Una joven se fotografía de perfil con su teléfono móvil. La imagen ocupa un espejo colgado sobre el lavado de un cuarto de baño. El trabajo forma parte de la serie Excellents & Perfections de Amalia Ulman. La artista argentina criada en España rompió fronteras en 2014 subiendo a Instagram “epidosios” de su desembarco en Los Ángeles. Poco a poco construyó un álbum de unas 175 fotografías digitales de lo que se espera de una veinteañera dispuesta a conquistar nuevas esferas sociales y profesionales. Ejemplos de la pionera serie encuentran ahora hueco estelar en dos exposiciones londinenses.
Un par de autorretratos en la intimidad del cuarto de baño, donde Ulman posa para su móvil en prendas de lencería, se incluyen junto con otra estudiada escena dentro de un ascensor en Performing for the Camera, la nueva macro exposición de la TATE Modern. En paralelo, ejemplos de Excelencias y perfecciones ilustran Electronic Superhighway (2016 - 1966) , la exploración de la galería Whitechapel sobre el arte en la era de la revolución de las comunicaciones.
El tan popular selfie es el destino final en el recorrido de la TATE por la historia del autorretrato fotográfico y su relación con las artes escénicas. Nada demuestra mejor la absoluta penetración de la versión digital del fotomatón en el arte de vanguardia que una estampa de Romain Mader. El fotógrafo suizo se cuela en un escenario montañoso donde la protagonista es una novia vestida de blanco y con ramilletes de flores en las manos y entre su trenza rubia. Este selfie pertenece a la serie Ekaterine sobre la búsqueda una novia imaginaria que termina siendo la mujer del artista.
Pero este recorrido arranca en el siglo XIX en París. Gaspar-Felix Tournachon, alias Nadar, retrata el abanico de expresiones de Pierrot en la figura del actor Charles Deburau. La representación fotográfica de actitudes fingidas, la adopción de personajes distintos al ser propio conforman uno de los ejes en esta última exploración del principal museo británico de arte contemporáneo internacional. En las salas de la exposición están representados los grandes del género, desde Cindy Sherman, Claude Cahun o Man Ray. En esta sección impacta particularmente la serie African Spirits en la que el fotógrafo Samuel Fosso se retrata con atuendos y toques característicos de personalidades históricas, desde Martin Luther King a Miles Davis.
La relación entre las artes escénicas y la fotografía es el otro pilar de la muestra. Las performances de Yves Klein sólo sobreviven gracias a la cámara. Modelos embadurnadas en pintura o subidas a un pedestal en escultóricas poses, mientras una orquesta serena la velada vuelven a actuar para el público seis décadas después de su estreno original.
Harry Shunk y János Kender fueron los fotógrafos más volcados en el género, según sugieren los comisarios de la muestra Simon Baker y Fiontán Moran. Y en una escena tomada para la escultora y cineasta francesa Niki de Saint Phalle, el espectador está en el centro de mira de un rifle. Ambos también trabajaron con la estadounidense Eleanor Antin, el japonés Yayoi Kusame o el coreógrafo Merce Cunningham, entre otros artistas incluidos en Performing for the Camera.
La exposición reúne medio millar de fotografías de los últimos 150 años. De Ai Weiwei se exhibe un tríptico en que el perseguido artista chino rompe una vasija de la dinastía Han. Andy Warhol y Joseph Beuyss se dejan retratar para ilustrar carteles promocionales de eventos artísticos. David Lamelas se cree un roquero en una serie de autorretratos de 1974. El artista argentino no desentona en esta muestra de identidades cruzadas y ficticias que estará abierta al público durante cuatro meses a partir del 18 de febrero.