Cuando el jardinero del palacio de Versalles cubrió las más de trescientas estatuas que decoran los aledaños de la residencia de Luis XIV para protegerlas durante los meses más gélidos del año del frío y la lluvia, debió lamentar privar a los turistas de la vista de Hércules, Morfeo y Bacchante. Lo que no sospechaba era que Adrian Skenderovic encontró en esos cuerpos embutidos que se retuercen como momias el motivo para recrear un inquietante trabajo en el jardín residencial.
Las curvas de Flora, la diosa de la primavera, se transforman en invierno en Satar Jabar, el prisionero torturado de Abu Ghraib, la víctima de aquellas imágenes que dieron la vuelta al mundo en 2006. El fotógrafo no descarta ninguna lectura -ni siquiera la lúgubre- y explica a este periódico que donde unos dicen sentir angustia, otros imaginan a María Antonieta posando en los jardines de su propio palacio más de dos siglos después de su muerte. “Es lo más interesante, imaginar que esas estatuas pueden ser todo eso gracias a un jardinero que no sospechaba estar creando arte al cubrirlas”, confiesa Skenderovic.
Ese jardinero desconocido, que al igual que el artista contemporáneo Christo hizo con edificios y monumentos, envolvió el arte y lo transformó en otro... arte
“Me gusta pensar que el mérito está en ese jardinero desconocido, que al igual que el artista contemporáneo Christo hizo con edificios y monumentos, envolviendo el arte lo ha transformado en otro... arte. Las estatuas de Versalles representan la gran belleza de esas figuras antiguas. A mí personalmente no me transmitían nada así. Esas esculturas, cubiertas, son igual de bonitas, o al menos bonitas de otra manera”, añade. De hecho, confiesa, nunca las ha visto descubiertas. “Solo en Google imágenes”.
A pesar de haber nacido en París, Skenderovic no había visitado los jardines de Versailles hasta el invierno pasado. “Solo conozco las estatuas cubiertas. Y creo que como yo, todos los turistas que hacen esa visita en invierno”. Para el fotógrafo, esta lona sobre los dioses griegos no debería animar al turista a darse la vuelta y regresar en verano, porque es un aliciente para descubrir lo que puede haber detrás.
Intento detectar instantes interesantes a nuestro alrededor, encontrar el interés artístico en nuestro día a día
Tiene 31 años y se gana la vida como creativo publicitario. Hace seis años que no se separa de su cámara de fotos, con la que dice le gustaría dirigir sus creaciones hacia el subconscious-art. En su anterior trabajo, Down The River, retrató la capital francesa desde un único plano que le permitió, dice, retratar los estilos de vida dispares que suben a bordo de los barcos que atraviesan el río Sena.
Desde el mismo puente, al que el artista acudió para conseguir los clichés que buscaba, inmortalizó la cubierta de los bateaux-mouches, convirtiendo los comportamientos del turista en objetos de arte. “Actualmente preparo otra serie de fotografías, también en torno al turismo de masa. Aunque al principio no buscaba centrarme en ello, con el tiempo me he ido dado cuenta de que mis instantáneas recurren a menudo a la observación del turista”, cuenta.
El contexto artístico de Skenerovic es siempre urbano: lo ordinario debe plasmarse como algo extraordinario. Asegura que sus primeras experiencias como fotógrafo de calle despertaron en él su lado más observador. “Hoy intento detectar instantes interesantes a nuestro alrededor, encontrar el interés artístico en nuestro día a día”.