La plaza grita y se revuelve. La indignación ha arrastrado a la masa a concentrarse para acabar con el monstruo. No hay antorchas y como no es un cuento tampoco un castillo en las profundidades de la montaña. El nuevo Frankenstein se llama Abel Azcona, tiene 27 años y se ha enfrentado en Pamplona a la fe de los católicos. Ha utilizado 242 formas sagradas para denunciar los casos de pederastia en la Iglesia. La zarabanda ha llegado a las puertas de la sala de exposiciones Serapio Esparza, ha arrancado los carteles que anunciaban la muestra Desterrados -primera retrospectiva del artista en su ciudad- y atacado la obra, tal y como declara Azcona.
1. Prohibido utilizar hostias
Delegación del Gobierno en Navarra ha enviado a la Fiscalía un informe sobre la exposición en la que puede verse la instalación para que investigue si “incurre en un delito contra los sentimientos religiosos, contraviniendo lo recogido en el artículo 525 del Código Penal”.
Change.org también está que arde: la petición de censura de la exposición supera ya los 100.000 adscritos, hay otra que apoya al artista que suma menos de 300 personas. La Asociación de Abogados Católicos ha puesto una querella criminal porque supone un delito de ofensa a los sentimientos religiosos y un delito de profanación. La Policía Municipal contó 900 personas rezando en la sala por el alma del chico. Al alcalde Joseba Asiron (Bildu) tampoco le gusta la acción y desea hablar con el autor para que sea él quien retire la obra. Así que las hostias “desaparecieron” un día y ambas partes acordaron no reponerlas. Es la diferencia entre rectificar y censurar.
2. Prohibido sodomizar al rey
El arte molesta e incomoda, hace reaccionar a la sociedad con un reflejo que le sirven los artistas más provocadores. El arte se salta las líneas editoriales y pone en entredicho todo, incluso las instituciones que les dan cobijo. Hace unos meses el director del MACBA Bartomeu Marí censuró la escultura de Ines Doujak, Haute Couture 04 Transport, en la que un perro pastor alemán sodomiza a la líder laborista bolivariana Dolomita Barrios, que a su vez penetra al rey Juan Carlos, mientras éste vomita aciano sobre una cama de cascos de oficiales de la SS. El intento de cancelación de la exposición en la que se incluía la pieza acabó con la carrera de los dos comisarios y del propio director, en el año que la institución cumple 20 años.
3. Prohibido pasear a Franco en un Fiat
El Ayuntamiento de Figueres (CIU) prohibió circular por la ciudad al coche tuneado con fotos del dictador y simbología franquista que los artistas Núria Güell y Levi Orta prepararon para el festival de cultura contemporánea Ingrávids. La Transición no pasó la ITV. El poder de las imágenes -un coche destartalado con pegatinas franquistas- es tan grande, que el arte no es capaz… de ser visto como arte. El artista siempre ha sido valorado como bohemio, precario, creativo, pero cuando se presenta como factor irritante con licencia para expresarse sin límites el choque está garantizado.
“El arte de acción tiene tantos objetivos como artistas hay. No hay una misión concreta”, explican los artistas desde Beirut a este periódico. “Los límites del proceso creativo del artista ningún límite es válido”, aseguran sobre los márgenes de su actividad. “La creación y límites no van de la mano, porque la creación es pura libertad. Otra cosa es la estructura institucional artística, porque responden a otros intereses que imponen límites al artista”.
Con el Fiat de tercera mano querían hacer reflexionar sobre la presencia de actitudes franquistas y fascistas en la sociedad española y europea: “El coche debía salir cada dos horas por las ramblas de Figueras, como si fuera un fantasma. Que es lo que pasó con Franco, que murió pero no los resortes de su ideología”.
4. Prohibido meter a Franco en una nevera
“El límite es la Ley, pero viendo qué tipo de leyes aprueba este Gobierno para el control y la sumisión, creo que el límite se está difuminando. Además, están todos los intermediarios entre la obra de arte y la política que acallan muchas de esas críticas”, explica Eugenio Merino a este periódico. El artista tuvo que defenderse en los tribunales de las demandas que la Fundación Francisco Franco por su pieza Always Franco, mostrada en ARCO 2012. Las dos fueron desestimadas, los jueces priorizaron el derecho a la libertad de expresión.
El representante de la Fundación evidenció otra forma de censura: “Hemos conseguido que Eugenio Merino no vaya a ferias de arte”. Consideraron que el artista “no puede injuriar a personas que han sido de notable relevancia en la nación y en Europa”. Para Merino, el objetivo del arte es, precisamente, “poner en evidencia las incoherencias de nuestra sociedad y rebelarse contra el poder”.
5. Prohibido defecar en la Constitución
El Museo Nacional de Ciencias Naturales suspendió la intervención de Laura Corcuera y Mónica Cofiño horas antes de su celebración en el aula de Biología, porque a la directora de la institución no le gustó que las performers se fotografiaran y compartieran por redes sociales imágenes de ellas defecando en el monumento a la Constitución de 1978. Ambas estaban incluidas en el programa de actividades que acompañaba a la exposición dedicada a la mierda. Las artistas aseguraron que se trataba de una acción muy positiva porque utilizaban el monumento como retrete y la mierda como abono para algo nuevo.
“Hay ciertas imágenes que se hacen intolerables”, cuenta a este periódico el experto Jorge Luis Marzo, autor del libro Arte en España (1939-2015), ideas, prácticas, políticas (Cátedra). “El arte otorga la posibilidad de crear unas imágenes que de otra manera no serían posibles”. El arte tiene la facultad de crear conflicto y de traspasar unas fronteras que nadie más posee. “Hay un rechazo frontal al hecho de que haya una disciplina que sea capaz de cruzar fronteras cuyos efectos no se tolerarían en otro ámbito”, añade el crítico y comisario.
6. Prohibido defecar en la cabeza de Rajoy
Dos policías vestidos de paisano entran en la sala y piden el DNI al artista. Le entregan una carta en la que le comunican que la inauguración de la exposición que está montando en el centro Julián Sánchez El Charro ha sido cancelada. Sacaron las pinturas de Ausín Sainz por la puerta de atrás con el pretexto de “no aptas para la familia”. Retrató a unos cuantos políticos con excrementos humanos en la cabeza, entre ellos el presidente del Gobierno. “Somos un país censor porque no hemos tenido una cultura burguesa, con todo lo bueno y malo que tiene eso. Por otro lado hemos salido de un régimen dictatorial. ARCO también forma parte de este guion: es un invento para convertir el arte en publicidad”, cuenta Jorge Luis Marzo.
7. Prohibido invitar a quemar iglesias
Lo habitual es que el código artístico neutralice la transgresión. Es decir, la mayoría de los que pasan el algodón a los límites de la libertad de expresión del país suelen actuar fuera de los museos. Marzo cuenta que el sistema del arte español ignora a los transgresores. En los museos la obra política queda desactivada, convertida en decoración. A pesar de ello, Azcona ha buscado la acción en el museo. No es el único, claro, las cajas de cerillas del colectivo Mujeres Públicas incendiaron el Museo Reina Sofía, porque incluían una leyenda polémica: “La única Iglesia que ilumina es la que arde”.
La Asociación de Abogados Cristianos presentó una querella contra Manuel Borja-Villel, director del museo, como responsable de los contenidos expuestos. Le acusaron de permitir la exposición de “mensajes que incitan a la quema de iglesias, obras que hacen escarnio de las oraciones cristianas y frases que injurian al papa Francisco y a los santos de la Iglesia pueden ser conductas delictivas tipificadas en el Código Penal”. Todo quedó en intento de censura. ¿Por qué ofende el arte? Para Marzo, “la gente se siente amenazada por ciertas imágenes, porque no las consideran bajo la óptica artística, sino desde la real”. El arte no es la vida, aunque a veces se confunda.