Pocas veces todo un país se sintió tan representado por un cuadro. En España tenemos obras maestras como Las Meninas o el Guernica, pero puede que ninguna de ellas produzca un efecto parecido al de El Abrazo de Juan Genovés. La obra maestra del pintor valenciano, que fallecía este viernes a los 89 años, es algo más que un cuadro, es un símbolo. El símbolo de la reconciliación, del entendimiento. El icono de una época fundamental de nuestra Historia, la Transición, y sobre todo del espíritu que emanaba de aquellos momentos.
Para Juan Genovés todos nos teníamos que abrazar. Todos. Sin dejar a nadie atrás. Y eso emociona, especialmente en un momento en el que la crispación vuelve a dominar las calles y el escenario político. Genovés fue, en parte, devorado por el éxito de una obra monumental que la gente tiene en sus casas en forma de reproducción. Lo que muchos españoles no saben es la historia de este cuadro, una historia que sería el guion para una película o una serie que sería también un repaso por nuestra historia desde la dictadura hasta la actualidad. Aquí os resumimos los cinco datos más sorprendentes del abrazo que hoy nos envuelve a todos.
Inspirado por los niños
Juan Genovés se movía con los círculos antifranquistas. Su trabajo en la década de los 70 gira en torno a ello, y fue por eso que la Junta Democrática se acerca a él en 1976 para pedirle una obra por la amnistía de los presos políticos de aquella época. Un cartel. Genovés, por supuesto, aceptó, pero el encargo tenía una fecha que no se podía cumplir: “para mañana”. Al final decidieron coger un cuadro que ya había creado, que se llamaba El abrazo, y cuyo significado cuadraba perfectamente para la misión. Se usó una reproducción, y mientras la imprimían fueron detenidos por la policía y él estuvo ocho días en la dirección general de seguridad.
El cuadro original si tenía un componente contra la dictadura, como explicaba el autor en este periódico. “Luchábamos contra la dictadura y arriesgábamos la vida por la reconciliación nacional. Yo necesitaba un símbolo para reflejar esa idea. Un día, aquí hay un colegio, y vi a unos niños abrazándose al salir de clase, como hacen los futbolistas, y dije: “¡Ya está!”. La dificultad era introducir a la mujer y al final, a la derecha del cuadro, puse una figura de mujer que está como abrazando el futuro. De ese cuadro se hicieron medio millón de carteles y se vendieron.
Olvidado en los sótanos del Reina Sofía
De aquella reproducción se imprimieron más de medio millón de copias. Todo el mundo tuvo uno en su casa, pero el cuadro original no se quedó en nuestro país, sino que ya tenía apalabrado una gira por galerías de EEUU, donde fue comprado por un coleccionista de Chicago. En un abrir y cerrar de ojos habíamos perdido la obra original que dio vida al símbolo. Adolfo Suárez consiguió que volviera a España, pero no sirvió de mucho. Ya que como él mismo siempre decía apenado, “estuvo 40 años en el sótano del Reina Sofía”, algo que iba en contra de un cuadro que nació para ser de todos: “no es mío, pertenece a todos los demócratas”.
Cuando me preguntaban ‘¿Por qué este cuadro que representa la Transición está ahí escondido?’, yo decía: ‘No se preocupe, es así, es que está acostumbrado a la clandestinidad’
Su regreso a España no fue como se esperaba, y Genovés explicaba en las entrevistas que cuando los periodistas le querían hacer fotos iban al Reina Sofía, le ponían el cuadro detrás, le hacían la foto y lo volvían a meter en el sótano otra vez. “Cuando me preguntaban ‘¿Por qué este cuadro que representa la Transición está ahí escondido?’, yo decía: ‘No se preocupe, es así, es que está acostumbrado a la clandestinidad’. Eso salió en una entrevista y el director del Reina Sofía me llamó y me dijo que lo tendría que colgar [se ríe]. Estuvo un mes y lo volvieron meter”.
Rescatado por el 40 aniversario de la constitución
40 años estuvo El abrazo en su segunda clandestinidad. Cuatro décadas con el símbolo de nuestra reconciliación oculto en un sótano de un museo en vez de expuesto para que algo se nos pegara. La situación cambió en enero de 2016, cuando fue rescatado con motivo del 40 aniversario de la constitución. En enero de 2016, fue por fin cedido por el Museo Reina Sofía en un acto que contó con la presencia del autor. En un primer momento se expuso en el vestíbulo de uno de los Edificios de Ampliación del Congreso de los Diputados, y después formó parte de la exposición Habla pueblo, habla, organizada por por el 40 aniversario de las elecciones del 77, hasta su ubicación actual, en la Sala Constitucional.
Manchado por la sangre de los abogados de Atocha
La noche del 24 de enero de 1977, dos terroristas de extrema derecha entraron al despacho de abogados laboralistas de la Calla Atocha, casi todos miembros del Partido Comunista, y tirotearon el local provocando la muerte de cinco personas Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo, además de al estudiante de derecho Serafín Holgado y al administrativo Ángel Rodríguez Leal. Además, de provocar heridas graves en varios más.
En aquel despacho estaba colgada una de esas reproducciones de El Abrazo de Juan Genovés, que quedó manchado de la sangre de aquellos pobres abogados asesinados por sis ideas políticas. El autor no dudó, y tuvo claro que aquellas personas merecían un homenaje que llegó en forma de la escultura que hoy se puede ver en la plaza de Antón Martín, en Madrid, y que se trata del Abrazo en tres dimensiones.
Dio nombre a un pacto fallido
La llegada de las nuevas formas políticas acabaron con el bipartidismo, pero el espíritu de la obra de Juan Genovés no se olvidó, y a uno de los primeros pactos entre viejas fuerzas y partidos recién nacidos se le conoció como ‘el Pacto del Abtazo’. Fue al que llegaron PSOE y Ciudadanos en 2016 y que se formalizó y rubricó en el Congreso bajo la imponente presencia de la pintura de Genovés. El artista reconocería a este periódico que no le gustó mucho que usaran su emblema: “Yo vi que era otro arreglito más, pero siempre pensé que el sitio de ese cuadro era el Congreso de los Diputados. Un día me preguntaron, lo dije, y de pronto todo el mundo, la derecha y la izquierda, estaban enamorados de ese cuadro”.
El cuadro, por cierto, se encuentra otra vez expuesto en el Museo Reina Sofía, la pinacoteca que le escondió en sus sótanos durante años, pero ahora en un lugar privilegiado. El congreso, por su parte, se ha tenido que conformar con una reproducción. Quizás, en tiempos del covid19 sea el momento de llevar el original otra vez para ver si les inspira en una reconstrucción que se antoja difícil.