Abraham Cruzvillegas ha anclado en la sala de turbinas de la Tate Modern un buque trasatlántico cargado de semilleros de esperanza y el sueño utópico de transformar la sociedad contemporánea. Lote baldío, o en su traducción al inglés Empty Lot, consiste en un entramado de cajas de madera llenas de tierra sin cultivar, que se extiende sobre dos plataformas apuntaladas por sendas estructuras de andamio. El triángulo es la forma dominante en esta instalación a doble altura y con múltiples puntos de vista, que inaugura la segunda serie de obras a medida de la monumental sala de la vieja central eléctrica de Londres.
En el entrepiso superior se suceden bandejas de tierra recogidas de una treintena de parques y jardines londinenses privados y públicos. Pueden contener abono cedido por los jardineros de Buckingham, zango de Hampstead Heath, arenisca cavada en el patio de una escuela o materia prima de otras zonas verdes, pero su particular procedencia se desconoce para remarcar el espíritu democrático de la intervención del artista mexicano.
Ya crecen algunas malas hierbas en este Lote baldío, anclado en sus dos popas de aluminio. "Toda obra hay que contextualizarla en el tiempo y la sociedad y, para mí, esta instalación es como una brújula apuntando a Occidente y Oriente, lo cual es muy significativo", dijo Cruzvillegas al presentar el lunes 12 su desafiante experimento.
El director de la Tate Modern, Chris Dercon, evita el término instalación y describe Lote Baldío como "una contribución que trata de la paciencia, la espera y la esperanza, los mejores conceptos para abordar la coyuntura actual".
Origen desconocido
Si nadie sabe el origen de los kilos de tierra volcados en cada bandeja, también se desconocen las semillas, bulbos, fertilizantes o incluso parásitos que pueden esconder en su interior. Pero Cruzvillegas confía en que algo brotará de sus semilleros en los seis meses que estarán en la sala de Turbinas. "Este es un espacio para la esperanza. Mi esperanza es que algo crezca y algo cambie", desveló.
Condiciones hay para que, de la nada, surja la transformación a la que aspira el creador mexicano de las Autoconstrucciones. En este caso aporta agua y luz a su huerta de la esperanza. algunos de los focos son de obra, enlazando con los andamios subterráneos, pero otros son crudas bombillas sujetas a materiales de desecho, otra marca de identidad de Cruzvillegas. El público, además, puede contribuir a la anticipada cosecha, lanzando semillas desde el mirador y pisos superiores de la Tate Modern. Por lo pronto, una manzana reposaba sobre una caja, horas después de la inauguración de la masiva pieza. "También creció un hongo pero ya está mustio", resaltó Mark Godfrey, comisario de la instalación.
Lote Baldío es un espacio abandonado donde no pasa nada aparentemente, pero todo puede suceder. "Tiene un énfasis político muy alto pero no pretende ser didáctico ni literal. Lo planteo como un autorretrato porque en las circunstancias que estamos viviendo parece que todo está cancelado, que hay un abandono, pero nosotros somos la muestra de que sí se puede hacer algo. No podemos dejar de poner énfasis en esa esperanza, que no es inocente ni torpe, sino que quiere colaborar y hacer las cosas desde dentro, viendo los problemas como propios, no desde fuera", razona el mexicano.
Optimista, no ingénuo
Cruzvillegas se considera "un optimista sin caer en el optimismo ingenuo ni cursi". "Creo que hay una promesa incumplida, pero está en nuestras manos que se cumpla", señala apuntado a los desaparecidos de su país, los refugiados sirios o muchos otros que escapan a la persecución y tiranía.
Con su Lote Baldío retoma el testigo de los artistas que dejaron su marca en este espacio de dimensiones colosales. Louise Bourgeois inauguró la tradición en 2000, que siguió Juan Muñoz en lo que fue su último gran trabajo antes de morir al año siguiente. Los toboganes de Carsten Höller, el sol de Olalur Eliasson o la grieta de Doris Salcedo impactaron tanto como los millones de pipas de girasol que Ai Weiwei hizo reproducir en cerámica para rellenar el suelo de la sala de Turbinas en 2010.
"No sabemos cómo va a reaccionar el público esta vez, pero es la única intervención que será distinta cuando la desmontemos", señaló Godfrey. Lote Baldío, tentará al público hasta el 3 de abril de 2016.