Hay cuadros que pueden cambiar la vida de un pintor. La vicaría (pintada en 1870, y en la actualidad en el Museo Nacional de Arte de Cataluña) arregló la de Mariano Fortuny (1838-1874). Adolphe Goupil (1806-1893), el marchante con el que el artista catalán firmó un contrato de exclusividad cuatro años antes, pagó por el cuadro 70.000 francos, una suma altísima. Aunque no tanto como los 250.000 francos por los que más tarde revendió el lienzo considerado obra cumbre de la pintura preciosista.
El marchante había garantizado su futuro bienestar económico, a pesar del pronto fallecimiento del pintor. Goupil hizo de Fortuny un producto artístico de fama y cotización impensable para ningún otro pintor español de su época. En la operación tuvo mucho que ver la buena crítica de Théophile Gautier, que conoció la obra del pintor en la galería del marchante y de la que escribió una frase lapidaria: “Fortuny es un Goya retocado por Meissonier”. Al margen de que el virtuosismo preciosista de Fortuny lo aleja de Goya, la ingeniosa etiqueta catapultó los precios del pintor, sobre todo, entre los coleccionistas norteamericanos, a los que Goupil abasteció de Fortunys a mansalva.
Los millonarios estadounidenses se interesaron inmediatamente por los temas africanos y arabizantes de su repertorio, por el costumbrismo que dio prioridad a la luz y el color (revelado en sus viajes a África). Puro exotismo de una cultura tan lejana y atractiva. Fortuny acentúa su orientalismo tras entrar en contacto con el arte japonés. Las estampas que llegan del país nipón golpean definitivamente su costumbrismo y su absoluto dominio de la técnica, y le llevan a simplificar el discurso.
El impresionismo aún no había germinado y él ya asumía los mandamientos de los de Monet, sobre todo valorados por el mercado de EEUU. Nunca pudo reunirse con Renoir en París y murió el mismo año de la primera exposición del grupo impresionista, en casa del fotógrafo Nadar. Sin embargo, su modernismo fue asumido por el mercado como una vertiente transversal de Manet, Degas, Pisarro y compañía.
Las obligaciones comerciales de su relación con Goupil le arrastraron a la producción imparable de pinturas de género al gusto internacional. Es más, el comerciante lanzó una de las primeras campañas de marketing artísticas a favor de una firma: reproducía las obras de Fortuny en fotograbado y vendía miles de reproducciones. Goupil se adelantó al negocio de las postales en las tiendas de los museos. Gracias a esta estrategia logró aumentar el precio de las pinturas que tenía a la venta. Hasta que Fortuny se hartó y rompió el contrato con el marchante, para pintar en libertad y “a lo moderno”. Si la muerte no lo hubiera impedido, su órbita habría sido impresionista.
Un contrato casi millonario
De ahí que haya que acudir a instituciones y coleccionistas estadounidenses para organizar su primera gran retrospectiva, en el Museo del Prado, el próximo noviembre. Reunir parte del catálogo de la obra de Mariano Fortuny es lo que ha disparado el precio del transporte de la cita más importante este año de la institución. Días atrás, el BOE publicaba el contrato de licitación para transportar las obras que componen la exposición temporal, con un valor del contrato de 960.000 euros, el más grande en la última década.
Como confirma el Museo del Prado a EL ESPAÑOL, es una cantidad similar a la invertida en 2014 para montar la exposición El Greco y la pintura moderna. Son las dos muestras más caras de los últimos años, y son responsabilidad de Javier Barón, Jefe de Área de Conservación de Pintura del siglo XIX. ¿Por qué se licita por esta cantidad tan alta? “Porque lo requiere al tratarse de un proyecto ambicioso, que ocupará las salas A y B del Edificio Jerónimos, con obras de procedencias muy diversas, algunas de ellas de gran formato y de diferente tipología”, responden desde El Prado.
Aquella exposición de El Greco tenía obra de muchos artistas, museos, colecciones, fruto de una reunión colectiva múltiple. Fue la muestra más vista en 2014, con 401.774 visitantes. ¿Cuál es la compensación que espera obtener el museo de una inversión tan alta como la de Fortuny? “El Prado es una institución cultural y, por tanto, el objetivo de sus exposiciones no es nunca la rentabilidad económica, sino la cultural”, explican desde el museo.
Objetivo: Joaquín Sorolla
“La inversión es la habitual para grandes exposiciones y su programación no responde a ningún objetivo distinto al de otras. El formato de esta exposición será similar al de la dedicada a Joaquín Sorolla en 2009”, añaden. Aquella muestra también fue comisariada por Javier Barón, junto con José Luis Díez. Todavía no se ha desvelado la lista de obra que compondrá la retrospectiva de Fortuny, pero dado el alto precio del transporte apunta a un ambicioso recorrido.
“El comisario de la exposición es quien decide qué piezas componen la exposición y el coste que están dispuestos a asumir”, explica a este periódico la responsable de una de las grandes empresas de transporte de arte, que prefiere mantener su anonimato. El coste de la inversión al mover piezas por todo el mundo para llevarlas al museo depende de la ambición del comisario. La de Javier Barón no es barata. El Prado anuncia que la de Fortuny, comisariada por él mismo, será “una muestra excepcional e irrepetible ya que, además de incluir sus aportaciones como pintor, acuarelista, dibujante y grabador, se exhibirán ejemplos de la exquisita colección de antigüedades que atesoraba en su atelier”.
Tomás Llorens, ex director del IVAM, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y ex conservador-jefe de la colección Thyssen-Bornemisza, explicaba a este periódico que “la importancia de las obras seleccionadas es subjetiva”. “Medir la popularidad y su capacidad para atraer al público depende de la experiencia y la sabiduría del comisario. Hay que tener en cuenta la capacidad de generar ingresos de cada obra y la coherencia dentro de la exposición”.
Más caras, más visitas
El transporte es la partida más costosa del presupuesto de las exposiciones temporales. Del seguro, en los museos estatales, se encarga el erario público. Entre las licitaciones de las exposiciones más caras en los últimos cuatro años aparece -siempre por detrás de la dedicada a Fortuny- Visiones del mundo hispánico. Tesoros de la Hispanic Society (ahora en el Museo del Prado, por 780.000 euros); Picasso y Lautrec (a partir de octubre en el Thyssen, por 770.000 euros); Caravaggio y los pintores del norte (en el Museo Thyssen, en 2016, por 740.000 euros); El Bosco (en el Museo del Prado, en 2016, por 720.00 euros); Edvard Munch. Arquetipos (en el Thyssen, 2015, por 670.000 euros); Renoir y la intimidad (en el Museo Thyssen, en 2016, 631.785 euros); Ribera, maestro del dibujo, (Museo del Prado, en 2016, 617.000 euros); Georges de la Tour (en el Museo del Prado, en 2016, 600.000 euros); Piedad y terror en Picasso (ahora en el Museo Reina Sofía, por 550.000 euros).
Como se observa, el precio está condicionado por el traslado de la obra que las compone. Una de las más baratas el año pasado fue la dedicada a los Realistas de Madrid, por la que el Thyssen pagó 144.647 euros en transporte de obra.
Este periódico se ha puesto en contacto con el museo dirigido por Guillermo Solana para aclarar el alto precio del transporte de la próxima exposición, Picasso y Lautrec. Desde la dirección explican que en esta exposición, como en el resto, se espera un éxito de visitas: “Se busca cumplir con la misión de la institución de poner la cultura al alcance de la ciudadanía y se espera una amplia difusión y una buena acogida que se traduzcan en un gran número de visitantes”.
¿Un cambio de tarifa?
Sobre el elevado precio del traslado de las obras de esta exhibición, aseguran que “el aumento general de las tarifas del transporte de obras de arte y la cantidad de piezas que vendrán a la exposición, necesarias para abordar convenientemente el proyecto artístico, han llevado a determinar el precio de la licitación”. Sin embargo, las fuentes del sector del transporte consultadas por EL ESPAÑOL aseguran que no ha habido ningún incremento de tarifas generales.
“El precio es mucho más estable de lo que parece, no podemos disparar los precios porque las licitaciones son bastante competitivas. Licitar a la baja es muy peligroso. Lo que hacemos es artesanía del transporte”, explican. Además, aseguran que los viajes en cabina de cuadros pequeños, en cualquier avión de línea, se ha complicado con las estrictas normas de seguridad: obligan a abrir el maletín en el que va la obra, en la terminal, sin condiciones mínimas, delante de todo el público y pasarlo por rayos X.
Lo cierto es que cuanto más grande la caja, más caro el transporte. Por eso llama la atención el presupuesto de la exposición de Mariano Fortuny, dado que sus lienzos son de pequeño tamaño y rara vez superan el metro y medio. El Museo del Prado tampoco ha querido aclarar este término.