El mundo del arte vivió a principios de abril un auténtico terremoto con epicentro en Madrid. Un cuadro identificado como La coronación de espinas, atribuido al círculo del pintor José Ribera y con un irrisorio precio de salida de 1.500 euros, alertaron los expertos del Museo del Prado, era un posible caravaggio. La pinacoteca realizó un informe de urgencia en el que se esgrimían "razones fundadas" para relacionar el pincel del artista barroco con el Ecce Homo, retirado por la casa de subastas antes de celebrarse la puja.
Las Administraciones públicas reaccionaron rápidamente para evitar la fuga del supuesto lienzo de Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610), que podría alcanzar fácilmente los cien millones de euros en el mercado internacional. El Ministerio de Cultura y Deporte declaró la obra inexportable y la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid inició los trámites para declararla Bien de Interés Cultural. Un proceso que se va a cerrar este miércoles por la mañana, cuando el consejo de Gobierno regional apruebe la protección de un cuadro de gran interés histórico y artístico.
"Con esta declaración se concluye un procedimiento iniciado hace ocho meses, inmediatamente después de que se retirase de una subasta por los indicios que los expertos nos trasladaron sobre la posible autoría del maestro italiano", explica Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid. "Es una gran noticia que no solo asegura la protección de nuestro patrimonio nacional, madrileño y universal sino que es motivo de orgullo para la cultura de nuestro país", añade, destacando la colaboración en el proceso del Museo del Prado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Con el régimen protector de Bien de Interés Cultural, el mayor en el ámbito del patrimonio histórico, los propietarios del caravaggio, la familia Pérez de Castro, están obligados a comunicar a la Administración si deciden ponerlo a la venta para que esta, si lo considera oportuno, ejecute el derecho de tanteo. Además, cualquier intervención sobre el cuadro, que custodia el anticuario Jorge Coll en una nave de Coslada, cerca del aeropuerto de Madrid, tendrá que ser autorizada por la Comunidad de Madrid y deberá respetar los criterios establecidos en la ley y la declaración como BIC.
Sorpresas y estudios
El mediático caso del caravaggio ha transcurrido como la trama de una novela de espías: llena de sorpresas y giros de guion. Unos días después de que se iniciasen los trámites de su protección, cuando la única certeza para reivindicar la autoría del genio barroco era el ojo avezado de los historiadores del arte y los expertos en su obra, la Academia de Bellas Artes de San Fernando desveló una pista fundamental: la obra había estado en los almacenes de la institución a principios del siglo XIX, catalogada como "Ecce-Hommo con dos saiones de Carabaggio número 155 del catálogo (sic)".
El lienzo pasó entonces a manos de Evaristo Pérez de Castro, político y diplomático español, uno de los redactores de la Constitución de 1812. Este personaje, que entre otros muchos cargos presidió el Gobierno durante la Regencia de María Cristina, se lo cambió a Bellas Artes por un San Juan Bautista entonces atribuido al pintor Alonso Cano. Investigaciones posteriores han retratado al antecesor de los propietarios actuales del Ecce Homo como un selecto coleccionista de arte.
Pero todavía restan por resolver algunos misterios que rodean al lienzo, como el lugar en que lo pintó Caravaggio —el primer informe científico al respecto, elaborado por María Cristina Terzaghi, experta mundial en su obra, ha confirmado su autoría— o cuándo se compró antes de llegar a España. El cuadro aparece en el inventario del conde de Castrillo, virrey de Nápoles, quien lo condujo a la Península entre 1657 y 1659. En ese momento pasó a formar parte de las colecciones reales —así se deduce de los inventarios de Carlos II y Carlos III— hasta ingresar en la Academia de San Fernando. Otra incógnita reside en seguir su rastro durante la invasión francesa y determinar si formó parte de la célebre colección de Manuel Godoy.
El óleo sobre lienzo, que mide 111 x 86 centímetros, constituye una muestra de excelencia y maestría pictórica del primer naturalismo italiano —una corriente escasamente representada en las colecciones regionales—, que ejerció una gran influencia en la escuela pictórica madrileña del siglo XVII. Aspectos como el retrato psicológico de los personajes, el realismo de los rostros, la fuerza lumínica que se concentra en el cuerpo de Jesucristo, el juego de primeros planos de los tres personajes y la comunicación que se establece con el espectador hacen del cuadro, de evidentes rasgos caravaggistas, una obra de gran interés artístico.