Catorce años antes de morir, Pierre-Auguste Renoir retrata a su hijo pequeño, Claude, Coco tomando una sopa. El pintor tiene 60 años, sufre artritis reumatoide desde hace casi dos décadas y la enfermedad se deja notar en el resultado de la pequeña obra. La pieza descansa en el Museo Worcester de Massachusetts (EEUU), pero la única obra del pintor francés en sus fondos no está entre las pinturas favoritas que la institución selecciona para dar a conocer la colección. Coco ha llegado al Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid para formar parte de la exposición Renoir: Intimidad, que ha comisariado Guillermo Solana, además director artístico de la institución financiada con dinero público.
¿Cuánto ha costado al Estado traer una obra de esta calidad para que forme parte de la muestra? Este periódico ha consultado al Museo Thyssen-Bornemisza sobre el precio del embalaje, el coste del viaje y el precio del correo (especialista del museo de origen) que acompaña a la obra para vigilar su traslado, desembalaje y exposición. El transporte es la partida más cara de las exposiciones en los museos estatales porque del seguro se encarga también el erario público. En este caso, la garantía del Estado se ha encargado de los 449 millones de euros de las 51 obras que vienen del extranjero.
La respuesta del Museo Thyssen, gestionado por la Fundación presidida por Carmen Cervera, a las cuestiones sobre la inversión de ese dinero público es la siguiente: “Declinamos hacer declaraciones en relación a las cuestiones planteadas”.
El gasto de transporte de una exposición de pintura europea llama la atención por su elevado precio. El traslado de las 80 piezas ha cargado a las arcas públicas 650.000 euros. La razón se encuentra en la gran dispersión de los cuadros reunidos, de los cuales 18 vienen de los EEUU y 25 de Europa. La dirección del museo no ha sido capaz de llegar a un acuerdo con los dos principales museos con obra de Renoir en Europa, Orsay y la Orangerie. Estos, sin embargo, han preferido alquilar sus fondos a la Fundación Mapfre para montar su visión de Renoir en Barcelona, con obras maestras.
Las cuentas del arte
Mandar obras desde Francia a España se hace en camiones que no pueden contener un valor que supere los 100 millones de euros asegurados. Cada camión cuesta cerca de 30.000 euros. Una exposición impresionista, con préstamos europeos, como la del Thyssen entra en cinco camiones. Para poner en contexto la cantidad hay que aclarar que sólo en limpieza el museo invierte al año 730.000 euros o en servicios de publicidad 400.000 euros. Otras exposiciones dispersas como Edvard Munch. Arquetipos supuso 670.000 euros; Caravaggio y los pintores del norte asciende a los 740.000 euros.
De ahí la importancia de la selección de la obra para hacer de un museo una práctica sostenible y responsable. Acumular obras por cantidad en vez de priorizar la calidad deriva, según los especialistas consultados, en una práctica que encarece y desvirtúa el proyecto científico que se quiere desarrollar. Como explica Tomás Llorens a este periódico, “la importancia de las obras seleccionadas es subjetiva”.
“Medir la popularidad y su capacidad para atraer al público depende de la experiencia y la sabiduría del comisario. Hay que tener en cuenta la capacidad de generar ingresos de cada obra y la coherencia dentro de la exposición. En España, hay empresas que organizan exposiciones por razones comerciales y les compensa traer obras muy famosas sin aportar nada más”, como añade el ex director del Instituto Valenciano de Arte Moderno, ex director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y ex conservador-jefe de la colección Thyssen-Bornemisza.
Falta de transparencia
Coco tomando una sopa es una donación de Robert S Riley y Catherine E Higgins Riley al Museo Worcester. Son la segunda generación de fortuna, que empezaron a comprar después de los años treinta, es decir, con el MoMA y el mapa del arte moderno de su director, Alfred Barr, ya en marcha (1929) y, por tanto, con el impresionismo muy consolidado en el mercado, muy caro y con pocas piezas en circulación. No fue una buena compra.
El Museo Thyssen no ha querido facilitar los detalles de la inversión a EL ESPAÑOL. Para calcular un precio aproximado de lo que supone una decisión como esta, este periódico acude a presupuestos de transporte desde EEUU y Europa de una institución de características similares a la del Thyssen. Las cuentas a las que ha tenido acceso este periódico desvelan que para la caja de madera para embalar el retrato de Coco cuesta 2.500 euros.
Hay que entregar la caja vacía (435 euros), transportarla desde el museo al aeropuerto de Boston (770 euros), comprar el billete aéreo para la obra (1.395 euros), supervisar la colocación en el avión (576 euros), supervisar la salida y los servicios en pistas (530 euros), despacho de aduanas (150 euros), documentación de exportación y tasas aeroportuarias (265 euros), los manejos aeroportuarios (145 euros), supervisión de llegada en el aeropuerto de Madrid (625 euros), trasporte desde el aeropuerto al museo (588 euros), despacho de aduanas (300 euros) y coordinación y comunicaciones (240 euros). Total, alrededor de 8.500. A este precio hay que sumarle el regreso, unos 5.700 euros.
El precio suma y sigue con el acompañamiento de la obra, los correos, especialistas que ponen los museos propietarios para supervisar el embalaje, traslado y exposición. Siempre viajan en business y el billete no atiende a ofertas. Hay que incluir 2 noches de hotel y tres días de dietas, total 6.500 euros en la “concentración” (llegada). A esto hay que sumarle otros 6.500 euros de la “dispersión” (misma operación para el regreso).
Todos los capítulos suman 26.200 euros. Miriam Alzuri, del departamento de exposiciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde viajará la muestra del Thyssen en enero, da por buena la hipótesis de presupuesto. Para ellos lo más grave no es el transporte, sino los seguros porque el Gobierno Vasco no se hace cargo como le ocurre al Thyssen con el Estado. Sobre todo en los préstamos extranjeros, la prima del seguro se dispara. Por eso ellos afinan y atinan mucho más en la selección de los cuadros que componen la muestra. El convenio con el museo madrileño comparten el transporte entre ciudades.
Por cuenta del director
“Cuando un comisario decide traer una obra y cuesta mucho dinero traer es porque considera que para su discurso es importante. Hay muchas exposiciones hoy que la componente científica es ligera y escasa”, cuenta Tomás Llorens. ¿Que el comisario sea, además, el director del museo facilita la aprobación del proyecto, cueste lo que cueste? “Los museos también tienen un patronato que regula. No veo inconveniente en que el director haga exposiciones. Mira Alfred Barr en el MoMA. Los directores que dirigen proyectos lo hacen de acuerdo a su competencia como historiadores del arte”, añade.
Comparemos el retrato de Coco con otra obra, los Baños en el Sena, de 1869, el momento más impresionista de Renoir, en los días en que trabaja con Monet al aire libre, asume la luz y el azar de la composición improvisada. Una etapa tan brillante como el cuadro que llega del Museo Pushkin de Moscú.
En el cuadro aparece un grupo de personas a orillas del Sena, la luz se cuela por las ramas de los árboles, al fondo hay veleros y el grupo disfruta del encuentro. La burguesía en pleno apogeo, de intimidad nada. Es una escena que se relaciona directamente con el Baile de la Moulin de la Galette, la obra que la exposición del Thyssen ha erigido como contraria a la propuesta de Guillermo Solana para diferenciarse de la exposición de Mapfre en Barcelona.
¿Cuánto ha costado traer desde Rusia esta joya que no cuadra con el precepto de intimidad? Según los presupuestos similares a los que ha tenido acceso este periódico, un viaje desde Moscú a Madrid, supone poco más de 20.000 euros (viaje 15.000 euros, gastos de correo 4.000 euros y embalaje 2.500 euros).
Es llamativa también la reunión de tres obras del Museo de Israel: un retrato, un florero y un desnudo. El viaje, por los gastos que supone el desplazamiento a Tel Aviv son 30.000 euros, más las tres cajas (7.500 euros), más el correo de ida y vuelta (cerca de 7.000) euros. Las tres piezas habrían costado una inversión en transporte de 44.500 euros.
Coco toma su sopa en el Thyssen, en el apartado llamado La familia y su entorno, donde los descartes de la producción de Renoir reunidos a un coste demasiado alto son más evidentes. Aunque no tanto como la falta de transparencia del museo.