No es un juicio con intereses económicos. Lo que está en juego es la reputación de Johnny Depp. La del hombre que conquistó al mundo -tantas veces, en tantas películas: de Sweeney Todd a Miedo y asco en Las Vegas- y que ahora se convierte en un villano perfecto. En un auténtico terror, en un coche sin nadie al volante. Es un personaje inabarcable, excesivo, adicto a esto y a lo otro, colmado de excentricidades. Aquí una personalidad problemática que supo canjear con maestría en el cine, inyectando siempre cierta rareza, cierta neurosis, un aura misteriosa e inadaptada a cada uno de sus personajes más significativos.
Quizá todos aquellos hombres conflictivos y divinamente frikis eran, en el fondo, él mismo: un tipo que no se soporta, que cree que el mundo es suyo, que desarrolla un carácter terrorífico a partir de su condición de politoxicómano y que se muestra permanentemente irascible, como a punto de estallar. Hemos visto, en los últimos años, cómo se malogra por dentro y por fuera: nos consta que este caso trasciende a la estela del Me Too.
Es un asunto de género, por supuesto. De violencia de género. De violencia machista. Pero también es algo más: la historia de una perdición. De una huida hacia adelante. Han arrancado las sesiones en las que se dirimirá si el periódico The Sun difamó al célebre actor en uno de sus textos, asegurando que era un “maltratador”, un “golpeador de esposas”. Pero hay más: es a partir de este proceso que están saliendo a la luz los dramas de ayer y de hoy del protagonista de Piratas del Caribe. Sus traumas. Sus secretos infantiles y adultos. Ojo, no es su única causa abierta. Tiene otra -que aún no se ha inaugurado- contra su exmujer por escribir una tribuna en el Washington Post hablando de sus abusos machistas.
Historia de un adicto
“Odio defender las drogas, el alcohol, la violencia o la locura para cualquiera, pero siempre han funcionado para mí, pero eso no me convierten en un monstruo”, dice él. Empezamos bien. Aquí una vida turbulenta, de sombras, de adicciones. Incluso una feroz doble personalidad, un desdoblamiento peligroso del carácter de Depp, que ha sido acusado ante el Tribunal Superior de Londres de tener un alter ego bautizado como el ya citado "monstruo”, es decir, un tipo que habita dentro de él y que saca a paseo cuando está especialmente furioso, celoso… o bajo el efecto de las drogas.
Esto último trae cola: Depp admite que se droga desde los once años. Admite que es un adicto que ha intentado dejarlo mil veces y ha recibido ayuda de sus amigos. Miren la carta que le escribió a su compadre Elthon John y que también ha salido a la luz en el juicio: “Mi querido Elton, cien putos días de claridad para un viejo como yo. Nadie lo hubiera creído posible nunca excepto unos pocos, tú el más importante. Me hubiera tragado el monstruo si no fuera por ti".
Aunque se sabe enfermo, se esfuerza por recalcar que no ha dejado de poseer los “valores” de un “caballero sureño”, que él mismo padeció maltrato siendo un niño y que no golpearía a una mujer “bajo ninguna circunstancia”. Su antigua pareja viene fuerte: Amber Heard le acusa de haberle infligido “actos prolongados de violencia, como golpes y bofetadas repetidas”. Señala que la agarró por la garganta, que la arrastró por todo el suelo agarrándola del pelo, que le rompió la nariz con tanta virulencia que salpicó la pared de sangre.
Heard no titubea. Acude a los juicios de la mano de su hermana, Whitney Henríquez, y de su abogada Jennifer Robinson. The Sun la avala y dice que puede demostrarlo con el registro de catorce presuntos incidentes de violencia doméstica, incluida, ojo, una situación escalofriante que la propia Heard define como “mi secuestro de tres días”.
¿Quién defiende a Depp?
¿Quién defiende a Depp, que hace años que está acabado? Bueno, la cantante Vanessa Paradis y la mismísima actriz Winona Ryder. Estas dos últimas mujeres han sido sus parejas durante largos años y le adoran, dicen que jamás fue violento con ellas. También el guardia de seguridad Travis McGivern, que trabajó para Depp durante su relación con Heard, y a quien habría llamado en varias ocasiones después de ser "atacado" por ella para pedirle ayuda.
¿Qué dice él? Que tiene unas pruebas que demuestran una lesión en su dedo, que vendría a decir que fue él quien sufrió la violencia de su pareja en el contexto de su “tempestuoso matrimonio”. Veremos. Se ha encargado, también, de definirla en el juicio como una “sociópata narcisista”.
Su historia de amor
¿Cómo ha acabado una relación de amor en este cruce terrible de acusaciones, en este contexto de salvaje violencia? Los ahora enemigos íntimos se conocieron en 2011, en The Rum Diary. “Ella era preciosa y estaba aparentemente interesada en mí y en mi trabajo. Me enamoré. Ella me bombardeó también con lo que parecía ser amor”, describió Depp. “No fue hasta mucho después que entendí que ella estaba cumpliendo uno a uno los puntos de su agenda, es decir: casarse conmigo para verse beneficiada en su carrera y salir ganando económicamente”.
Para muestra, un botón. Dice Depp que la chica, al comienzo, no paraba de decirle cuánto admiaba todas sus películas, pero más tarde admitió que no había visto ninguna. “Es una personalidad límite y calculadora. Diagnosticada. Es completamente deshonesta emocionalmente”, espetó ante el Tribunal Superior. “Ahora estoy convencido de que entró en mi vida para quitarme todo lo que valía la pena en ella y para destruir lo que quedaba de mí”.
“Amber me cortó el dedo con una botella de vodka rota que me había tirado previamente”. Coincide que la denunciante coloca ese episodio en el contexto de su presunto “secuestro de tres días”, donde la habría sometido a “una larga tortura”. Recuerda él cómo Heard empezó a volverse agresiva “verbalmente” allá por 2014, cuando en un vuelo privado ella, presuntamente, empezó a insultarle y a llamarle “marica” y “cobarde” por “huir” de las pelas con ella. “Más tarde se volvería físicamente violenta también y tenía por costumbre pegarme en la cara”. Hay una prueba auditiva, eso sí, en la que se escucha a Heard recriminarle ser “un bebé” y él le pregunta “¿por qué comienzas y provocas peleas físicas?”.
Ambos se grababan
Hay un dato increíble: la pareja, tanto ella como él, grababa al otro ¡en secreto! Cada uno por sus propios motivos. Y, además, ambos creen que esas grabaciones sirven para demostrar la violencia del otro. Depp dice que él la grabó para ser “honesto con sus recuerdos”, porque era consciente de que luego su memoria posterior de sus conversaciones con ella sería “radicalmente diferente”. Ella dice que hizo lo propio para “recordarle a Johnny lo que hacía cuando tomaba drogas o alcohol, porque luego no lo recordaría o negaría que lo había hecho”.
Ella ha presentado un vídeo (que se escucha y se ve mal) pero en el que se detecta a Johnny dándole patadas a unos armarios… porque había estado desayunando tinto. Él lo reconoce. “Sí, golpeé algunos armarios. Claramente, no estaba en mi mejor estado mental”. No fue la única vez, claro. La actriz Ellen Barkin, que fue su coprotagonista en el filme de 1988 basado en el libro de Hunter S. Thompson, Miedo y asco en Las Vegas. Barkin confesó que él era un hombre “celoso, controlador” y que generaba una sensación de “tensión y violencia” a su alrededor”.
“Una vez tenía un rasguño en la espalda que lo volvió loco porque decía que eso significaba que había tenido relaciones sexuales con un hombre que no era él”, contó. Además, añadió que Depp estaba frecuentemente “drogado” durante el rodaje de la película y que le tiró una botella a un asistente durante una reyerta en una habitación de hotel.