Hace algo más de dos años, el ministro del Interior condecoró a Nuestra Señora María Santísima del Amor con la Medalla de Oro al Mérito Policial. Decía entonces Fernández Díaz que la imagen sagrada compartía con la Policía "valores como la dedicación, el desvelo, la solidaridad y el sacrificio". Claro que, por razones obvias, la Virgen no pudo recibir la pensión con la que está dotado el premio. Tampoco reunía los requisitos que estipula la Ley 5/1964 para la concesión de esta medalla: haber muerto en acto de servicio, sufrir mutilación o haber dirigido o participado en un servicio de la Policía de "trascendental importancia". "Si la Virgen, a partir de este reconocimiento, pasa a estar dentro del cuerpo policial, tiene la misma consideración que el resto de la Policía, ¿no?", sonríe el fotógrafo Daniel Mayrit (Madrid, 1985). "Dentro de los cánones de la Ley Mordaza, las imágenes con su cara también deben estar pixeladas".
Mayrit celebra el primer cumpleaños de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana con su exposición Imágenes autorizadas, que, apoyada por PhotoEspaña, puede verse en la Galería Cero de Madrid hasta finales de septiembre. "La idea nació porque me sorprendía que, a nivel fotográfico y artístico, hubiese tan pocos proyectos que hablasen de la Ley Mordaza, que, obviamente, afecta muchísimo al terreno de la imagen", explica.
"Una Ley que ha sido denunciada por Reporteros Sin Fronteras... hasta por la ONU". Sin embargo, el fotógrafo no criminaliza a los agentes policiales en su obra: simplemente los retrata como una marioneta monstruosa, como una masa inconclusa, como una milicia sin rostro. "No he querido señalar a la Policía como institución, porque es básica y fundamental para cualquier democracia; sino al poder político que ha tomado estas decisiones".
Ahí está Mariano Rajoy, cara al sol, con su "ejército de clones" -en palabras del artista- detrás. Agentes con la cara de cualquiera, reclutados hasta la alienación para defender al Estado. A la derecha del presidente, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz; a su izquierda, Ignacio Cosidó, director general de la Policía Nacional. "Me he centrado, en todo momento, en el artículo que califica como falta grave la difusión de las imágenes de la policía. Al darme cuenta de que no podía generar imágenes nuevas que esquivasen la Ley sin infringir los postulados -imposible, porque está muy bien atada- decidí llevar hasta las extremas consecuencias lo que dice la Ley ahora mismo", sostiene el fotógrafo. "El resultado es ridículo hasta el paroxismo: cae por su propio peso y desmonta este sindiós".
En esta imagen en concreto -en la que se encuentran, en primera línea de fuego, Rajoy, Fernández Díaz y Cosidó-, Mayrit intenta reflejar que los agentes "son unos mandados, que están cumpliendo órdenes; y que los responsables son ellos".
Otra pieza -especialmente esperpéntica- retrata a la Convención de Comisarios en el Complejo de Canillas en Madrid: milicia sin facciones. "Si uno de ellos comete contra ti una negligencia...¿cómo te vas a dirigir a él? ¿Cómo vas a denunciarlo?".
Monopolio de la imagen y la violencia
Pone de manifiesto, además, la paradoja de que desde el Ministerio del Interior sí que se difundan imágenes de la Policía. Ahí la fase de la exposición llamada Institucional: "Esta es una de las cosas más perversas de la Ley: que hemos pasado de vivir en un Estado que tiene el monopolio de la violencia -uno de los pilares fundacionales del estado-nación, es decir, que todo esto recaiga en la policía y en el ejército- a vivir en un Estado que tiene el monopolio de la representación de sí mismo".
Ahí, un agente sujetando una máscara de Anonymus -con toda la carga irónica que eso tiene-. Otro que le susurra algo al oído a Cristina Cifuentes. Otra dejándose colocar una medallita en la solapa por el Rey de España. Ahora Fernández Díaz sonríe, encantado, junto a un grupo de policías sin cara. El conjunto de imágenes resulta extravagante, grotesco, distópico. "Todos ellos -poderes políticos, institucionales... Casa Real- son partícipes en el momento en el que difunden fotografías que incumplirían la ley si fuese un ciudadano quien las sacase a la luz".
Mayrit subraya que la intención final de esta Ley es "criminalizar formas de protesta que hace unos años eran perfectamente legales" e "invisibilizar la represión de estas protestas": "A nadie se le escapa que esto se ha implantado en cinco años de conflictividad social: esta represión, unida a la reestructuración de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del Código Penal, otorga a la policía poderes que, hasta hace un año, estaban reservados a los jueces".
Una última parte de la exposición muestra un montaje de fotografías: la figura de un agente -agrediendo, golpeando- se mueve en diferentes direcciones, como peleando con un enemigo invisible. "Las siluetas son reales: están sacadas de imágenes de antidisturbios en momentos de manifestación de los últimos años", sostiene. "Pero son figuras aisladas, descontextualizadas. Entonces entiendes que su estética de la violencia tiene cierto orden, cierta coreografía... por supuesto, que no se me entienda como una frivolidad, porque es un tema muy serio", aclara el fotógrafo. "La disposición final te hace ver que, en realidad, no son más que performers presentando un baile, interpretando su papel y siguiendo a un coreógrafo que está más arriba".