdo y yo tengo la solución al absurdo”. Los módulos “loncheados” se guardarían en un almacén para volver a acoplarse sobre la obra de Foster. "Me da pena que los edificios históricos se queden en la piel, pero también es verdad que si te compras uno es para reutilizarlo. Cada edificio debería legislarse individualmente", añade.
Recién entrado 2016, Wanda mantiene con el Ayuntamiento el enfrentamiento en los medios de comunicación. Unos días manifiesta que se marcha y vende, otros días que ha roto relaciones con el equipo de Manuela Carmena y, mientras, el debate se acalora. Dados los inconvenientes económicos que supone mantener la fachada, el culebrón no ha echo más que empezar.
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