En la exposición de Ai Weiwei en el Museo de Arte Cicládico de Atenas pueden verse cinco mil años de lágrimas en dos vitrinas. Los botes de gas lacrimógeno usados por la policía contra los refugiados de Idomeni se exhiben junto a las jarritas que los habitantes de las Islas Cícladas usaban hace milenios para guardar los llantos vertidos durante sus duelos. El contraste entre la dureza de hoy y aquella ternura es una de las imágenes más potentes de la primera exposición que Ai Weiwei tiene en Grecia y que puede visitarse hasta el 30 de octubre.
Entre las 25 obras que exhibe el artista hay algunas de las más conocidas, Cao o Divina Proportione, y otras que ha modelado para la ocasión. Es el caso de Standing Figure, una escultura gigante a semejanza de las pequeñas estatuas antropomorfas del arte cicládico, hechas de mármol, de bordes redondeados y casi sin rasgos.
Se incluyen algunos de los cortes de manga que el chino ha hecho a las autoridades europeas por los refugiados, como el collage con más de 12.000 fotos de Lesbos o los salvavidas de mármol
También se incluyen algunos de los cortes de manga que el chino ha hecho a las autoridades europeas por los refugiados. El collage con más de 12.000 fotos de Lesbos o los salvavidas de mármol, por ejemplo. También lo son las banderas que hay en la puerta del museo: la de Europa, la de Grecia y la de “Sombra”, pues ese es el lugar en el que, según Ai, viven hoy quienes huyen de la guerra, la represión y la miseria.
En el centro de esa bandera se ve una figura amarilla. Es la silueta de Alan Kurdi, el niño sirio de tres años que murió en una playa del Egeo en septiembre de 2015. En ese mismo lugar, se tomó Ai Weiwei una foto en la misma postura que se encontró al pequeño. La instantánea le costó algunas críticas. Y no son las únicas que recibe últimamente el artista chino más conocido del mundo.
Crítico con China
“Sus fans dijeron que esa foto era ‘poderosa’ e ‘inquietante’ pero a mí me parece más un truco bizarro y egoísta”, escribió Jonathan Jones, crítico de arte de The Guardian. No es el único que viene a señalar cierto oportunismo por parte del artista asiático.
Ai Weiwei se convirtió en un personaje conocido más allá del mundo del arte en 2011, cuando fue detenido por la policía china, que sin presentar cargos contra él, lo tuvo bajo arresto domiciliario durante 81 días. Ai había sido muy crítico con la opacidad gubernamental tras los terremotos de Sichuan en 2008 e inició una investigación para recordar a todos los niños muertos o desaparecidos bajo los escombros de las escuelas. Sólo es un episodio de su activismo, pues no desaprovecha ocasión para explicar las violaciones de derechos humanos en su país.
Niru Ratnam, director de los Prudential Art, premios que reconocen lo mejor del arte asiático, publicó en The Spectator que la actitud política de Ai es admirable pero no tanto su arte. “Es un artista asiático perfecto para curadores occidentales perezosos.” Para Ratnam, quienes contratan a Ai tienen bastante con que coja un jarrón de la dinastía Han y lo agité diciendo algo negativo contra las autoridades de su país. “Usa la obvia estrategia duchampiana de tratarlo todo como si fuera un readymade.”
Contra Lego
Ahora Ai Weiwei concentra su activismo fuera de China. Este hijo de un poeta represaliado y miembro de una familia enviada a un campo de trabajo cuando él sólo contaba un año, vive entre Berlín y Lesbos y centra sus fuerzas en enseñarle al mundo la vergüenza que vive Europa.
En febrero fue a un campo de refugiados en Grecia, lo retrató en instagram y después, cubrió el Konzeerthaus de Berlín con chalecos salvavidas
En febrero fue a un campo de refugiados en Grecia, lo retrató en instagram y después, cubrió el Konzeerthaus de Berlín con chalecos salvavidas. También canceló una muestra en Dinamarca después de que el Gobierno de aquel país aprobara una ley para confiscar los bienes a los solicitantes de asilo. “El acuerdo de la Unión Europea con Turquía es inmoral”, declaró recientemente. Y mientras critica a los políticos y se hace selfies, inaugura exposiciones y trabaja en un documental que estrenará en 2017.
Pero no todas sus causas son tan firmes. A finales de 2015, Weiwei atacó a la empresa de juguetes Lego, después de que ésta se negara a venderle miles de piezas para hacer una obra que expondría en Australia alegando que no quería que su nombre se usara con fines políticos. “¡Censura!”, gritó Ai, muy activo en las redes sociales, y una legión de fans se puso a juntar piezas para que pudiera ejecutar su obra.
“Lego es un juguete, no una fuerza del mal”, le afeó Jonathan Jones, que considera que Ai es mejor polemista que artista y que ha encontrado un filón en la tragedia de los refugiados. El creador lo ve de otra manera: “Si mi arte no puede tratar el dolor y la pena de la gente, ¿para qué sirve el arte?”
Actividad frenética
Las críticas a Ai aumentan, pero él no para. El 26 de julio presentará obra en Cuenca. Será en “La poética de la libertad”, muestra colectiva que se exhibirá en el Claustro de la Catedral. Y a la exposición inaugurada en Grecia se une la que inauguró el 4 de junio en Cambridge para mostrar sus famosos cubos y árboles en Downing College uqe estará abierta hasta el 9 de octubre.
El día 3 de junio también viajó a Estados Unidos para a inaugurar en Pittsburgh Andy Warhol | Ai Weiwei, exposición que ahonda en la influencia de los ambos artistas en el arte contemporáneo. Llegó al Carnegie Music Hall de Oakland donde no había libre ninguno de sus 2.000 asientos y apareció con del rapero Jasiri X, que recitó letras contra el capitalismo y el patriarcado y le agradeció a Ai su compromiso con los refugiados. Todo acabó con una ovación cerrada para la estrella.
Detrás de tanta adulación, hay una sensación creciente de que sus obras no están a la altura, opina Ratnam
“Detrás de tanta adulación, hay una sensación creciente de que sus obras no están a la altura”, opina Ratnam. Otros son más tajantes: “Habría que meterlo en la cárcel por su arte, no por su disidencia.” Así se expresaba el comisario y crítico de arte, Francesco Bonami, para quien el activismo del chino es más bien “tibio” y su arte “tramposo”. “No creo que ayude a los disidentes, más bien explota su disidencia para promover su arte”, opinaba en una línea parecida a la que hoy siguen otros críticos en relación a la postura de Weiwei con los refugiados.
Ai posa en la web de la exposición ateniense casi de perfil, mostrando una importante cicatriz en su cabeza. La tiene desde 2009, cuando tras una paliza de la policía, sufrió un derrame cerebral que precisó cirugía. Algunos creen que es poco más que un exhibicionista y sus defensores, mayoría, que las causas de Weiwei bien valen un estriptis. La última, donar el 10% de todo lo que genere la muestra de Atenas a Médicos sin fronteras y la ONG griega de ayuda al inmigrante METAdrasi.