“Aproveche porque lo quiere vender todo”, explica uno de los vigilantes de sala puestos por el Museo Thyssen-Bornemisza para custodiar y proteger las pinturas depositadas por Carmen Cervera en 2004 en el museo público. Preguntamos por el cuadro Caballos de carreras en un paisaje, pintado por Edgar Degas, en 1894. No está y en la ventanilla de “Información” al visitante tampoco saben su paradero. La dirección del museo no facilita -a pesar de ser una norma de transparencia habitual en el resto de instituciones- un listado de las obras que no pueden verse.
El cuadro es uno de los favoritos de Tita y quiere venderlo. Ayer puso un anuncio en los tres periódicos de mayor tirada para promocionar su venta por 28 millones de euros. El método seguido por la viuda del barón Thyssen es distinto al que ejecutó en 2012, cuando vendió La esclusa de John Constable, por 28 millones de euros, en la casa de subastas Christie's de Londres. Ahora, Tita ha preferido captar la atención de los marchantes privados. Para ello se ha reunido, junto con el director artístico del Museo Thyssen, Guillermo Solana, y tres periodistas para hacer público su deseo de sacar a la venta el cuadro heredado.
“Cuando vendió el Constable nos dio mucha pena y si vende éste también nos va a doler”, cuenta una de las personas que vigila la colección de Cervera. Su lugar es la sala “H”, la sala capitular del impresionismo francés. Es el lugar preferido por el público que pasa por las 16 estancias, adaptadas por el Estado para mostrar la colección privada de la séptima mujer más rica de España, según la lista Forbes. Y dueña de una colección de pintura adquiridas con sociedades en paraísos fiscales. “La “H” nunca ha estado completa. Al menos yo no la recuerdo”, comenta una de las responsables de la vigilancia.
Tres de diez
La sala estaba pensada en origen para albergar diez pinturas, pero en estos momentos sólo se exhiben tres. De las otras siete sólo queda el rastro de una foto en la pared y una leve explicación de su ubicación. Salvo de Caballos de carreras en un paisaje, que apenas señala un “Obra retirada temporalmente”. No aclara cuándo regresará y es la única de las siete retiradas que no lo hace.
La obra de Renoir, Campo de trigo (1879), está retirada porque figura en la exposición dedicada al pintor impresionista, que ahora está en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Lejos del lugar en el que fue cedida hasta mayo. La cartela tampoco ha sido actualizada: “Instalada en la planta baja del edificio”, aunque no es así. Marea baja en Varengeville (1882), de Claude Monet, también está de viaje, en Basel, en la Fondation Beyeler. Hasta junio.
La inundación en Port-Marly (1876), de Alfred Sisley va a pasar todo 2017 fuera del museo: no regresará hasta finales de octubre. Una tarde en Moret, final de octubre (1888), también de Sisley, fuera del museo hasta junio. De Camille Pissarro no se puede ver Camino, sol de invierno y nieve (1870), fuera hasta julio. Las tres pinturas que cuelgan, de momento, son Campo de coles, Pontoise (1873), de Pisarro; El puente del palacio del Arzobispo (1880) y Camino de Damiette (1885), de Armand Guillaumin. Abajo, en la sala “K”, estaba el extraordinario El puente de Charing Cross (1899), de Claude Monet: una foto recuerda que hasta junio no volverá a aparecer.
Una visitante francesa que acaba de entrar en la sala “H” mira a su alrededor, ve el panorama y suelta: “Es increíble, ¿dónde están?”. Más tarde llega otra pareja francesa, también sexagenarios, y él se queda parado frente al espectáculo. Mira a su acompañante y, ostensiblemente enfadado, le dice que no da crédito y se desentiende de los que quedan en la estancia. No hay imagen más desoladora que la de un museo vacío.
Cultura lo sabe
“Tenemos muchas quejas de los visitantes sobre esta sala. A nosotros no nos informan de los que faltan. No podemos dar una respuesta. Imagino que puede hacer lo que quiera con sus cuadros...”, confiesa una de las trabajadoras. La sala todavía conserva una silla de vigilante, pero no hay nadie controlando las ausencias.
La sala “H” se ha convertido en un agujero negro impresionista: todo lo que cae en ella, desaparece. Desde el gabinete de prensa informan a EL ESPAÑOL que Caballos de carreras en un paisaje acaba de regresar de una exposición en el Museo de Fine Arts de Houston y “está en almacén”. Sin embargo, la exposición acabó hace dos meses. Desde el pasado mes de octubre -fecha de inicio de la muestra dedicada a Degas en dicha institución-, en la cartela no se indica cuándo volverá a exhibirse. Es la única que no concreta el regreso, quizá adelantando los planes que Tita tenía con este cuadro antes de renovar la cesión anual con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en febrero.
La Secretaría de Estado de Cultura conoce la situación actual de dicha sala del Museo Thyssen
Las obras para abandonar el museo reciben el visto bueno del Patronato, del que forma parte el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Este periódico se ha puesto en contacto con la Secretaría de Estado de Cultura, bajo la responsabilidad de Fernando Benzo, para saber si son conocedores de la situación de la sala y confirman su consentimiento: “La Secretaría de Estado de Cultura conoce la situación actual de dicha sala del Museo Thyssen, donde se exponen varias obras pero no la totalidad debido a que éstas se encuentran temporalmente en exposiciones en otros museos”.
Curiosamente, la propia Cervera indicó hace meses a Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte, que desea más permisividad para sacar del museo sus obras. Salir y visitar otros países, “tener más vida de la que tienen en estos momentos”. El ministro le contestó: “Lo vamos a estudiar. Hay un acuerdo firmado en 2002 y establece las relaciones. Dentro del mismo vamos a ver cómo podemos actuar con flexibilidad para dar acomodo a todo el mundo”.
A su antojo
La Secretaría de Cultura del ministro admite ser consciente de la situación de la sala “H”, pero quiere ampliar la “flexibilidad” del acuerdo. Los trabajadores de sala ironizan con la entrada y salida de las obras de arte, “a su antojo”. De la cesión inicial ha sacado del Museo Thyssen para siempre casi 230 pinturas, para repartirlas por el resto de franquicias que ha ido inaugurando. En las próximas semanas abrirá las puertas otro en Andorra. Precisamente, allí viajarán algunos de los cuadros de Madrid: una de Ramon Casas y otra de Joaquim Mir, hasta enero de 2018. Los cuadros revalorizan su precio con cada exposición para la que son seleccionados, es su curriculum vitae.
En la segunda parte del catálogo de la Colección Carmen Thyssen se localizan 21 pinturas en el capítulo de impresionistas franceses, pero sólo pueden verse algunas expuestas. Caballos de carreras en un paisaje, ejecutada por Degas a los 60 años, tuvo seis dueños distintos antes de que el barón Thyssen lo comprara en 1981. En el libro se destaca del cuadro “la brillante gama cromática que Degas utiliza cual especias de un exótico estofado visual”.
“Aunque por aquellas fechas ya era un destacado colorista, hacía poco que había aprendido las lecciones dramáticas y del nuevo cromatismo de las obras tahitianas de Paul Gauguin”, escribe Richard Berttell. La pieza lleva en el mercado al menos una década, momento en el que el Museo Thyssen, en colaboración con la editorial Scala, publica un catálogo titulado Paisajes en la colección de Carmen Thyssen-Bornemisza, bajo la tutela de Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen.
El libro no obedece a ninguna exposición, ni tiene propósito científico claro, simplemente es una revisión de los cuadros más destacados de su colección privada, amparado y pagado por el Museo Thyssen, y en cuya portada aparece la joya que ahora está a la venta: el Degas. En su interior también aparece muy destacado El puente de Charing Cross, de Monet, quién sabe si el siguiente en abandonar el museo donde ha estado protegido con dinero público bajo el sello: “Se vende”.