El Gobierno autodenominado “reformista” en su primera legislatura está obligado a enterrar en la segunda todos los muertos que dejó su ímpetu por transformar el modelo de financiación de la cultura en otra cosa. El nuevo canon digital instaurado nada más llegar al poder fue el abanderado de esa “cosmovisión”, como definió el anterior secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, que ha sido declarado por el Tribunal Supremo como “ilegal”.
El ministro de Educación, Cultura y Deporte adelantó hace unas semanas en el Senado que su Plan 2020 “no será de leyes, sino de medidas y acciones”. “No soy un maníaco de las leyes”. Las cuentas no es lo más importante en la cultura para el máximo responsable de la política cultural española. Hay otras cosas, como la felicidad: “No tengo una visión mercantilista de la cultura. La cultura es muchas cosas más que los impuestos y las inversiones, la cultura es la felicidad de las personas”.
Para Méndez de Vigo, “la cultura goza de buena salud, a pesar del Gobierno”. Está dispuesto a todo, va a escuchar a todos y ya está trabajando en todo. Sin embargo, su “2020” goza de una ambición notablemente insuficiente. Apenas ha anunciado la creación de una Fiscalía antipiratería, que debe consensuar con Justicia. Todo lo demás son parches para hacer frente a los problemas creados por la anterior pareja Wert-Lassalle. ¿Qué debe hacer para lograr la felicidad de sus representados, las industrias culturales?
1. Devolver los derechos a los autores
De entre todos los desaguisados heredados, tiene una sentencia en contra que debe resolver con urgencia, porque la UE está auditando el proceso para reformar cuanto antes el modo de compensación por copia privada a los autores. Llevan sin cobrar por su trabajo desde 2015 y todo indica que en 2017 sus derechos tampoco serán retribuidos. Aquí sí tendrá que legislar Méndez de Vigo, aunque no le guste.
2. Resolver la financiación de la cultura
Como toda industria española, las empresas culturales también necesitan ayudas para su desarrollo y competitividad internacional. El anterior Gobierno, con la excusa de pasar de un modelo subvencionado a uno patrocinado, desmontó el sistema de subvenciones sin ofrecer una alternativa para el fomento de la inyección privada. El propio ministro ha señalado el fracaso de la reforma de la Ley de Mecenazgo y ha prometido una nueva Ley, a pesar de que no le guste. Pero lo fía todo a Montoro -de quien se declara “leal”- y avisa que los próximos presupuestos no favorecerán al sector.
3. Defender al artista
No parece que el único propósito donde podría ser dialogante y ambicioso marche por buen camino. Ha prometido, por petición de la oposición en bloque, la puesta en marcha de un estatuto que reconozca los derechos laborales de todos los profesionales del ámbito cultural. Podemos ya ha denunciado que no hay tal prioridad en la dotación de un marco regulatorio de este tipo, ya que el estatuto que afecta a medio millón de trabajadores está siendo ninguneado y bloqueado por el PP. También debe consensuarlo con el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
4. Dignificar a los creadores veteranos
Insostenible también es la situación de los creadores españoles más veteranos, para los que seguir publicando y disfrutando de su derecho a la jubilación es un drama. El prolífico escritor Javier Reverte lo denunció en este periódico: “Escribir es una amenaza, si publicas te quitan la pensión”. Nueva promesa de Méndez de Vigo: “Convencer a Hacienda para que cobren el 100% de su pensión”.
5. Acabar con la sombra de la caza ideológica
La oposición ha denunciado tanto en el Congreso como en el Senado la “proyección ideológica” contra la compensación a los autores y el apoyo al cine. El ministro acude a su fondo de armario campechano para sacudir con diplomacia esta idea. Sin embargo, cuatro años después es hora de tomar medidas no impuestas por una sentencia de los tribunales para demostrar que el Ministerio de Cultura está a favor de la cultura.
6. Apoyar al cine
Es cierto, el IVA cultural no existe: es el IVA del cine. Es la única disciplina que sigue grabada con los tipos más altos de Europa. Después de una legislatura completa al 21% no ha habido por parte del Ministerio una explicación que defienda esta medida. No hay informes ni estudios que demuestren la necesidad económica de esta decisión. Pero la industria también necesita mejorar los incentivos a los rodajes extranjeros para hacer de España un plató. Por si fuera poco, los productores cinematográficos ya le han contestado a su nueva ley: “No funciona”, hay poco dinero y fue bloqueado.
7. Proteger el patrimonio
En las contradicciones en las que el ministro suele caer en su discurso sobre políticas culturales, el dedicado al patrimonio histórico y artístico es muy llamativo. Empeñado en dotar de patrimonio inmaterial a España, y en que el “tapeo” se sume a los toros y las fallas, para convertir al turista de sol y playa en uno de museo y catedral, evita especificar cuánto dedicará a la protección y conservación del patrimonio. Sobre todo después de haber recortado en la era “reformista” casi el 60% de inversión del mismo.
8. Rescatar a los Museos Estatales
Son el tercer mundo de la cultura pública española. El dúo mortal Wert-Lassalle salvó la crisis de personal de la inauguración del nuevo Museo Arqueológico Nacional debilitando al resto de los 21 museos que están bajo órdenes del Ministerio. Y desde entonces, enero de 2014, la situación se ha mantenido en precario. Los museos reclaman personal para vigilar las salas y poder mantener con actividad los museos. De esto, el ministro ni ha hablado. Tampoco de la ausencia total de transparencia que rige la gestión del Ministerio sobre estas instituciones.
9. Encontrar un director para el Prado
Sin duda, esta será la tarea más delicada como ministro a la que tendrá que enfrentarse en las próximas semanas. La dimisión de Miguel Zugaza, por motivos familiares y desencuentros con el responsable del Patronato, revelará la ambición de la que es capaz de aportar a un cargo tan decisivo para la cultura del país. Y tan representativo de su modelo: ¿será un concurso transparente o a dedo? ¿Primarán los intereses políticos o los artísticos?