“No ha sido fácil poder escenificar cómo nos manipulan y cómo nos dejamos manipular. Y esta idea está latente en todo el espectáculo”, cuenta la bailaora Eva Yerbabuena en la soledad de su estudio. De negro, sin maquillar y con la mente puesta en la coreografía que a escasos metros ensaya su cuerpo de baile, la artista trata de llevar a la palabra un océano de dudas: todas convergen en Apariencias, el espectáculo flamenco que estrenará este viernes en Jerez de la Frontera, y con el que reflexiona sobre el flamenco, sobre una sociedad más interconectada, sobre la crisis de los refugiados sirios y sobre el poder.
Anárquica en sus pensamientos, Eva María Garrido (Fráncfort del Meno, 1970), Yerbabuena, acude a la entrevista con un par de libretas llenas de anotaciones a lápiz. En sus páginas se cuelan citas de Nietzsche, Platón o Schopenhauer. Ha necesitado recurrir a ellos para explicarse algunas nociones que llevan años frecuentando su mente. La idea de su último espectáculo flamenco nace de una imagen, ella rompiendo una calavera. Días después sucede un crimen en Nigeria, con más de una veintena de estudiantes muertos. Luego, el atentado del Dáesh contra la revista satírica Charlie Hebdo. Y como telón de fondo, la crisis de los refugiados sirios y muchas y recurrentes conversaciones con otros creadores. “Entendí que era una inquietud compartida. También a nivel personal y profesional, porque todo lo que te rodea te influye a la hora de ponerte en un escenario y tener algo que contar”, cuenta Yerbabuena a este periódico.
En este espectáculo he tenido la necesidad de despojarme de todo lo que aparentemente representa el flamenco
Con toda esta amalgama de pensamientos y dudas, la bailaora Premio Nacional de Danza en 2001, se sienta con su marido, el director, compositor y guitarrista, Paco Jarana, y juntos empiezan a explorar las posibilidades creativas de Apariencias. Un espectáculo de inspiración impresionista que, lejos de ese primigenio mar de dudas, surge de la raíz más ortodoxa, clásica y pura del flamenco. Sin embargo, la puesta en escena es heterodoxa como la propia Yerbabuena, una artista capaz de dar vida a las santas de Zurbarán y que promete una arriesgada puesta en escena no exenta de sorpresas.
Eva frente al espejo
Fue en Granada donde el constructor de guitarras Francisco Manuel Díaz dio a Eva María Garrido el sobrenombre de Yerbabuena, lo hizo como homenaje a Frasquito Yerbabuena, cantaor granadino inventor del fandango abandolao. Hoy, la artista se mira ante el espejo intentando descubrir qué queda de esa Eva en Yerbabuena.
La bailaora indaga en Apariencias sobre la esencia del flamenco. También sobre sí misma. “En este espectáculo he tenido la necesidad de despojarme de todo lo que aparentemente representa el flamenco”, narra. Quitar capas a una cebolla para luego ir añadiéndoselas. “Si cojo a una venezolana, le pongo una cabeza de ondas con peinas y lunares y se sabe mover, ¿es flamenca? Porque yo me hago esa pregunta. ¿El flamenco es una apariencia?”, cuestiona.
Me desnudo a mí misma para ver de qué soy capaz, cómo reacciono cuando se me quita todo lo que me hace sentirme flamenca
Esa duda la lleva a un espectáculo en la que la música, las luces, el vestuario, la intención o las coreografías huyen arquetipo flamenco. “No quiero nada que tenga que ver con la imagen que otros tienen de Eva”, expone. “Me desnudo a mí misma para ver de qué soy capaz, cómo reacciono cuando se me quita todo lo que me hace sentirme flamenca, aunque difícilmente soy dueña de mi alma que es lo que me hace sentirme y parecer flamenca”, desvela. “Nadie sabe quién es nadie, ni siquiera quiénes somos nosotros mismos. Todos nos quedamos en las apariencias porque vivimos en una pura apariencia”, añade. “Este espectáculo es el antiflamenco, ¿o no?”, reflexiona.
Sentada en una silla de enea, con una gran bufanda enrollada a su cuello, Yerbabuena va despiezando cada parte del espectáculo. A veces inadvertida y otras levantando turbulencias con sus manos, la artista explica que a escasos días de su estreno pocos conocen el resultado final. Ni los cantaores, ni el cuerpo de danza, ni los músicos… ni su marido, guitarrista y director del espectáculo. Quizás por eso masculla una leve sonrisa como intuyendo cómo reaccionará el público.
“Soy sincera y me arriesgo a quedarme sola en un patio de butacas”, asume. “Y si provoco eso, pues por algo será. No hay miedo. El pánico me llegará el día en el que no tenga nada que contar, ni una inquietud... y el día en el que yo me relaje será el momento en el que diga adiós”, confiesa Yerbabuena.
El poder nos torea
Ese proceso de búsqueda constante hará que, sobre las tablas, convivan las voces flamencas de José Valencia y Alfredo Tejada con la de la africana Alana Sinkëy. El hiperrealismo con la sobriedad de una soleá; o unas máscaras indígenas con un capote blanco con el “nos torea el poder”. “¡Y nosotros le respondemos gritando ole!”, espeta Yerbabuena.
Ha habido un momento en el que lo hemos tenido todo en nuestras manos y ahora empezamos a caer. Se lo han cargado todo
La política, el dinero, la religión… todo se concentra en ese capote sobre el que se van proyectando unas imágenes en la que cabe una dura crítica social, política y económica. “Nos humillan. Y ya está bien”, critica la artista. Sentada en la silla. Sus gestos son impetuosos y llenos de flamenco. Por momentos se viene arriba. Desaparece Yerbabuena y aparece Eva, la madre de dos hijas.
“A nuestra generación le va a tocar volver a pasar hambre. Es algo cíclico. Ha habido un momento en el que lo hemos tenido todo en nuestras manos y ahora empezamos a caer. Se lo han cargado todo. La cultura, la sanidad…”, lamenta Yerbabuena.
“¿Por qué se quiere anular la filosofía?”, se pregunta. “¿Por qué estamos tratando de hacer desaparecer a otras razas? ¿Por qué nos estamos haciendo desaparecer a nosotros mismos? ¿Es algo que es absurdo? Y la filosofía ayuda porque da respuestas. Pero como es algo contradictorio a la religión o al poder... En el espectáculo hay conceptos desarrollados a partir de Platón o Nietzsche”, narra, que han sido trabajados con los bailarines antes de definir la coreografía “para que el corpus teórico que tiene este espectáculo cobre sentido y se vea plasmado en el escenario”.
Creo que internet está haciendo mucho daño. Hoy se copia, no se crea. Y eso pasa con todas las disciplinas artísticas
Yerbabuena pasa las páginas de su libreta intentando recordar las citas de los filósofos que intervienen en su espectáculo. De repente para ante la de Nietzsche. La elegida es de Así habló Zaratrusta. “Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro”, lee. “El exceso de información dificulta el encontrarse a sí mismo”, replica. “Creo que internet está haciendo mucho daño. Hoy se copia, no se crea. Y eso pasa con todas las disciplinas artísticas. Lo que entendemos como riqueza implica una pobreza”, lamenta.
Confiesa que tiene Facebook, pero que se aburre y apenas lo usa. Usa teléfono móvil, pero por obligación. Se lleva mal con los ordenadores y recuerda con nostalgia a los artistas del pasado y cómo las jóvenes promesas se bebían sus actuaciones en directo para captar hasta el mínimo detalle. Algo que se ha perdido con la llegada de internet.
“Ahora y siempre ha estado latente el conflicto entre lo puro o menos puro, contemporáneo u ortodoxo. Algo que siempre ha existido pero que ahora es más evidente”, razona Yerbabuena. “La corriente a la que hace referencia Nietzsche no es tan sutil como hace algunos años”, mantiene. Hemos cambiado la forma de vivir, las influencias entran a mucha velocidad por todos lados y eso te afecta y te condiciona. Es algo inevitable”, afirma.
“Todo está hecho y todo está inventado. Lo único que me hace sobrevivir como artista es tratar de ser lo más personal posible. Hago mis cosas a mi forma. No es que no haya dudado o titubeado, muchas veces. Pero tuve la suerte y el privilegio de encontrarme en mi camino con alguien muy especial como Pina Bausch que me dijo: "Eva, nunca le des la espalda a la intuición, lo primero que pienses, eso es. Trabaja con ella". Y hoy la intuición se está perdiendo porque el ser humano trabaja cada vez menos con ella. Ese dejar de creer en ti, te deja más expuesto a las influencias”, defiende.
Eva sin Yerbabuena no sería lo que es, pero Yerbabuena sin Eva tampoco. Hay un juego que no me gustaría perder nunca
En mi caso, “siempre ha habido dos personajes". "Eva sin Yerbabuena no sería lo que es, pero Yerbabuena sin Eva tampoco. Hay un juego que no me gustaría perder nunca. Una ayuda a la otra. Si ese juego desaparece, se acabó. Y en este espectáculo es más evidente que en otros”, revela.
Los que la han visto en los ensayos advierten que Apariencias será un punto de inflexión en la carrera de Yerbabuena. “Hay una señal que no falla cuando estoy creando —explica—, si siento un escalofrío eso es positivo. Y con este espectáculo ya lo he sentido varias veces”.