Alberto Corazón, el artista total que diseñó la modernidad de España
Pionero en España del arte conceptual, la edición, el diseño y el activismo social en la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido a los 79 años de edad.
España es un país poco agradecido con sus propios inventores y artistas. Hay que ser muy singular y constante para triunfar y sobre todo para ser reconocido en la vejez. Se nos ha ido, antes de llegar a la frontera de los 80, uno de los pocos espíritus de buen corazón, como su propio apellido ya indicó en su partida de nacimiento. Él siempre tuvo tiempo para los amigos. Pocos he conocido con las ganas de Alberto de reconciliar a aquellos que él conocía y que se habían apartado entre ellos. De entre todas sus cualidades, que fueron muchas, me gustaría destacar esa propia de nuestra (cada día más olvidada) “transición”: la de unir amistades y la generosidad en todo momento.
Alberto Corazón fue pionero en muchas cosas, fue uno de los fundadores de la editorial Ciencia Nueva (luego vendría Visor y Alberto Corazón Editor); fue uno de nuestros primeros diseñadores, de libros y de industria; fue uno de nuestros primeros artistas conceptuales, fue también uno de los primeros activistas social y artísticos; y fue un iniciador de los 'espacios alternativos'. Tal como Equipo Crónica empezó su andadura en los tiempos de Franco. Estuvo con ellos en la Bienal de Venecia de 1976, reivindicando el arte español, el que ellos hacían y el de otros en otras líneas de pensamiento. Ni Manolo Valdés ni él fueron nunca excluyentes con lo que otros hacían; ni entonces ni después. En 1979 expuso en Nueva York su proyecto antológico denominado Leer la Imagen 3, que ya antes había presentado en Madrid en 1977.
Para Corazón el diseño de identidad fue un elemento dinamizador y de modernización de la sociedad española tras la muerte del dictador.
Podemos contar por cientos los libros que Corazón diseñó, pero también los logotipos de instituciones y la identidad corporativa de empresas españolas, como la de la Biblioteca Nacional, la Casa de América, la ONCE, el Ministerio de Sanidad y Consumo, la Junta de Andalucía, la Comunidad de La Rioja, Paradores, Renfe Cercanías, la SGAE, etc. Para Corazón el diseño de identidad fue un elemento dinamizador y de modernización de la sociedad española tras la muerte del dictador.
Eso explica también que, precisamente a diferencia de lo que sucedía en Europa, fueran básicamente las instituciones las que impulsaron esta regeneración de modernidad a través del diseño. Esto se produce en el diseño gráfico, y en el diseño industrial, donde aparece una industria que antes no existía. Corazón creará aquel teléfono Domo de Telefónica. Hace un año el Museo de la Cultura del Vino (de los hermanos Vivanco) en Briones, presentaba quizá la última exposición de Corazón, exposición que partía de su profundo conocimiento de la Historia del Arte: "cada época y cada escuela tiene su bodegón, casi como un ejercicio emblemático". Alberto Corazón destilaba su erudición en unas obras, explorando cómo otros representaron el mundo del vino en sus bodegones.
Recibió muchos premios como en 1989 el Premio Nacional de Diseño o la Medalla de Oro del American Institute of Graphic Arts. En noviembre de 2006 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando introduciendo la disciplina de diseñador en dicha institución. Su exposición recorrió España, pero no llegó a entusiasmar a una crítica abobada en conceptualismos cuando él había sido pionero aquí. Hace años, en una entrevista que le hice donde le preguntaba cuál había sido su clave para establecerse y permanecer como diseñador fue explícito y crudo: "Aguantar y estar en la pelea", no dejarse vencer por el pesimismo y la envidia permanente de la España de siempre. Quizá todo ello lo aprendió en su juventud como centrocampista: lo mismo que Eduardo Chillida empezó de portero de fútbol.
Para mí, Alberto Corazón ha sido un artista total de la segunda mitad del siglo XX, ha escrito, diseñado, dibujado y pintado. Ha hecho esculturas de una enorme sensibilidad como el conjunto de cuatro relojes de sol y dos relojes de luna en la Glorieta de la Puerta de Toledo de Madrid en 1988. Siempre ha estado en su pensamiento visual el paso del tiempo: los bodegones con su concepto de vanitas, de que todo perece en este mundo, y esa presencia del gnomon, como los menhires en la Prehistoria, cuya sombra sobre una superficie, con una escala, nos indica imperturbable la posición del Sol.
Era como un extrovertido y actual Pio Baroja, de buen talante. Corazón lo observaba todo, como el novelista
Siempre le he visto -en su casa de la Florida, ese barrio tan vasco a las afueras de Madrid- como un extrovertido y actual Pío Baroja, de buen talante. Corazón lo observaba todo, como el novelista: desde el reloj de sol de la torre de la iglesia de Urrugne (en el País Vasco francés) a los sentidos que damos al tañido de un reloj monótono y triste; como lo hizo Baroja en su primer libro editado, Vidas sombrías de 1900.
Su estética está muy unida a los proverbios en piedra que adornan los cuadrantes, tan conceptualistas siempre. Corazón supo que un aquila non capit muscas (que el águila no caza moscas), que no es importante ocuparse de pequeñas cosas. La última vez que le vi, ya en la calle a la que había venido a vivir en el centro de Madrid, precisamente una antigua imprenta, me dijo que vivía al día: "Cuando sale el sol, hay esperanza, cuando se pone, hay paz". Hoy se ha cumplido la sentencia tallada en la piedra de la iglesia de Urrugne, la que Baroja grabó en su casa: "vulnerant omnes, ultima necat", cada hora que pasa nos arranca algo, la última nos mata. Pero su buen corazón y su obra seguirán latiendo.
Alberto Corazón Climent nació el 21 de enero de 1942 en Madrid, ciudad en la que murió el 10 de febrero de 2021 a los 79 años.
*** Kosme de Barañano es Historiador, crítico y catedrático de Arte.