José Luis Gómez: "Unamuno votaría a un político honrado que defendiera la lengua española"
"La RAE no es más machista que el resto de España" / "Azaña le diría a Puigdemont ‘Permítame, su señoría, que me sonroje yo en su lugar’" / "No se puede satanizar al intelectual de derecha" / "Las nuevas generaciones, que no han vivido la dictadura, no tienen ni idea de la calidad de nuestra democracia".
17 febrero, 2018 13:23José Luis Gómez es un hombre muy ocupado: anda buceando en los sonidos del lenguaje y en su memoria sentimental; anda absorto en las entrañas del texto, en sus humores líquidos. Se detiene a menudo mientras habla y piensa, sin pudores, al otro lado del teléfono. El actor, director de escena y miembro de la RAE sabe que las palabras van preñadas de dinamita, por eso prefiere guardar sus armas para cuando sean "útiles".
"¿Puede hablar más silábicamente?", pide a esta periodista. "Pero si usted es del sur, como yo". Risas. Al final dice Gómez que ser español es más grande que ser andaluz -ahí estará el quid-, porque incluye también el abrazo al "inmenso pensamiento" de Castilla o de Cataluña. Porque incluye la succión de todas las venas de un país múltiple.
Ahora dirige y protagoniza Unamuno: venceréis pero no convenceréis, en Teatro de La Abadía. Le inquieta la Memoria Histórica. Entiende que las heridas del pasado sangran -calientes- en el presente y aún nos traen respuestas. La palabra de ayer es el oráculo de hoy, ¿podremos aprender, podremos darle la vuelta? Muera la muerte. Viva la inteligencia.
Me dice usted que Unamuno era una figura conflictiva para la izquierda y para la derecha. Bueno, él dice que siempre fue él mismo, lo dice una y otra vez en sus escritos. Hay textos muy enjundiosos, y hasta graciosos, donde dice “se me acusa de ser un hombre de contradicciones”, y añade: “El que no se contradice es que nada dice”. Da que pensar. Yo siempre había tenido cierta distancia con las personas que cambian de opinión según… pero luego me di cuenta de que si una persona se forma una opinión en una determinada circunstancia y, más tarde, la circunstancia cambia, debe caber la posibilidad de que su opinión cambie. Es un hecho que Unamuno era un hombre republicano y socialista, lo fue durante mucho tiempo, pero a Unamuno lo que le abruma y sorprende es el salvajismo del enfrentamiento que se estaba produciendo entre españoles ya antes del levantamiento militar.
Hay una serie de insurrecciones contra la República: violencia callejera, quema de conventos, crímenes… y él reclama orden, y dice en sus escritos “en aquel momento crítico era indispensable ponerme junto a los militares, sólo ellos podían restablecer el orden”, ¡pero él no sabía lo que conllevaba aquel golpe militar de Franco! Durante 15 días, todos se sublevaban al grito de “¡Viva la República!”. Sólo 15 o 20 días después la cosa cambia y empiezan a ensalzar al fascismo.
El llamado “campo nacional” en realidad era el “campo rebelde”, porque se había levantado contra la legalidad. No se conformaron con ayudar a la República a restablecer el orden, sino que quisieron destruir la República. Y con una represión absolutamente ilegal, cuando ellos tenían todo el control del poder… se mataba y se fusilaba sin juicio alguno. Bien, estos son los hechos. Pues Unamuno va viendo el espanto de aquella represión muchas veces indiscriminada. Se fusila a alguien por ser masón sin saber ni qué es la masonería, cuando en muchos aspectos es, digamos, una cosa respetable. O por lo menos hay que conocerla para formarse una opinión un poco certera. El caso es que a Unamuno todo esto le va haciendo cambiar de opinión. Él ve cómo fusilan a sus amigos en Salamanca, cómo llegan escuadras falangistas desde Valladolid… a él no lo matan después del Paraninfo porque habían matado a García Lorca, si no le hubieran matado a él también.
Por eso el acto del Paraninfo, el “venceréis pero no convenceréis”, es para él un acto de expiación en el sentido más profundo y religioso de la palabra. Él era religioso. No es que fuera un católico al uso, pero sí un cristiano profundo. Sus palabras con necesarias para nuestro presente, resuenan como si hubieran sido escritas hoy. En España se ha vivido una quiebra de la convivencia gravísima, para nuestro futuro y nuestro presente. Todo esto ya se produjo: la quiebra de la convivencia, y de una manera muy cruenta.
¿Que si siguen existiendo esas dos Españas del 36 o ahora hay otras? Pues oiga, yo creo que las grietas que se han producido ahora con Cataluña no tienen la profundidad de las del 36. Hay que tener en cuenta que, posiblemente, la guerra civil es la mayor tragedia de la historia española, pero la crisis catalana es la mayor quiebra de la convivencia que hemos vivido durante la democracia española, ¡es la mejor democracia que hemos tenido en nuestra Historia! No somos los españoles muy conscientes de esto, y las nuevas generaciones, que no han vivido la dictadura, no tienen ni idea de la calidad de nuestra democracia. La costumbre, el hábito y la indolencia del día a día nos hacen olvidarlo.
Me dice usted que lo primero que hizo Méndez de Vigo al llegar a su despacho fue descolgar el retrato de Unamuno de Gutiérrez Solana. Bueno, yo no sé qué le parecería esto a Unamuno… no lo sé. Mire, a mí me parece que Méndez de Vigo, con las posibilidades que tiene y, digamos, con los fondos que le atribuye el Gobierno a la gestión de la cultura lo está haciendo bastante bien.
Hay que tener en cuenta que Unamuno dice cosas como ésta: “Lo que algunos cuitados han dado en llamar la Antiespaña, no es sino otra cara de la misma España que nos une a todos con nuestras fecundas adversidades mutuas”. Cuando los fascistas en el Paraninfo hablando de vascos y catalanes como los cánceres de España, Unamuno les grita: “¡Cómo puede ser eso! Dejaré de lado la ofensa personal que significa la repentina explosión contra vascos y catalanes. Se les ha comparado con los cánceres en el cuerpo sano del país. Se les ha llamado ‘antiespaña’. Unos y otros somos españoles”. De Unamuno tenemos que aprender a ponernos en la piel de los demás. El mayor efecto cohesionador son las palabras de Unamuno cuando sale en defensa de vascos y catalanes.
¿Que qué tiene que aprender el presidente del Gobierno de Unamuno para arreglar la situación con Cataluña? Unamuno no era un político, era un hombre de pensamiento y sentimiento. Yo, por otra parte, no acostumbro a juzgar las acciones de los políticos. No es una cosa que esté dentro de mi ámbito. Creo que se opina demasiado y con demasiada ligereza. Me cuenta usted que a Unamuno le hicieron un homenaje en el Congreso el año pasado. ¿Que a quién votaría hoy Don Miguel? Bueno, yo tengo mis opiniones y no coinciden con las oficiales o las publicadas, pero me las reservo para cuando puedan ser útiles, no simplemente una manifestación de mis preferencias. No tengo ni idea. Igual se lo pregunto estos días a Don Miguel (ríe).
Yo creo que Unamuno votaría a aquel hombre político que fuera tan honrado como él, que defendiera hasta el final la convivencia entre españoles, que situara en un lugar absolutamente preferente la lengua española como elemento cohesionador… tanto de los españoles como de otros españoles que están en el Atlántico, o por lo menos, que tienen una huella española que los conforma: toda iberoamérica. Los españoles ignoramos que España está en iberoamérica. Realmente no hay nada más que ir y sentirlo. Uno va a La Habana, con un régimen distinto al nuestro, o va a Venezuela, y se encuentra con los sonidos de nuestra lengua, la que compartimos… la lengua trae memoria. Memoria nuestra.
Yo sí creo que la patria es la lengua, ya que usted lo pregunta. La lengua nos conforma de manera absoluta. Trae consigo memoria, humores líquidos, estructurales de las personas, de sus sentimientos disueltos en palabras… sentimientos disueltos en gramática y sintaxis. Una manera de ser, una manera de pensar, cómo nos ha ido haciendo la Historia. Todo eso lo contiene la lengua.
Me pregunta usted qué le diría hoy Unamuno a Puigdemont. Me viene mejor una frase de Manuel Azaña. Azaña intervino en la acción política desde lo que él llamaba la “zona templada del espíritu”. “Yo actúo”, dice él, “desde una zona templada del espíritu donde no hay odio ni rencor; ahí sitúo yo la República”. Don Manuel le diría al diputado y ex presidente de la Generalitat: “Señor Puigdemont, permítame, su señoría, que me sonroje yo en su lugar”.
Me recuerda una frase de Unamuno: “Mi objetivo es agitar y molestar a la gente. No estoy vendiendo pan, estoy vendiendo la levadura”. Oiga, yo creo que eso de “molestar” era en sentido figurado. Unamuno era un hombre de bien, era un hombre bueno en el sentido más profundo y cervantino de la palabra, un hombre integralmente bueno. Cuando dice “molestar” quiere decir “inquietar, remover”. “Se ha hablado aquí de una guerra en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no: ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo”. Se refería a que el concepto “guerra civil” excluye la crueldad y yo diría que la falta de compasión de la guerra en cuanto el término “civil” se integra. Hay civilidad, civilización. “No son unos españoles contra otros, sino una España contra sí misma, un suicidio colectivo”.
¿Qué es más fácil, ser un intelectual de izquierdas o de derechas en este país? Bueno, yo creo que la confrontación de ideas es justa y las personas tienen derecho a ser intelectuales de derechas o de izquierdas. No se puede satanizar al intelectual de derechas... Yo tengo respeto por todas las opciones, y mi intención es que los debates se resuelvan sin insulto, con argumento, desde la zona templada del espíritu… Decía Unamuno: “A nadie, sujeto o partido, grupo, escuela o capilla le reconozco la autenticidad y menos aún la exclusividad del patriotismo. En todas sus formas, aún en las más opuestas y contradictorias entre sí, en siendo de buena fe y de amor, cabe salvación civil”. Me niego a satanizar a nadie.
No creo que en España la cultura sea de la izquierda. Tradicionalmente, la izquierda ha tenido un interés más continuado por el hecho de la cultura, pero no siempre se ha plasmado en realidades, esto también hay que decirlo. Hay que ser justos, no culpar de manera indiscriminada. Se podría hacer mucho más y se debería haber hecho mucho más. España es un país donde la vigencia de la cultura española está por debajo del propio valor de la cultura española, y eso tiene que ver con la acción de los gobiernos. ¡De los gobiernos! No del Gobierno. De todos los gobiernos que se han ido sucediendo.
España no es su Gobierno. No podemos identificar al país con los gobiernos. Se critica a Israel en todos los sentidos por muchas razones, por los palestinos, por el papel que juega en Oriente Medio… pero Israel es muy complejo. Y no se puede identificar el pueblo y la realidad histórica de Israel en el siglo XX y XXI con los gobiernos que vaya teniendo cada vez. No creo que la izquierda haya utilizado a la cultura para hacer márketing, como usted pregunta. Sé que es una tentación fácil y reprobable, pero estoy convencido de que nuestro deber como españoles es poner en valor nuestra lengua y nuestro pensamiento. Y no se ha puesto en valor de manera suficiente: lo vemos en la muy endeble representación de personalidades españolas en las instituciones europeas, y en que el español, que es la segunda lengua vehicular del mundo no sea oficial en Bruselas.
¿Que si detecto herencias del franquismo en 2018, quizá a partir de la crisis catalana…? Estos estallidos… Un españolismo que excluye particularidades regionales es absurdo, es reprobable, sólo ahonda en la escisión. A nuestros hermanos catalanes y vascos hay que decirles esto: ¡unos y otros somos españoles! Yo, además, soy andaluz. Pero ser andaluz no me va a quitar mi adopción más profunda. Es más grande ser español que ser andaluz. Porque ser español incluye el inmenso pensamiento de Castilla, el inmenso pensamiento de Cataluña, el inmenso pensamiento que circula por las venas de este país, que es múltiple…
Me pregunta usted por la RAE y que qué me parece que de 46 académicos, sólo 8 sean mujeres. ¿Que si es machista, la RAE? No lo es, no más que el resto de España. La RAE está incluyendo a velocidad de vértigo a mujeres académicas, llevan 4 o 5 en los últimos tiempos… mire doña Clara Janés, y ahora no recuerdo otros nombres, pero… la RAE está incluyendo a más mujeres que a hombres, y está corriendo hacia un estado de cosas que es generalizado en el país. [En los últimos siete años han accedido 10 hombres y 6 mujeres].
La situación generalizada es caminar hacia la igualación, y está claro que la representatividad y la remuneración igualitaria de mujeres y hombres en la sociedad es una cosa necesaria y una asignatura pendiente, pero esto no es una labor de… no incurre en esa injusticia sólo la RAE, sino toda la sociedad, que arrastra esto desde hace mucho tiempo. De nuevo, abogo por abordarlo desde la templanza del espíritu.
Dice usted que Félix de Azúa empleó el término “feminazi” en una entrevista. ¿Que si acabaremos recogiéndolo en la RAE? Pues yo le digo que la inclusión o matización de términos es un trabajo largo que se está haciendo con buena fe. La Academia recoge las palabras tras un largo debate entre personas muy capacitadas y sopesa muchísimo los pros y los contras. Si no ha incluido “feminazi”, razón tendrá.