Si estás en el hospital, Robotino te enseña el Louvre
El museo ofrece a los enfermos una visita desde sus habitaciones gracias a su nuevo guía cibernético.
21 mayo, 2016 01:07Noticias relacionadas
Robotino es, desde el viernes, los ojos, el cuello y las piernas de quienes no pueden ser amantes del arte en vivo. Es un silencioso turista que se cuela entre los susurros de los visitantes del Museo del Louvre-Lens, en el norte de Francia. Es el corresponsal de los pacientes de hospital en la pinacoteca, es un experimento que permite conectar al enfermo con las pinturas, en tiempo real y que se pone en marcha con la exposición temporal Charles Le Brun, el pintor del Rey Sol.
Aunque dio comienzo el miércoles 18 de mayo para el resto de los mortales, un grupo de pacientes del Hospital de Lens vivió unos días antes la experiencia, en primera persona y sin abandonar las cuatro paredes que les mantienen retenidos. Era el objetivo de Thomas Danel, estudiante en la Escuela Politécnica de Lille, cuando comenzó en marzo sus prácticas en el museo.
Encargado de adaptar la robótica a una institución cultural, el joven entró en colaboración con el centro hospitalario de la región y trazó en marzo los primeros bocetos de Robotino. Un mando permite transportar al paciente hasta el cuerpo del robot, guiar sus pasos con absoluta autonomía y romper los muros que hasta hoy dificultaban el acceso a la cultura a las personas impedidas. Robotino avanza y retrocede, gira a izquierda, derecha, sobre su propio eje. Y gracias a la minuciosidad del joven en la programación de este mini-hombre, es también capaz de esquivar turistas y evitar los obstáculos que se pongan en su camino.
Robotino no mide más de 30 centímetros de altura y 40 centímetros de diámetro, pero es holonómico, capaz de llevar a cabo cualquier tipo de movimiento realizable en deslizamiento por el suelo. Su inventor le ha dotado de un mástil con un cerebro motor y una cámara, lo cual hace posible que reproduzca con total naturalidad el movimiento de cabeza deseado por el paciente, de arriba a abajo, en tiempo real.
Al otro lado, con los mandos, pacientes, personal del hospital y familiares de los enfermos disfrutaron de esta visita en primicia, convirtieron algo lúdico en una vivencia cultura
Desde el museo aseguran que el joven creador de Robotino, como buen inventor, todavía no está del todo satisfecho con el resultado; le gustaría investigar el modo de controlar al robot sin necesidad de un mando de consola, lo cual aumentaría el acceso a la cultura a otros ámbitos y otros públicos. También investiga el modo de asegurar una experiencia sin contratiempos ligados a la red que alimenta los pasos de Robotino.
Al teléfono con este diario, Juliette Guépratte, jefa del servicio público del museo, se dice satisfecha con esta primera experiencia. “Sólo encontramos algún problema durante quince minutos, de las tres horas que duró esta visita. Era un simple desarreglo ligado a internet, que hace que Robotino se mueva con fluidez”, explica. “Pero sabemos que al otro lado, con los mandos, pacientes, personal del hospital y familiares de los enfermos disfrutaron de esta visita en primicia, convirtieron algo lúdico en una vivencia cultural, y esto nos anima a seguir adelante”.
Mahoma y la montaña
Guépratte cuenta que las dos grandes familias con las que el museo del Louvre-Lens trabaja desde su apertura en 2012 son las que por motivos evidentes se encuentran en la imposibilidad de desplazarse a un centro cultural. Esto es, los enfermos y los presos.
En este sentido, el invento de Thomas Danel es sólo uno más en el seno de un convenio de colaboración firmado en septiembre de 2014 entre este museo y el centro hospitalario. Esta unión les ha permitido desde entonces innovar cada seis meses nuevas formas de transportar la cultura a los ciudadanos que no pueden llegar a ella por su propio pie. Ambas partes están de acuerdo en la relevancia del uso del arte con fines terapéuticos, por lo que regularmente, el hospital de Lens acoge a mediadores culturales en diferentes servicios en los que la movilidad es reducida, como el ala hospitalaria con enfermos de diálisis.
Romper distancias sociológicas
Para Juliette Guepratte, el gran éxito de Robotino en la exposición de Charles Le Brun consiste en haber ofrecido por fin una experiencia real, a la altura de la grandeza de la obra. “Esta exposición de Charles Le Brun es de una violenta belleza. La grandeza te deja sin respiración. El Louvre de París no tenía espacio para acoger la magnitud de algunas de las piezas que presentamos aquí”, cuenta, y añade que hasta el momento, las técnicas utilizadas por Lens para acercar una obra de arte a un ciudadano que no la vive en primera persona obstaculizaban la comprensión de la misma. “Este robot ofrece algo que no habíamos logrado todavía: transmitir la sensación del espacio al visitante que no la tiene delante, que en ciertas obras como una escultura, es esencial”, explica. “Las pancartas, los ipads o cualquier otra técnica que hemos usado hasta ahora en hospitales o centros penitenciarios no permitían vivir una obra al cien por cien”, lamenta.
Las pancartas, los ipads o cualquier otra técnica que hemos usado hasta ahora en hospitales o centros penitenciarios no permitían vivir una obra al cien por cien
El museo ha guardado temporalmente a Robotino en el armario y estudia hoy el modo de continuar explorando la robótica en el museo y llegar así a un público que, sociológica o geográficamente se siente alejado del arte.
Guépratte, que prefiere no confirmar los proyectos que el Louvre-Lens tiene en colaboración con Robotino, deja caer que en noviembre inauguran una gran exposición sobre Mesopotamia, e insiste en la utilidad que el robot tiene ya para romper muros entre la cultura y los ciudadanos “fragilizados por la sociedad, o socialmente fragilizados, como usted prefiera llamarlo”. También explica que a nivel asociativo, Robotino podría convertirse en un aliado estrella de la primera experiencia artística de aquellas personas a las que no se les puede imponer de primeras una visita a un museo. “A veces, la distancia sociológica es casi tan grande como la geográfica”, lanza Guépratte.