Cuidado, peligro. En uno de los lados de la caja se advierte que es un paquete tóxico. Al abrirlo aparece la cabeza de Donald Trump. “Es justo lo que le falta al verdadero Trump, la cabeza”, el creador de la escultura es Eugenio Merino, artista que expondrá el próximo 20 de octubre en la galería UNIX de Nueva York. La caja de cartón contiene mercancía “inflamable, contaminante, tarada”.
Cuenta el artista que no quería hacer una escultura que ennobleciera a un “payaso” como él. “No quería convertirlo en una pieza de arte contemporáneo”. Quería reírse de lo que significa, por eso prefirió montar una pieza más irónica, cuyos referentes llevan a Seven (David Fincher, 1995) y Quiero la cabeza de Alfredo García (Sam Peckinpah, 1975). Metido ahí cruzará todas las fronteras que necesite sin necesidad de cruzar fronteras sin permiso. EEUU tiene un paquete, la cabeza de los republicanos.
“Tráeme la cabeza de Bin Laden en hielo”, un agente de la CIA reveló hace once años las órdenes que recibió en Afganistán y que recuerdan a la pieza de Merino. Gary Schoroen recibió este curioso encargo: “Tu misión es encontrar a Bin Laden, matarlo y traernos su cabeza en una caja de hielo líquido, para que yo se la lleve después al presidente. A sus lugartenientes, podéis cortarles las cabezas y clavarlas sobre las estacas”, el director de la sección antiterrorista de la CIA quería impresionar a George Bush. Schoroen contestó, con coña y gallardía: “Señor, esas son las órdenes más claras que he recibido nunca. Puedo conseguir estacas sobre el terreno en Afganistán, pero no sé cómo me voy a apañar para lo del hielo líquido. Pero ya se nos ocurrirá algo”.
Trump decapitado
Si no han olvidado aquel Franco metido en la nevera que se mostró y revolucionó ARCO 2012, conocen a Eugenio Merino. En Houston pudo exponer todas las neveras que refrigeraban varios dictadores. En España las cosas se le han puesto complicadas, después de las dos demandas que le puso la Fundación Francisco Franco. La libertad de expresión ganó en ambas ocasiones.
En Nueva York la pieza será aplaudida. En las primarias, Trump obtuvo el 60% del voto republicano de este Estado; Hillary, el 58% de los votos frente al 42% de Sanders. Merino entregará el producto favorito de dicho Estado: la cabeza de Trump metida en una caja de cartón. El 91% de los seguidores del republicano es blanco, soltero, con bajo nivel educativo, posee más armas que un demócrata, considera que la bandera Confederada es un símbolo de orgullo sureño, cree que los afroamericanos son los culpables de la crisis del país, niega la contribución del ser humano al cambio climático y son mayoritariamente conservadores. Un 36% dice ser evangélico y un 34% acude a la iglesia una vez por semana. Ocho de cada diez de los seguidores consideran que los inmigrantes son una carga para EEUU.
El suelo de la sala estará cubierta con moqueta, para subrayar el hecho de EEUU como epicentro del capitalismo. Junto a la cabeza tóxica incluye una chupa que dice “Sons of Capital”. Es un traje de Armani, dice, “como si fuera un ejecutivo de una banda de Wall Street”. También hay una moneda del tamaño original de medio dólar, pero en lugar de una efigie de águila aparece un buitre. No hay más preguntas.
Hay otra cabeza en la muestra: una de Hitler, en una urna medio llena de papeletas. “Da igual lo que votes porque siempre va a haber un gobierno de corporaciones. El libro Fascismo amistoso, de Bertram Gross, explica que el fascismo clásico se ha convertido en el fascismo de las corporaciones. Hitler, Mussolini y Stalin se han transformado en un fascismo más sutil e invisible, pero utiliza las mismas herramientas. Desde Europa podemos entender la pieza de otra manera, porque la extrema derecha ha vuelto y está en las Elecciones”, dice.
El protagonismo de la sala recae en las 20 banderas originales del G20. Todas están recortadas con láser hasta darles forma de reja. “Las vallas son lo que separa el Primer Mundo de los salvajes”, cuenta irónicamente el artista. “El humor es la herramienta para enfrentarme a todo lo que sucede alrededor”, añade. Explica que con esta exposición rompe con los “muñecos” habituales, aunque mantiene la mala baba. ¿Qué espera de la exposición? “Lo único que espero es poder montar otra exposición y poder seguir viviendo de esto en mi vida”.