Nelly Toll era una niña judía que hablaba durante horas con los personajes que pintaba en acuarelas sobre las páginas de su diario. Más allá de su madre, Nelly no tenía nadie cercano con quien esperar el final de la II Guerra Mundial desde que, en 1941, comenzó a vivir a escondidas en Leópolis, cuando esta ciudad hoy ucraniana formaba parte de Polonia. Entonces Toll tenía seis años. Encubiertas, ella y su madre sobrevivieron al fatal destino que reservó el III Reich a los judíos de Europa. Hoy Toll tiene 80 años y vive en New Jersey (Estados Unidos). Pero recientemente estuvo en Berlín para ver expuestas algunas de sus acuarelas infantiles por primera vez en el Museo Histórico Alemán. Esas pinturas, testimonio artístico de los judíos que sobrevivieron a la Shoah, forman parte de la recientemente inaugurada exposición Arte del Holocausto.
Toll forma parte del grupo de 50 artistas, muchos de ellos desconocidos, al que pertenecen el centenar de obras de arte que se exhiben en la capital alemana hasta el próximo 3 de abril por cortesía de Yad Vashem, la institución israelí con sede en Jerusalén dedicada a la memoria de las víctimas judías del nazismo. De ese conjunto de creadores, sólo Toll sigue con vida. Sus obras no son producto del trabajo de una artista formada.
La relevancia de sus pinturas viene dada por su valor testimonial. Sin embargo, sí que son obras de profesionales otros muchos de los cuadros expuestos estos días en la pinacoteca berlinesa. Por ejemplo, las del checo Leo Hass, quien se formó en la Academia de Bellas artes de Karlsruhe. En su país, trabajaba como ilustrador para prensa escrita. Pero desde que fuera hecho prisionero en 1937, pasó por los campos de Terezín, Auschwitz y Sachsenhausen. Sobrevivió a los tres.
“En Terezín, para proteger a mis amigos y a mí mismo de las cámaras de gas de Auschwitz, nos pusieron a trabajar en la gestión de obras, haciendo planos de arquitectura”, pero ”estaba claro que no debíamos usar sólo el material que se nos daba para ese propósito, así que íbamos dibujando cualquier cosa que viéramos interesante”, explicaba en su día Haas. Fruto del trabajo que realizara allí este artista fallecido en 1983 en Berlín Oriental es esa Llegada de transporte, una imagen en blanco y negro que muestra una interminable fila de prisioneros aproximándose al campo de concentración escoltados por militares.
En Terezín, para proteger a mis amigos y a mí mismo de las cámaras de gas de Auschwitz, nos pusieron a trabajar haciendo planos de arquitectura
Ésta es una de las imágenes más impactantes que ofrece la primera de las tres partes de la muestra. Dedicada a dar cuenta de la realidad de los campos de concentración, de trabajo y guetos en los que quedó reducida la existencia de la inmensa mayoría de los judíos de Europa durante el nazismo. Las obras de este primer segmento dan cuenta de la precariedad absoluta y del despiadado maltrato al que fueron condenados millones de personas bajo el dominio del nacionalsocialismo. En el Holocausto perdieron la vida seis millones de judíos.
Acuarelas desde elgueto
El también pintor checo František Mořic Nágl, asesinado en Auschwitz en 1944, ofrece en sus obras de la muestra una visión muy cercana de cómo se vivía en el gueto de Terezín. En sus acuarelas expuestas en Berlín, se observan literas sobre las que se amontonan quienes habitan en abarrotadas viviendas en ausencia total de intimidad. Pese a que existe en el artista una aspiración estética con el uso de colores vivos, esas imágenes son de las que hacen pensar a Stefanie, una jubilada de 65 años, en lo dramática que fue aquella realidad y en cuánto se parece, según ella, a la crisis de los refugiados.
“La gente que se va ahora de su casa está en una situación diferente a la de las personas que fueron expulsadas durante el nazismo, pero creo que se puede hacer un paralelismo”, dice esta berlinesa tras haber visto la muestra.
Los hay, entre quienes visitan la exposición, a quienes casi resulta familiar las imágenes de Arte del Holocausto. Meses llevan ya miles de personas arriesgando sus vidas al caminar pese al frío y la lluvia o al viajar por mar en peligrosas embarcaciones para venir a Europa y vivir en condiciones precarias por la visible falta de coordinación y medios con los que la Unión Europea afrontan la situación migratoria. No obstante, probablemente lo más llamativo de la muestra berlinesa sea “su calidad artística, porque estamos ante auténticas obras de arte”, sostiene Erika, jubilada y pintora aficionada que acaba de ver la exposición.
La gente que se va ahora de su casa está en una situación diferente a la de las personas que fueron expulsadas durante el nazismo, pero creo que se puede hacer un paralelismo
Muchos de los trabajos expuestos en fueron elaborados con el mayor de los secretismos y pese a que sus autores corrían el riesgo de ser represaliados de la peor de las formas. Prueba de ello es que 24 de los 50 artistas judíos representados en el Museo Histórico Alemán fueran asesinados por los nazis.
Otros sobrevivieron al Holocausto, dejando impresionantes huellas pictóricas como las de la polaca Sara Gliksman-Fajtlowicz, autora de un retrato de una señora mayor del gueto de Łódź (Polonia) que destaca, entre otras cosas, por su relativo gran tamaño frente a las otras obras expuestas en la sección de la exposición dedicada a las efigies del Holocausto. Un autorretrato del pintor polaco Josef Kowner también sobresale en esta sección dedicada a un genero que constituye un cuarto de todo el material artístico que sobrevivió en la Shoah.
La calidad de estos trabajos hace casi imposible pensar que fueron realizados en condiciones inhumanas, no para mostrar “víctimas, sino seres humanos” retratados del modo en que les “gustaría ser recordados” por las generaciones futuras, según indican los organizadores de la muestra. Aún así, hay señales en esas figuras retratadas que dan buena cuenta de la persecución a la que estuvieron sometidos las víctimas judías del nazismo. Así puede verse esa estrella en el abrigo del residente del gueto de Łódź dibujado por el polaco Zvi Hirsch Szylis.
Arte satírico
Aunque toda la muestra constituye una prueba de la heroica capacidad humana de crear en el peor de los contextos - el nazismo y la II Guerra Mundial implicaron en buena medida el fin de la vida judía en el 'Viejo Continente' -, no pasa desapercibida la obra del checo Pavel Fantl, autor de una acuarela satírica sobre Adolf Hitler. El Führer aparece en esa caricatura como una suerte de arlequín borracho con las manos ensangrentadas. Se acabó la canción, se titula la imagen, firmada por Fantle en el gueto de Terezín entre 1942 y 1944, los que fueron últimos años de su vida. Esta caricatura pertenece a la tercera y última sección de la muestra, dedicada a las vías de escape que encontraron los artistas frente a los horrores del nazismo.
Es en esta parte de la exposición que se da más espacio al colorido de obras como los escenarios infantiles de Nelly Toll, los paisajes de la Costa Azul de la berlinesa Charlotte Salomon, asesinada en Auschwitz-Birkenau en 1943, o las ilustraciones bíblicas de la belga Carol Deutsch, muerta en el campo de concentración de Buchenwald también a manos de los nazis. En Berlín también puede admirarse una serie de las 99 obras altamente influenciadas por modernismo sobre pasajes y figuras del Pentateuco que comenzó a pintar Deutsch en 1941 para su hija de dos años.
Parte de la herencia pictórica de su hija puede verse en Arte del Holocausto junto al resto de trabajos de aquellos a los que el nazismo no amedrentó a la hora de seguir pintando pese a ser judíos. Esto algo que parecen agradecer Dario y Jan, dos estudiantes que al salir de la exposición dicen estar “impresionados”. “Las condiciones pésimas de vida de los campos de concentración y los guetos es algo que tiende a olvidarse aún hoy”, asegura Jann, estudiante de comunicación.
Las condiciones pésimas de vida de los campos de concentración y los guetos es algo que tiende a olvidarse aún hoy
Karola, pedagoga social de 53 años, asegura tras visitar la exposición este tipo de eventos sirven para “mantenerse despierto frente al racismo” y “seguir vinculando presente y pasado”. A Dario, a punto de terminar su licenciatura en Derecho, le queda por hacer una cuestión que formula con tono crítico.“¿Cómo ha llevado tanto tiempo en organizar algo así?”, pregunta. La respuesta está en que esta exposición del Museo Histórico Alemán es la culminación de las celebraciones del medio siglo de relaciones diplomáticas entre Alemania e Israel.