Recientemente, hemos visto cómo en el programa Operación Triunfo, uno de los más seguidos de nuestro país, se producía una situación que mostraba claramente el nivel de transfobia que aún existe en la sociedad.
Los concursantes tenían que realizar un ejercicio de improvisación según las directrices que les diera el profesor y una de las directrices fue decirle a un chico cishetero (por favor, aprendamos que esta palabra es puramente descriptiva, que aún hay gente que se ofende porque le expliquen que es cisexual, es decir, que no es trans) que actuara como si hubiese descubierto que su novia es trans. Como era de esperar, la reacción fue una burla nada disimulada, usando un nombre masculino para referirse a su supuesta novia imaginaria, con referencia a los genitales para explicar por qué la noticia le dolía, con risas compartidas por el resto de concursantes y con ninguna reprimenda del profesor.
Tras las reacciones ante este incidente, las disculpas no tardaron en llegar. Y aunque la disculpa del profesor pareciese más bien un intento de proteger a los concursantes asumiendo toda la responsabilidad, y no se hiciese ningún ejercicio pedagógico de explicar por qué aquello estuvo mal, podemos asumir que había sinceridad en las disculpas y que todas las personas involucradas lamentan lo sucedido. Este artículo no va de atribuir culpas ni de señalar a nadie. Va de reflexionar sobre por qué suceden situaciones transfóbicas y cómo podemos evitarlas.
Educación contra la transfobia
Lo primero es entender por qué esto ha sido una muestra de transfobia. Es entender que una chica trans es una chica, y que llamarla Paco es despectivo. Es entender que reducir toda la realidad de una persona a sus genitales es cosificar y deshumanizar. Y es entender que las personas trans son de los colectivos más discriminados de nuestra sociedad y, aunque cada vez menos, en muchos casos, son condenadas a la exclusión social, la extrema pobreza y el rechazo de su entorno. Burlarse de personas que sufren estas circunstancias sociales es, directamente, un acto de desprecio.
Y como seguro que todos sabemos, la forma de evitar que sigan sucediendo situaciones tan dolorosas es la educación. Una educación basada en los derechos humanos y en el respeto a la diferencia. Sin embargo, una de las cosas más chocantes de este caso es que el referente LGTBI Paco Tomás fue a dar una formación al programa, en la que dijo algo tan cierto como acertado: “Si yo no me río, no es un chiste, es una burla”. Entonces, habiendo tenido esta formación, ¿qué fue lo que falló?
Formación específica
Pues, a mi juicio, el problema estuvo en que las personas implicadas no recibieron una formación específica en realidades trans. Los principios generales están muy bien, pero hay que saber aterrizarlos en la práctica cotidiana y para eso, la visibilidad de referentes trans es imprescindible. Si cuando tienes que improvisar, lo primero que se te viene a la mente cuando te mencionan a una persona trans es un chiste sobre un machito que se horrorizó al descubrir que su novia tenía pene, es que no has tenido referentes que te hayan contado cual es la realidad que viven las personas trans.
Si pudieras ponerle cara a algo tan abstracto como las “realidades trans”, la cara de alguien que te ha contado todo lo que ha tenido que sufrir por vivir en una sociedad transfóbica, ese chiste no te haría ninguna gracia y no se te ocurriría contarlo.
El conocimiento de las realidades trans es imprescindible para alcanzar la igualdad real. Tenemos que dejar de reproducir imágenes estereotipadas y denigrantes de las personas trans en los medios de comunicación, tenemos que acercar a personas trans de carne y hueso a los colegios e institutos y tenemos que potenciar referentes trans positivos. Pero, por encima de todo, tenemos que seguir luchando, con mucha pedagogía, para que todos entendamos que la dignidad es un derecho humano inalienable que pertenece a cada persona, también a las que no se parecen a ti.
*Marcos Ventura, coordinadora del grupo trans de FELGTB