La cultura es la gran vía de aprendizaje del amor romántico. Nos hace sangrar los oídos desde las radiofórmulas, nos frustra en el cine, nos invita a la autocompasión desde los poemas. Lo llevamos tan impreso, tan en vena, que un día nos sorprendemos alineando cereales o fresas en el desayuno para formar una carita feliz -o peor, un corazón-, más tarde nos convertimos en profesionales de la renuncia -y la exigencia- por amor y por último acabamos navegando en la celopatía, en la dependencia.
Es una enfermedad latente y, a la vez, sobrevenida: no es sólo ya el convertirse en un siamés -con la carga cómica que eso tiene-, es avanzar, confiados, en un laberinto de lazos que no aprietan pero ahogan, al revés que Dios. Hasta que un día nos golpea un verso: "Para toda la vida no basta un solo amor / tal vez el nuestro sea para toda la muerte"; otro día nos achanta una realidad biológica: "La pasión dura tres años"; y otro nos estalla una decepción en las manos que -gracias- nos hace recuperar la panorámica. Aquí las palabras de catorce mujeres que, desde la letra, la pantalla o el altavoz elaboraron un discurso valiente y autónomo, de amor sin contaminantes, siempre contrario a su época. Dejen hueco a las reinas del anti-San Valentín.
1. Chavela Vargas
El lesbianismo apasionado hecho verbo y ranchera. Bebía como un cosaco, fumaba como los hombres de su época y llevaba una pistola en el cinto, por lo que pudiera pasar. A la vez, cantaba llorando. Estaba hecha al dolor, pero siempre desde la dignidad. Decía que "el amor no existe, es sólo un invento en noches de borrachera: yo amo con el hígado, el corazón no tiene nada que ver con esto". Y que "nadie se muere de amor, ni por falta ni por sobra".
Pero tal vez su frase más esclarecedora sea esta: "Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si ere slibre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad".
2. Idea Vilariño
Mujer poeta entre hombres, hiriente, sequísima, desgarrada. Talentosa hasta el insulto, despidiéndose siempre. Sus mejores versos fueron para Onetti, "el último hombre del que debía enamorarse". Caía y se levantaba constantemente. En Después, escribió: "Es otra / acaso es otra / a que va recobrando / su pelo su vestido su manera / la que ahora retoma / su vertical su peso / y después de sesiones lujuriosas y tiernas / se sale por la puerta entera y pura / y no busca saber / no necesita / y no quiere saber / nada de nadie".
3. Cher
En los setenta, la cantante Cher brillaba en el programa The Sonny and Cher comedy hour, en la televisión norteamericana. Ante millones de espectadores, ella se desenvolvía con más soltura que su marido -también era más alta que él-, le lanzaba ideas a contracorriente y a menudo se cachondeaba de él. Es por eso que muchos piensan que la mujer que puso de moda el pantalón de campana y el pelo liso, negro y largo tiene tanta importancia en la revolución feminista de los setenta como Betty Freidan o Gloria Steinem.
Se le recuerda una entrevista estelar en la que aseguraba que "los hombres son un lujo, no una necesidad; ya sabes, como un postre". La presentadora le lanzaba: "¿Lo dices en plan... malvada, amargada?", y ella le respondía, con normalidad absoluta: "¡No, para nada! Me encantan los postres. Adoro a los hombres, son súperguays, pero no los necesitas para vivir. Mi madre siempre me decía "¿sabes, cariño? Un día deberías sentar la cabeza y casarte con un hombre rico". Y yo le decía: "oh, mamá, YO soy un hombre rico". ¿Ves? Mi experiencia con los hombres es genial porque los elijo porque me gustan, no porque los necesite".
4. Marlene Dietrich
Suyos siguen siendo los ojos más lánguidos del cine -que combinaban una oda a la androginia con la elegancia clásica-. La actriz y cantante alemana no dejaba títere con cabeza. Regaló al mundo ruin, gris y machista del siglo XX delicias como: "A cualquier mujer le gustaría ser fiel. Lo difícil es hallar el hombre a quien serle fiel", "En la vida sólo importan dos cosas: el sexo... y la otra no tiene importancia", "Los hombres generalmente no pasan de criaturas adolescentes" o "El hombre es como un número: sólo tiene valor por su posición". No dejó títere con cabeza.
5. Gloria Fuertes
Si Fuertes no es -aún- un icono feminista contra el amor romántico es porque se la infantilizó para siempre. España te arrebata el sexo si escribes libros para niños. Aunque seas lesbiana y conozcas muy bien el amor, la soledad, las colillas y el vino blanco. La poeta le dio una bofetada sin mano al mismísimo Bécquer y escribió: "Gracias, amor / por tu imbécil comportamiento / me hiciste saber que no era verdad eso de / 'poesía eres tú' / ¡poesía soy yo!".
También era capaz de hablar desde la contradicción, lo que la hace aún más interesante. El amor a la independencia a ratos también duele. Dentro hay una llamada al otro. "No sé por qué me quejo porque al fin estoy sola / y el placer de tirar la ceniza en el suelo / sin que nadie te riña. / Y untar pan en la salsa / y beberse los posos / y limpiarse la boca con el dorso de la mano. / Cantar al vagabundo porque al fin fue valiente / ir matando los besos como si fueran piojos / beber blanco, / pronunciar ciertas frases, / decir ciertas palabras, / exponerte a que un día te borren de la nómina... / No debiera estar seria / pues vivo como quiero / sólo que a veces tengo / un leve sarpullido".
6. Madonna
Poco hay que decir de la hembra de los récords musicales, de la inmortal diva del pop. No se baja del burro, no se achanta, no se muere su discurso. "No creo que se pueda ser verdaderamente amado hasta que uno no sepa conocerse y amarse a sí mismo", dijo en una ocasión. Y en otra, algo mejor: "No me gustaría tener un pene. Sería como tener una tercera pierna. Parece un mecanismo que quisiera ser una pierna. Pienso que yo tengo un pene en el cerebro y no necesito tener uno entre mis piernas".
7. Frida Kahlo
A pesar de la relación tan honda y destructiva que vivió la pintora con Diego Rivera, es importante leer sus cartas para entender cómo era capaz de sacárselo de encima y de convivir, ella sola, con su angustia. Cuando le dieron la noticia de que iban a cortarle una pierna, escribió esto a Rivera, comparándole con un miembro que arrancar, por podrido, por inútil: "Te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te 'amputo' de mí, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí. Si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín. Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz".
8. Simone de Beauvoir
La madre del Segundo sexo era un rosario de desprecios hacia el amor romántico. No sólo los convirtió en ensayo: también los experimentó con su adorado compañero intelectual Jean Paul Sartre. "El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal", explicó.
9. Virginia Woolf
Además de exigir 500 libras y una habitación propia para poder escribir a gusto siendo mujer, la ensayista y cuentista británica detalló que "el amor es una ilusión, una historia que una construye en su mente, consciente todo el tiempo de que no es verdad, y por eso pone cuidado en no destruir la ilusión". Además, creía que "el amor nos separa de los demás", y que "las mujeres han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural".
10. Kate Millet
Escritora, cineasta, escultora, activista. Autora de Política sexual, uno de los trabajos más destacados del feminismo radical. Aquí una de sus sencillas verdades contra las fantasías de este día cosidas a retazos de peluches y flores: "El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban".
11. Carmen Martín-Gaite
Una mujer brillante que logró sacar la cabeza entre las letras hispánicas del siglo XX. La Príncipe de Asturias escribió en El cuarto de atrás: "Pocas novelas o películas se atrevían a ir más allá y a decirnos en qué se convertía aquel amor después de que los novios se juraban ante el altar amor eterno, y eso, la verdad, me daba mala espina".
12. Ana María Matute
La autora decía que "escribir es protestar, aunque sea de uno mismo" y abogaba por la lucidez que dan los gin-tonics. Contradijo el "quien no ama está muerto" de San Juan y lo editó: "Quien no inventa, no vive". En cuanto a las precauciones que tomarle al amor, esta buena píldora: "Todos nos acostamos con el lobo, pero lo que no podemos hacer es confundirlo con la abuelita. Caperucita era tonta".
13. Betty Friedan
La teórica y líder feminista estadounidense de los sesenta y setenta -autora de La mística de la feminidad- escribió: "Cuando la mujer hacía las camas, la compra, ajustaba las fundas de los muebles, comía sándwiches de crema de cacahuete con sus hijos (...) y se acostaba junto a su marido por las noches, le daba miedo hacer, incluso hacerse a sí misma, la pregunta nunca pronunciada: '¿Es esto todo?'". También sostenía que "los hombres no eran realmente el enemigo: eran víctimas colaterales que sufrían de una mística masculina anticuada que les hacía sentir innecesarios e inadecuados cuando no había osos para matar".
14. Virginie Despentes
Despentes es la diva destroy punk de las letras francesas, ex prostituta, ex vendedora de discos, autora de la censurada película Fóllame y madre de protagonistas mujeres que ocupan posiciones tradicionalmente dedicadas a los hombres -sexo, amén de sangre y rock'n'roll-. Lanza ideas tan controvertidas como esta: "La feminidad es el arte de ser servil. Podemos llamarlo seducción y hacer de ello un asunto de glamour. Pero en pocos casos se trata de un deporte de alto nivel. En general, se trata simplemente de acostumbrarse a comportarse como alguien inferior".
15. Margaret Atwood
Poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense. Una última bofetada al amor romántico -y a sus lagunas, sus taritas posteriores-, esta vez analizando los temores clásicos del hombre y de la mujer. "Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen".