La gente más atrevida aprovecha las redes sociales para intercambiar con sus parejas o amantes fotografías subidas de tono. Algunos lo llaman sexting, otros prefieren el término nude. Lo cierto es que el desnudo no era un tabú tan potente en tiempos anteriores. Una prueba de ello es la pintura en la que el cuerpo femenino (en mayor medida) y el masculino se representaban a través del arte y la pintura. Ahora, vivimos en una era en la que Instagram no duda en censurar los pezones femeninos, siguiendo su polémica política que tanto indigna a sus usuarios.
Sin embargo, el cuadro del que hablamos refleja esa liberación, además de esconder una curiosa historia detrás. Sugerente y a la vez revolucionario, así es Belleza revelada (Autorretrato), 1828 de Sarah Goodridge. La artista estadounidense no vivió en la época de WhatsApp, Instagram ni Telegram, pero también quiso mandarle a su amado una imagen sensual: un autorretrato de sus pechos. Como si de un selfie nude se tratase.
Pintura íntima
La obra en sí se encuentra dentro de una pequeña cajita de tafilete rojo de 6,7 por 8 cm donde la artista decidió guardar este regalo picantón. La sensualidad y el contenido erótico parece inspirarse en el arte francés del siglo XVIII representando con delicadeza el busto de la autora. Su objetivo era regalarle esta pequeña obra a su amante, Daniel Webster, en un mundo conservador, donde lo tradicional y clásico imperaba frente a cualquier libertinaje.
Este autorretrato de sus pechos en un diminuto formato es una pintura íntima, como si de un secreto se tratase. No solo por el contenido, sino por la forma de guardarla y enmarcarla. La calidad técnica y sobre todo la valentía de la artista en crear esta obra la convierte en una pionera en el trato de la sexualidad en el arte. Tenía 40 años cuando pintó este cuadro, que bien se puede encajar en el arte feminista y conceptual contemporáneo.
En el siglo XIX las minituras de ojos eran una muestra de afecto que se regalaba, y ella le dio un giro juguetón y atrevido al intercambiar un par de ojos por un par de pechos. Los suyos concretamente. Desafiando la mentalidad cerrada de una época como era aquella en la que vivía, y sobrevivía como mujer y artista.
Un romance secreto
Aunque Goodridge intentó meterse en el bolsillo al político y senador de Massachusetts en 1826, Daniel Webster con esta obra, lo cierto es que el estadista se casó con otra mujer. Su familia mantuvo el retrato en propiedad hasta la década de 1980, cuando se subastó en la sala Christie's y fue adquirido un año después por Gloria y Richard Manney. El matrimonio donó o vendió las miniaturas de su colección de arte, incluyendo la Belleza revelada, al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York en el año 2006.
La relación entre ambos es confusa y algunos lo califican de amistad, lo cierto es que fueron numerosas las veces que se encontraron para que ella le pintase (hasta 12 veces) y el intercambio de cartas era más que frecuente. Sus últimas cartas estaban dirigidas a "Mi querida y buena amiga", lo que estaba fuera de la expresión normal en aquella época.
Sobre la artista
Sarah Goodridge era la sexta de nueve hermanos de una humilde familia de Templeton. Como en aquella época la educación de las mujeres no era un derecho y su acceso estaba muy limitado, la artista se formó de forma autodidacta y tomó clases de pintura más tarde con Gilbert Stuart. Su talento y su perseverancia le convirtieron en una gran retratista, con una elevada habilidad para la miniatura. Sus trabajos en acuarela decoraban broches y camafeos, aunque también realizó obras de mayor tamaño, como su primer autorretrato de 1825.
Sin duda, esta acuarela única se encuentra actualmente en el Museo Metropolitano de Nueva York es una de sus piezas más especiales. Una pieza que, vista con perspectiva, es todo un desafió a los estereotipos sobre la mujer recatada del siglo XIX.