Quequé -Héctor de Miguel- es humorista antes que español, pero también antes que salmantino, antes que padre de Grey -una perra flaca y hermosa que lo mira como una novia-, antes que locutor, antes que intérprete ronco en las noches sabineras, antes que fumador activo, antes que rico pasivo, antes que hombre de izquierdas.
Dignificar su oficio consiste en despojarse de los trajes, de los vicios, de los traumas, aparcar filias y revanchismos para toquetear la vida desnuda, a todo plan: cualquier cosa está en la diana de su ojo cítrico, incluso él mismo. Con los límites del humor se hace una comba y propone rebautizar como “gilipollitas” a los ofendidos, que ahora son legión vibrante. La libertad de expresión nos va a dejar sin amigos, y ya veremos si sin trabajo.
En este ecosistema de “a la Fiscalía que vas”, Quequé se arranca el último pelo de la lengua en La Vida Moderna, un exquisito reducto de desahogo y lujuria que se celebra en La SER y sabe a hijoputismo ilustrado. Ignatius, Broncano y él son el trío calavera. Mágicos, sardónicos e inagotables; oxígeno y talento en este páramo de niños tristes.
Pero después de la fiesta, con las luces encendidas, Héctor de Miguel se descubre también pragmático, docto y dulcísimamente hastiado. Se llama anarco-nihilista y se le va poniendo cara de Krahe a los cuarenta años: será un lujo de su madurez parecerse cada vez más a las cosas en las que cree. Su conversación con EL ESPAÑOL se mide en tiempos poéticos. Dura una jarra de cerveza y otro paquete de cigarros.
¿Por qué se ha convertido la palabra “moderno” en algo despectivo o irónico?
Porque dan mucho la tabarra y en esta vida se puede hacer de todo menos dar la tabarra. Es una cosa de lo que vivimos en Madrid, en el fondo. Yo tengo la teoría de que Madrid es una ciudad normal, un Albacete grande, un Salamanca grande, ¿y qué pasa? Que venimos los de provincias y nos flipamos. Nos flipamos porque antes han venido otros de provincias, se han flipado y nos lo han contado. Almodóvar… pero ¿Madrid? Yo no conozco a nadie de Madrid. Tengo familia en el barrio del Pilar… pero mi familia no se viene a Malasaña a tomar cereales en un bar que sólo ponen cereales. Eso lo hacemos los flipados que venimos de Don Benito, de Salamanca… “¡oye, que estamos en Madrid, que hay que hacer cosas que molen y ponerlo en Instagram todo el rato!”. Por eso yo creo que la modernez ha ido derivando a un punto un poco paródico. Primero porque es muy fácil parodiarla. Vienes a Malasaña y ves a todo el mundo vestido igual, y dices “sí, eres diferente, como todos”. Eres de una tribu más. Son caricaturizables.
¿Alguien moderno en el buen sentido?
Ignatius. A él lo ves y dices “coño, un hipster”, pero le da la vuelta y consigue reírse de eso. Y él es el primero que va al bar de los cereales el primer día que abre y lo prueba y sale de ahí echando pestes. La forma que tiene es de moderno pero el fondo que tiene… no es de antimoderno, pero sí de reírse un poco de eso.
¿Quién es el Rancius de la política española?
Joder. Hombre, te iba a decir Rajoy directamente, pero no creo… aunque es muy cuñader, no creo que entre tanto ahí. Yo creo que sería más alguien de Ciudadanos o incluso de UpyD. Entiendo que ser Rancius parezca algo despectivo, pero en el fondo es un error, porque es como dice la canción: todos somos Rancius. Antes o después. Es vital. No hay remedio.
¿El Rancius es un poco este tránsito que hay entre el joven de izquierdas y el viejo de derechas?
Totalmente. Es el efecto normal, quitando Verstrynge (risas). Siempre de la izquierda a la derecha. Y es esa frase también muy Rancius de “si has sido joven y no has sido comunista...mal”, es como que cada edad tiene su rollo y luego vas adquiriendo juicio, te metes en una hipoteca y dices “bueno, igual el comunismo tampoco es la solución”. Sí, es ese tránsito. Y bueno, Albert Rivera sí entra un poco en esa definición de Rancius, porque es un tío joven pero que realmente es como un señor mayor, un Rancius precoz.
En ese tránsito de izquierda a derecha también está Jiménez Losantos, que decías [en el test en vídeo] que te atrae mucho radiofónicamente.
Sí, era muy comunista, muy rojo, Jiménez Losantos. Aunque no me gusta lo que dice, me atrae desde hace mucho, porque es verdad que levantarme y poner una radio donde me dan coba, pues ya estoy de acuerdo. O comprar El País. Bueno, El País ya… en algunas cosas diferimos. Nutrirte sólo de medios que te dicen lo que quieres oír hacen que vivas en una burbujita. Y luego gana Trump y decimos “¡me cago en la puta! ¿Cómo va a ser posible?”.
Hombre, todos los indicadores decían que iba a ganar, pero buceamos en otra burbujita donde leemos que Trump es malo, que Trump es idiota, y de repente gana y nos descoloca. Además es un tío que se pasa la corrección política por el forro de los cojones, y la izquierda tiene algo que aprender de ahí. La izquierda. ¿Qué ha conseguido la izquierda? Pues mira, sí, hay linces, venga, veganismo, a tope con eso, y por favor, no utilicéis insultos especistas. Pero mientras estamos con eso, la derecha va ganando elecciones. ¿Por qué? Porque Trump llega y le habla a los obreros blancos de Wisconsin que se han quedado sin trabajo y les dice “esto es culpa de los chinos”, y ellos “¡pues claro!”, y le votan. Les ha dicho lo que querían oír. La izquierda debe quitarse complejos y ese miedo de “uy, es que igual se ofenden los enanos lesbianas...”. Bueno, que se ofendan. No podemos estar midiendo. Porque luego llega la derecha y nos da la lección de humildad de nuestra vida.
¿Contra qué no puede el humor?
Contra nada. El humor no sirve nada más que para hacer reír. No tengo yo el recuerdo de que haya provocado ninguna revolución. Puede que haya cambiado las cosas… cuando tú haces humor con un tema jodido, es verdad que le quitas gravedad, le quitas trascendencia y todo eso, pero realmente… Trump. El Saturday Night Live haciendo todas las semanas la caricatura más hiriente posible de Trump. No sólo no le hizo daño, sino que fue de invitado a un programa y lo hizo francamente bien. Con lo cual, el humor le humaniza al final. Le haces un favor. Aunque la parodia sea tremenda y extrema.
O sea, que el humor al final no te señala, sino que te enaltece.
Totalmente. La época aquella de los guiñoles de Canal Plus, que era un poco lo más irreverente a lo que llegamos en los noventa y todo eso, humanizaba a todos los personajes. Ya cuando los ves en un guiñol diciendo tonterías… salía, no sé, Manuel Chaves, que entonces era presidente de la Junta y la gracia del guiñol es que siempre era Manuel Baches, porque siempre se equivocaba… eso le humaniza. La gente que le tiene miedo a la comedia y que quiere prohibir ciertos chistes, en el fondo, si se relajaran y nos dejaran hacer, se darían cuenta de que no sólo no les hace daño, sino que les beneficia.
¿Hasta cuándo os van a dejar hacer La Vida Moderna?
Esa es la gran pregunta. Nos lo preguntamos todos. Hasta que lo oiga quien no debe, algún jefe con cierta responsabilidad, y diga “¿qué coño es esto? ¿Por qué estamos pagando…?”.
“Son el caballo de Troya”.
“¿Por qué estamos financiando al ISIS”? (Risas). No, yo creo que ahora lo tienen jodido, porque ahora si nos echaran harían unos mártires. Hemos creado una sectita, no muy numerosa pero sí muy combativa, que les quedaría muy feo decir “venga, fuera de aquí”, porque harían unos héroes. Bueno, heroicitos. Que te echen de la SER siempre es buena… hay gente que la han echado de la ser y lo ha rentabilizado bastante.
Es buena señal.
Más que buena señal, la publicidad de “me han echado de la SER” te puede abrir fácilmente la puerta a otro trabajo.
¿Ha habido alguna vez autocensura?
Autocensura hay todos los días, y no lo negamos. Pero la hay aquí, la hay en la tele, la hay incluso en los teatros… pero censura, censura… nah. La autocensura es maravillosa, porque ya sabes tú hasta dónde, con quién… pero aun así, en este programa, creo que hemos forzado bastante las líneas rojas. En realidad ha sido todo muy espontáneo. En ninguna reunión de los tres hemos dicho: “oye, ¿qué os parece si forzamos el humor hasta límites insospechados?”.
¿Y cuáles son los temas más sensibles?
Todo lo tocante al sexo genera cierto tabú que yo no entiendo, pero bueno. Y luego hay una cosa que me hizo mucha gracia porque me pareció bastante sintomática del momento que estábamos viviendo. Fue un programa en el que no sé cómo la conversación derivó al 11-S y dijimos tres o cuatro burradas. Chistes con víctimas del terrorismo. De un país lejano, pero víctimas. En ese mismo programa, llamamos a Pedro Lucha, nuestro corresponsal en el campo, y nos estuvo contando que había matado un cordero. “¿Y cómo matáis al cordero?”, y nos explicó con pelos y señales cómo se mata a un cordero. Y en los comentarios de Youtube, una horda de gente protestando porque “con el cordero, no”. “Soy animalista y esto me ha ofendido...”. Pero si 15 minutos antes estuvimos hablando de gente muerta, no de corderos, y eso no creó ningún problema. Bastante sintomático.
Es complicado tener muchos amigos en la esfera pública y ser periodista a la vez. Me pregunto si pasa lo mismo con los humoristas. ¿El humorista auténtico, el transversal, no es un tipo muy célebre en las fiestas?
Claro que no, al contrario. Yo a veces he hecho chistes sobre gente que conozco, y si te llevas bien con ellos, hay confianza, se lo dices y no sé qué. Pero luego es verdad que hay gente que no acepta tan bien la broma. Tus enemigos tienen que estar un poco a la altura. Es muy importante tener buenos amigos y buenos enemigos. Se tiene que enfadar contigo Rajoy, el rey, el ministro de Justicia, la Fiscalía… eso estaría bien. Es verdad que hacer un chiste sobre estas pobres que están aquí haciendo la prostitución puede ser muy gracioso, pero puede que no aporte nada, y se van a enfadar contigo y con razón, claro.
Vi que un tipo puso un tuit que decía algo como “¿Se puede ser más despreciable que tú [David Broncano] y Quequé para reíros de los enfermos mentales? Que la vida os la devuelva, os vais a cagar”. A partir de esto, ¿qué opinión te merece el concepto 'capacitismo'? O, mejor dicho, ¿por qué llamar a alguien 'subnormal' a veces no es capacitista?
El mismo tío que nos dijo eso me hizo muchísima gracia, porque me metí por curiosidad en su perfil y vi que en su bio ponía “he hecho el mongolo muchos años de mi vida” (risas).
Además era con tilde. Móngolo.
Sí. Pero yo creo que no pasa nada. El otro día en el programa contamos la historia de la palabra “subnormal”. Cómo “subnormal” surge en los sesenta para tapar otra peor, que era “cretino”, “idiota”. Porque tenían cretinismo, era una enfermedad. Se empezaron a asociar las familias con hijos así. ¿Por qué se llama ASPROSUB? Asociación en Pro de los Subnormales. Luego el pueblo decide que “subnormal” es un insulto, pero si lo analizas etimológicamente te das cuenta de que no es ofensivo.
¡Es un eufemismo!
Sí. Hay un cómico, Paco Calavera, que tiene una reflexión buenísima sobre esto. Dice “hemos pasado del subnormal al minusválido, del minusválido al discapacitado, del discapacitado a gente con capacidades diferentes… al final van a ser superhéroes”. Es la hipocresía del lenguaje y de lo políticamente correcto. No vamos a llamar a las cosas por su nombre, no sea que alguien se enfade. Si ahora se llama “gente con capacidades diferentes”, eso dentro de cuarenta años será un insulto. Ya mismo lo llamaremos Mary Poppins.
¿El feminismo tiene poco sentido del humor?
No. Hay una parte del feminismo que no creo ni que sea especialmente representativa que reacciona muy de uñas, muy ofendida por cualquier cosa… yo me fío de mis amigas. No me puedo fiar de gente que no conozco y que por Twitter vende sus cosas y tal. Yo le pregunto a mis amigas. No voy de feminista, ni de aliado ni de mierdas, porque me parece una pose. Si yo no soy mujer… igual que no soy negro, pues claro que empatizo, pero lo que no voy a hacer es dar lecciones. Y decir “no, esto es feminismo, esto no”. Me echo a un lado. Sé que en mi vida he escrito algún monólogo que ha rozado el machismo o que visto ahora se puede considerar machista, pero también tengo claro que con un adulto que no sabe diferenciar la realidad de la ficción no tengo nada que hablar. El humor es ficción. El humor no ha pasado. Hasta un niño es capaz de diferenciar realidad de ficción. ¿Qué hacemos, prohibimos Jack el Destripador, prohibimos la Biblia, prohibimos Lolita?
Te dio alegría que quitasen el medallón de Franco de la Plaza Mayor de Salamanca.
Sí, hombre, claro. Primero porque hay una ley, la Ley de Memoria Histórica. Por otro lado es verdad que perdemos un poco. Salamanca estaría bien que se especializara en turismo franquista (risas). Cada vez tienen menos sitios. Pero parece que lo van a quitar y que va a ser en abril. Es un símbolo, el medallón de Franco. Salamanca, igual que toda España, está salpicada. En el palacio episcopal, al lado de la catedral, que es donde dirigió Franco los primeros meses de la guerra civil, hay una placa que pone “aquí dirigió nuestra cruzada gloriosa nacional el caudillo Francisco Franco. Firmado: La diputación de Salamanca”. Y esa está a una altura… no quiero dar ideas (risas), pero una altura que se puede llegar, chavales. Con una piqueta y unos botes de pintura es fácil… hay cámaras y eso, pero si os tapáis la cara...
Hay una ley que se tiene que cumplir, hombre, y ya que no hemos sido capaces de sacar a los muertos de las cunetas, de un lado y de otro, por aquello de “oye, que no remováis”. ¿Cómo que no remováis? Y ojo, somos la última generación que puede hacer eso. Todo el mundo se acuerda de su abuelo, y de lo que hacía su abuelo, de un lado y de otro, pero nadie de su bisabuelo. Si no se hizo con Zapatero, ya no se va a hacer. Es muy triste, pero es así.
¿Cuáles son las técnicas infalibles para descubrir a un franquista infiltrado en 2017?
(Risas). Bueno, por ejemplo la fase “No removamos el pasado”. Claro, nos ha jodido. Porque no te interesa. Porque tus apellidos, si nos ponemos a remover el pasado… es decir, mientras haya gente viva cuyo abuelo haya hecho perrerías, es imposible. Es lógico que los franquistas digan “no, pasemos página, si aquí no ha pasado nada”. Bueno, yo creo que es fácilmente reconocible. El diente de oro… y el tópico muy tópico de “Es que la República… no era lo que ahora nos venden”.
¿De quiénes somos esclavos en nuestra España democrática?
De Montoro, como dice El Rancius. Bueno, el diagnóstico ese que hacía Podemos yo creo que tiene razón. El IBEX, Botín, El Corte Inglés, las grandes corporaciones… yo creo que siguen mandando. Las grandes familias… tienen la banca y lo tienen todo. Seguramente nos dejan divertirnos, de vez en cuando dejan que gane otro partido, pero la finca es de ellos. Yo lo tengo claro. Nos dejan votar cada cuatro años y que a veces salgan otros… “Deja a los chavales, ya volveremos. Aparte, qué más da que gane la izquierda, si esto es nuestro”.
¿Y qué puede hacer un ciudadano normal contra eso?
Mira, yo estoy en un punto muy desencantado políticamente. Creo que este país no tiene remedio, en serio te lo digo. La derecha es lo que es, la conocemos de sobra, sabemos lo que va a hacer. Tiene una cosa buena, y es que va de frente. Todo lo que hace Rajoy es muy previsible. A mí lo que haga la derecha no es que me dé igual, es que ya sé lo que van a hacer, y no me interesa, no es mi problema. A mí me importa la izquierda, que en teoría son los míos, y creo que la empanada mental que ahora mismo tiene la izquierda en este país… se ha metido en una dinámica de defender a cualquiera que se ofenda, de defender las cosas más tontas a veces, y la derecha va ganando elecciones. Estoy muy desencantado. Porque mi partido además era Izquierda Unida, y ya no le puedo votar. Yo quiero votar a Izquierda Unida, que es un partido que dice desde el inicio “hola, somos de izquierdas”. Ni perífrasis de los de abajo, ni hostias.
¿Ha sido ese el gran error de Podemos, no decir directamente “somos de izquierdas”?
No, a ver, lo hicieron bien, pero creo que lo explicaron mal. Ofendieron a mucha gente de izquierdas con aquello de “quedaos vosotros la bandera, la hoz y el martillo...”. Eso mismo, bien explicado… no es “vamos a disimular”, es “queremos ganar y vamos a aglutinar a la mayor gente posible para que nos vote”. Eso es un movimiento inteligente. Pero yo soy de izquierdas. Y hay muchas cosas de Podemos que no me parecen de izquierdas, igual que hay otras cosas que me parecen excesivamente de izquierdas.
¿Como por ejemplo?
Las discusiones en público.
¿Eso es de izquierdas o de derechas?
De izquierdas. Las discusiones entre Errejón, el otro… esto es La vida de Brian. No somos nada listos para eso. ¿No podemos discutir en casa? ¿Tenemos que darle al enemigo el trabajo hecho? “Claro, mira los chavales… van como locos”. “Ahí con el interné y eso”. Yo creo que la izquierda no tiene remedio. Estoy volviendo a lo que era Krahe.
Al anarquismo.
Yo soy anarquista, yo creo en la anarquía, yo quiero que esto explote. El caos, la destrucción.
¿Quién es más censora en los tiempos que corren, la izquierda o la derecha?
Ahí andan. La izquierda no debe boicotear nada, porque si la izquierda no es libertad, ¿qué coño es? Para eso está la derecha, para hacer boicots al cava y esas putas mierdas. O a una película. La izquierda no puede entrar en ese juego. Hace un par de programas hemos tenido a Don Jaime, que es el presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco.
¿Qué tal es?
Es un tío muy listo, muy inteligente, que sabía que iba a entrar en un aquelarre… y nosotros tuvimos el debate previo de “a ver, cómo planteamos la entrevista a este hombre”, porque le odiamos y él nos odia a nosotros, evidentemente. Vamos a disimular, él también, él es listo y sabe que entrar en la SER no le viene mal… pues nada, quedamos en dejarle hablar. Porque esa gente cuando echa a hablar se define. De repente nos contó que Franco había traído la democracia a España. Eso es una aberración, pero es muy importante escucharlo diciendo eso porque así entiendes cómo piensa el enemigo. Por eso compro yo los periódicos que no van conmigo, porque quiero saber. A mí me encantó oírle decir eso, porque en ese momento hubo consternación, pero de repente entendimos cómo funciona esa cabeza.
Da la sensación de que en España pensamos que todo es apología porque nos consideramos muy influenciables. Tan permeables que lo primero que oigamos lo vamos a incluir en nuestro ideario.
Totalmente. La izquierda organizando boicots, cazas de brujas… eso para mí no es izquierda. Automáticamente te une al facha. Hay otra rama: “Ah, es que si no decimos nada...”. Joder, pues mi madre, que vive en Salamanca, se ha enterado del autobús de Hazte Oír por los medios. Si ese autobús se pasea por aquí dos horas y no le hacemos ni puto caso… tiene un lado positivo esto, y es que, sin querer ellos, han puesto un debate encima de la mesa. “Oye, que hay gente trans”. A mí lo del autobús me indigna, evidentemente, pero hasta cierto punto. Si se pasea por la Gran Vía me da igual, pero si te vas a la puerta de un colegio y hay gente que está sufriendo acoso por ser trans y plantas eso, pues igual es delito y me cago en tu puta madre y te quiero pegar, claro.
¿Qué pasará en 50 años?
No lo sé, y si me pongo pragmático, me da igual. Me pasa una cosa: a mí me va bien. Es un pensamiento asqueroso y egoísta pero…
¡Eres rico! Lo dices abiertamente en tu biografía de Twitter.
Soy rico, no me escondo… tengo 40 años, yo ya he tocado la cúspide y mi vida empieza a decaer. Mi reflexión al final es: vamos a ver, si en un barrio obrero gana el PP, yo, que me va bien, ¿qué voy a ser, más papista que el Papa? La izquierda tiene una falta de autocrítica absoluta. ¿No ves que has perdido los barrios obreros? ¿No ves que has ganado Malasaña y has perdido Vallecas, con tus putas campañas cuquis?
Ya sé que tú estás en contra de lo cuqui.
Claro, porque es fascista (risas). Izquierda Unida, en campaña, cuando se alía con Podemos, por redes: gatitos, Garzón melofo, vale. Eso en Malasaña cala muchísimo. Luego nos reímos de Rajoy cuando va a un campo de remolachas: “Me emociono con las remolachas, y tal”. Ah, qué risa, Rajoy. Ya, ya. ¿Cuándo cojones has ido tú, cuándo has dejado Malasaña? ¿Sabes lo que es la PAC? ¿Te has preocupado alguna vez en tu puta burbujita de izquierda malasañera? Porque eso es lo que son. La izquierda está despistadísima, se ha vuelto muy cuqui. Hemos ganado en Twitter, vale, pero en Twitter no se vota.
En Twitter hubiera ganado el PACMA, pero desgraciadamente, toda esa gente de la que tú te ríes vota también, y no te está votando a ti. Como eso de reírse de la gente que ve Sálvame. ¿Pues no vas tú a ver el Atleti? Podemos tiene mucho clasismo de “yo he ido a la universidad y tú no” y a mí eso me jode mucho. Entra Pedro Sánchez una vez en Sálvame. ¡Pues claro! Joder, lo ven tres millones de personas. ¿Qué pasa, que no votan, que son idiotas? Es esta superioridad de izquierdas de “vivimos en el centro de Madrid, sabemos lo que es todo y somos súper listos” que no. Muchas Españas. Ahora tenemos PP para ocho años, y gracias a Pablo Iglesias.
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