En la barriada de Murillo, en Sevilla, los edificios son bajos y tristes, rematados en óxido. Hay ladrillos sucios, sábanas colgando del tendedero y niños que nunca irán al colegio. Algunas calles están llenas de ratas. En otras no pasa ni el cartero. Esto es el Polígono Sur: sol, hambre y bostezo. A Murillo un día lo bautizaron como "las 800 viviendas": es el epicentro de las Tres Mil y lleva en pie desde el 77.
Parezca o no un juego de muñecas rusas, es un barrio que se llama como un pintor barroco [Bartolomé Esteban Murillo] en el año de ese pintor. 2017 conmemora el cuarto centenario del nacimiento del artista. La fiesta es dudosa entre los vecinos chabolistas, la drogadicción, la zona contigua controlada por narcotraficantes -Las Vegas-, el paro, el analfabetismo adulto, las personas que comen sólo una vez al día.
El Polígono Sur tiene 50.000 habitantes y sólo 30.000 están censados. No hay alegría aquí, sólo capas de invisibilidad. De marginación. De silencio. Nadie conoce las devociones que pintaba Murillo
El Polígono Sur tiene 50.000 habitantes y sólo 30.000 están censados. No hay alegría aquí, sólo capas de invisibilidad. De marginación. De silencio. Nadie conoce las devociones que pintaba Murillo. Los cristos, los corderos, las vírgenes, los niños partiendo fruta y jugando a los dados. Las muchachas cargando flores.
Por eso la productora Microlibre, a través de su departamento artístico 'Grafiti in Heaven', ha plasmado en una de las paredes del barrio un tributo al artista. Una nueva -y curiosa- versión de su obra Tres muchachos. El Ayuntamiento de Sevilla financia este proyecto, llamado Murillo se viste de calle. Tres artistas -Opas, Theo Magma y Bonim- han rasgado el muro durante una semana entera hasta hacer del blanco y reinventar el cuadro.
El arte que no caduca
"Tres muchachos pone de manifiesto la esencia del pintor y su capacidad de retratar aquellos aspectos de la sociedad más desalentadores y, aún así, transmitir esperanza", cuentan desde la organización cultural. "Parece mentira que 400 años después sus obras puedan seguir siendo una fotografía del mundo actual, pero debemos seguir avanzando y mejorando esta sociedad tan injusta y desigual".
Aunque no compartan el pan, los niños de Murillo tienen un futuro mucho más complicado que el del resto de la sociedad. ¿Cómo van a encontrar en su día un trabajo si no salen de la situación en la que están?
Recuerda Juanjo Laguna, de Microlibre, que Murillo dedicó parte de su obra "a plasmar la pobreza infantil y a visibilizar niños en situaciones cotidianas: compartiendo comida, sentados en el suelo de la calle, espurgándose... y los niños de este barrio también están así, aunque quizá no tanto: aunque no compartan el pan, tienen un futuro mucho más complicado que el del resto de la sociedad. ¿Cómo van a encontrar en su día un trabajo si no salen de la situación en la que están?".
Explica Laguna que la obra original representa a "un niño negro pidiéndole comida a una niña de raza blanca, mientras que otra niña de raza blanca le metía la mano en el bolsillo al crío negro para quitarle lo que llevaba". ¿Por qué no reflejarla tal cual, cargada como está de crítica social? "Murillo es un barrio multicultural, multirracial, y queremos fomentar la buena convivencia. En vez de poner como eje central la comida, hemos utilizado la música: el chico negro sale con una guitarra, otra con una caja, la última siguiendo el compás... Al haber muchos gitanos, hay mucho arte: flamenco, cantes, bailes... muchos tocan instrumentos de maravilla". Ahí están los críos flacos y talentosos, explicándose en el idioma que conocen. Un imaginario de cajas, guitarras y palmas. De verbo viejo. De tradición popular.
Factoría Cultural
"La Unión Europea ha puesto justo enfrente de la barriada Murillo un pedazo de auditorio... mira el mejor de Sevilla. Se llama la Factoría Cultural, y con él se pretende invitar a los chavales a locales de ensayo, a clases... celebrar actuaciones y eventos, y que la gente vaya, compre su entrada y disfrute de su espectáculo", continúa Laguna. "Eso es lo que se pretende, ¡que se consiga es otra cosa, claro! Pero nosotros queríamos apoyarles y hacerles un guiño con nuestro grafiti, por eso para subrayar la idea hemos hecho una versión del cuadro".
Se trata, cuenta, de dejar de alejar posiciones. "Hace 400 años, el negro le pedía al blanco, pero en realidad no se sabía quién era más pobre de los dos. Ni siquiera era que el niño negro le pidiera al blanco con una connotación racista", sostiene. Tres muchachos es siempre recuperable. "Una de las mejores formas de salir de la situación de pobreza es a través del arte y de la cultura. En ello estamos".
Grafiti in heaven lo recuerda en su manifiesto: "Es bien sabido que son numerosos los pintoers, músicos y poetas que murieron en la más mísera pobreza dejando para la actualidad obras de valor incalculable. Quién sabe si alguno de esos niños que han sentido más que nadie los achaques de la crisis no será el próximo Murillo, una joven promesa de la música o un nobel de literatura sevillano".