Es real, es auténtico y es preciso. No es Instagram, donde todo el mundo está preocupado por tener buen aspecto, ser feliz y filtrar lo (muy) real. La verdad nunca le gustó a la popularidad. Hoy, que somos diógenes de la imagen (acumular sin ver), la obra de Van der Elsken devuelve un rayo de impopularidad... en la Fundación Mapfre de Madrid.