Diego El Cigala no es un hombre, sino una fuerza de la naturaleza: uno de esos entrevistados tan queridos en la lejanía y tan temidos en las distancias cortas, con tensa admiración, que no sabe una por dónde va a salir, por dónde vendrá esta vez el tornado, por dónde arrasará el huracán imposible de este manojo de nervios y de arte profundísimo e insolente. Así son, en verdad, los grandes personajes de la vida y de la cultura: impredecibles, juguetoncísimos, francos, errantes, hedonistas, bulliciosos, abracadabrantes.
Cuando El Cigala llega aparecen siempre a la vez el ser humano, el genio y el figura, como la Santísima Trinidad: sigue siendo, a sus cincuenta y dos, aquel niño salvaje e inspirado que nació en el barrio de Embajadores en Madrid y que enseguida dejó al mundo callado con su cante, con su personalidad y con su arrojo, porque cantaba y canta como los sabios de garganta, como los flamencos que filtran las penitas y los amores de los siglos por la voz hermosa y agrietada, como los expulsados, como los rotos, como los ardientes.
Todo lo que toca lo anima, en el sentido hondo de la palabra: le da vida, lo pone a andar. Copla, flamenco, canción cubana. Es un artista de culto en vida, a ver cuántos pueden decir eso: recuerden su Lágrimas negras con Bebo Valdés al piano, que le valió la ovación mundial de la crítica, todos los premios habidos y por haber y la genuflexión del público en los mejores teatros del mundo.
Como abre él la segunda edición de Caprichos musicales -en el parador de Nerja el 12 de junio- y aún no ha llegado a España, hablamos por llamada de Whatsapp conexión Punta Cana-Madrid, fíjense ustedes qué dolor más grande: escucharle únicamente la voz al artista gitano y sólo imaginarle las gafas de sol en el cráneo con su mítico pelillo rizado -como el cristo de Mena-, con su nariz imponente, con sus sellos en los dedos y sus palmas acompasando la conversación. Pero bueno: tiraremos de fantasía.
“Yo es que me levanto flamenco ya por la mañana”, me cuenta. “Ser flamenco es ser muy intenso y también muy tranquilo, al mismo tiempo. Si no, no sería flamenco: hay que tener esa enjundia, esa magia que te absorbe y también esa libertad para tener tus espacios de tranquilidad para poder crear y estar”.
¿Y cómo se hace lo de ser flamenco?, le pregunto. Y se escucha a través del teléfono: “Pues así”, y suenan unas palmas y una coplilla improvisada de golpe. Los compadres le hacen los coros saliendo de la nada. “Vamos, papas con tomate… así… por ejemplo… ahora tacatá”, canta El Cigala, y nos descojonamos. “¿Has visto?”. Sí, claro que he visto. “Nos levantamos por la mañana con nuestro cantecito, los flamencos. Y nuestra cervecita que no falte. Sin música no se puede vivir, cariño. Aquí hemos venido a vivir intensamente, a comérnoslo todo… pero claro, vivir así también duele mucho y te llevas unas decepciones de tres pares de cojones”, chasquea.
Dice Diego que el flamenco -el tipo flamenco- es difícil de querer, de querer de verdad, de aguantar, vamos. “Hay que darle muchos cariñitos, mucha ternura y comprensión. Así sí que se nos consigue”, adelanta. “A mí a lo largo de la vida ha habido muchas mujeres que me han fascinado, empezando por mi esposa, que en paz descanse, que era lo más hermoso y luminoso de la tierra. Y tengo dos hijos maravillosos. Ahora estoy enamorado de una colombiana, pero enamoradísimo, ¿eh? El amor es mejor que un bocadillo de salchichón. Yo sé que me he enamorado cuando estoy muy atento a esa persona y esa persona lo está conmigo. Me siento amado, querido, desbordado. Que te cuiden es mavilloso”.
El Cigala cree que ya no se canta como antes. Que hay un quejío viejo imposible de emular en el Estado del Bienestar, un sonido verdadero que sólo salía de los disgustos de otro tiempo: que hay que cantar como el que llora en la cárcel, que hay que cantar como el que pasa hambre, que hay que cantar como el que ha perdido al amor de su vida. Y así canta él, como en agonía, como en lanzadera. “Es que el flamenco tiene todas esas vertientes que dices. Se han pasado muchas fatigas, coño, muchos momentos fuertes y de faltas. Esa época de los tablaos dura, como la que vivió mi padre con Caracol, y con Camarón, y con toda esa gente. Yo de eso he vivido la última etapa pero te digo que hay que pasar fatigas para cantar así, porque el flamenco es un lamento, no es una alegría como dice la gente”, cuenta.
“El flamenco no son las sevillanas, no son ‘ay, viva mi tierra, ole que ole’, no. Es un dolor y un estado de ánimo. Hoy la gente canta peor porque no se trata solamente de estudiar. Yo he estudiado pero lo que he aprendido de verdad lo he aprendido de la calle, de la vida, que es la mejor escuela que se puede tener a la hora de cantar. Hay que tener vivencias para cantar: si no, estás vacío y no puedes contar nada. Y luego hay que tener un poquito de conocimiento del cante, de los palos básicos de toda la vida y llevarlos a tu manera, a tu cosa personal. Pero es que la mayoría de gente no tiene personalidad, cariño”, relata El Cigala.
Cree que el flamenco ya es patrimonio de la humanidad, que “ya lo dejaron los grandes” y que es “difícil darle la vuelta” con “muy buen talante, muy buen porte y mucha gracia”. Le digo que yo a él lo he visto en concierto persignándose metiendo los dedos en la copa que llevaba al lado, como si fuera agua bendita. Se parte. “Pues como si lo fuera, sí. Me persigno siempre, siempre hablo con dios antes de salir al escenario. Le pido a dios por todos, le doy gracias por cada día, porque todo me vaya tan bonito, por la vida y por todo lo que me depara. Mi nazareno bendito está conmigo”.
¿Tú tienes conversaciones con dios, Diego?
Pero cada dos por tres, vaya. Nos jinchamos’ de hablar. El nazareno no me suelta de su mano. Él me dice que me ama mucho y yo le digo que yo le amo más a él, pero es imposible, porque su amor es infinito.
Pues cuando yo le he hablado a mí no me contesta.
¡No puede ser eso! Si tú te caes mil veces, él te levanta. No te olvides de que él dio su vida por nosotros. Dios entregó a su hijo a que tanto amaba por nosotros, tú imagínate, Lorena, si nos debe querer y amar. Clavadito en la cruz, pum.
¿Y a ti te regaña dios a veces?
Sí, me regaña de unas maneras durísimas. Me deja planchado. Me dice “no seas malo, que te voy a dejar sin cantar, no seas canalla, que te voy a poner afónico y verás…”.
En los días de resaca se te aparece para meterte un toque.
Sí, es que yo hablo con él todos los días, se me aparece, hasta cuando me levanto malhumorado. Pero cuando estoy de resaca él me regaña un poco y a mí me viene muy bien porque yo le digo “padre celestial, ayúdame, qué sufrimientos más malos estoy pasando ahora mismo” (ríe).
Dice El Cigala que la vida son pocas cosas pero que se resumen en “estar entre buenos amigos, cantar mucho, bailar mucho, reírse mucho y tener muchas anécdotas, y luego irte a la cama súper feliz”.
A la cama de día, ¿no?
Sí, de día llego a veces, pero llegas a la cama. El caso es que llegas. Es muy importante acompañarse de personas arrolladoras y divertidas que te acompañen bien. Para mí ahora el día perfecto es estar rodeado de mi familia entera, de mis hijos enteros, de mi compañera… y dar un concierto buenísimo. Cosas así. Estar con tu compañera, que es lo que más amas del mundo, tener una buena cena y luego una noche de amor. ¡Vamos allá! Tacatá.
¿Tú qué has aprendido del sexo?
(Se parte). Yo del sexo he aprendido a darle a la lengua.
Así que lingüística.
Eso es.
Antes se estilaba menos, ¿no? Lo que os costaba a los hombres…
Ay, sí, qué gracia, qué arte tienes. Es que hemos tenido que aprender mucho. Eso se perdió un poquito y ahora como que se va avanzando más. También he aprendido a mover la cinturita, como con el hulla-hop (se ríe a carcajadas). “Dale con el hulla-hop, dale con el hulla-hop” (canta)…
Cigala, ¿para qué sirven las drogas?
Para nada. Para la muerte y la destrucción, solamente pa’ eso.
Qué serio, de repente.
Hombre, es que es así. Bueno, la verdad que lo mejor del mundo es fumarse dos petardos al estilo del tito Bob Marley, te acuerdas de él, te lo fumas y pa’lante. Pero las drogas sintéticas y los psicotrópicos y las drogas duras, el perico y todo esto… ruina. Pa’ qué queremos eso, si sólo trae destrucción, muerte y presidio. Eso el señor lo reprende.
¿Nos castigará dios si tomamos drogas?
Hombre, tú verás con la ira que tiene. Con la ira de dios no se puede jugar, que te deja que no te mueves. Y paso que das pa’lante, paso na’trás que te tira. No. Mi consejo a los jóvenes es que no tomen drogas, que tomen mucho cante (ríe). Mucho hacer el amor, mucho vivir, mucho comer, vestir y gozar al vida. Drogas fuera. Máximo cannabis, que mola mucho. Esto te lo digo de todo corazón.
¿Tú eres feminista?
Yo claro, a mí el feminismo me parece de puta madre. La mujer tiene el mismo derecho que el hombre, ya es hora. Yo apoyo a las mujeres en todo lo que hagan porque son maravillosas y la cosa más bonita que existe en el planeta. El hombre sin la mujer no iría a ningún lado, no podría vivir. Es la base nuestra, la base de nuestro existir, de nuestro estar, ¡de todo, de todo! Dios la hizo por algo, ¿entiendes? Yo apoyo el feminismo y todo lo que la mujer pueda emprender, tiene que liderar grandes proyectos y seguir haciendo todo lo que quiera porque todo lo hace bien.
Pues mira que en el flamenco ha habido machismo, ¿no? Vamos, como en todos los géneros. ¿Tú lo has percibido así?
Yo sí lo he percibido, claro. En el flamenco de siempre ha habido muchísimo machismo, pero bueno, yo creo que la cosa va cambiando y además hay de todo, como en la viña del Señor. Hay que dejar vivir, coño, y vivir tranquilo y vivir con la paz de dios y con armonía e intentar ayudar al prójimo. Y si no lo han hecho por ti, hacerlo tú ahora. Esa es la base.
¿Te sientes orgulloso de ser español, Cigala, te mola la bandera?
A mí me gusta mucho España, yo soy español mil por mil, cien por cien, viva España y viva el pueblo gitano. Yo soy un pedazo de gitano español y gitano ya dominicanizado también. Tú me entiendes perfectamente, ¿no? Gitano español, pero amo Dominicana con mis cinco sentidos. Es mi tierra, mi tierruca, donde yo me voy a venir a descansar y a echar mi vejez con mis hijos… pero a mi España querida siempre la llevo en el alma, aunque sea un emigrante, como diría mi querido Juanito Valderrama. “Aunque soy emigrante, jamás en la vida podré olvidarte”. Olé que ole.
Pero no te irás a morir en Dominicana, ¿no? No nos hagas ese feo.
A mí me da igual, si me muero en Dominicana pues que me echen ahí al mar, que por lo menos hay un mar turquesa y bonito. Ojú, ¿tú te imaginas? Que me tiren al mar lleno de flores… qué bonito, qué bonito.
Me decías lo de “gitano español”, pero sabes que en España los gitanos también han sufrido mucha marginalidad. No se les ha tratado muy bien.
Eso es así, hemos sufrido mucha persecución el pueblo gitano, hemos tenido que sufrir mucho por culpa de la época del Francisco Franco Bahamonde. Un sufrimiento devastador por culpa de ese, que tuvimos hasta un holocausto tremendo y se cargaron a un millón y medio de gitanos. Eso no debe pasar nunca más. Y hoy sigue existiendo racismo, ¿eh? Pero yo creo que ya el pueblo gitano está integrado en la sociedad como ser humano. Hay gitanos que tienen carreras de abogacía, de arquitecto… son unos fuera de serie. Y aparte de eso, el gitano tiene un sexto sentido para el flamenco, para la música: dios nos ha dado eso y además cogemos cualquier negocio y emprendemos y de un palo te hacemos un mueble, prima. ¡Y además de caoba! (ríe). ¡Y te lo vendemos de ébano! (Se descojona, nos descojonamos).
¿Te da miedo el racismo de la extrema derecha y su auge?
No al racismo: radicalmente. Toda esta gente de Vox me da miedo, pero no, te digo más: la gente de derechas me da miedo. El fascismo para nada fue nunca bueno. Abajo el fascismo ya. No a Vox. Odio la xenofobia. No a lo que le pasó a George Floyd, eso que quede muy claro. Que no nos pase como a él ni como al viejo que empujaron y que pegó con los sesos en el suelo y nadie dijo nada. Basta ya, que estoy hasta los huevos.
¿Qué le dirías a Santiago Abascal?
Que viva y deje vivir. Que todos tenemos derecho a nuestros derechos humanos y que nos respete. Tenemos derecho a vivir y a comer.
¿A quién harías ministro o ministra de Cultura?
Pondría de ministra de cultura a una gitana, a ver qué pasa, a ver cómo lleva el país (se parte). Pero te digo una cosa y ya en serio: seguro que muy bien y seguro que mucho mejor que el de ahora.