"Es hora de la revolución de las putas": la exitosa obra que muestra la verdad de la prostitución
Tres actrices llevan al Teatro Español trozos de la vida de varias prostitutas y chaperos para denunciar la violencia que sufren y el silencioso y lucrativo negocio que los explota.
11 febrero, 2020 13:32Noticias relacionadas
Prostitución ha arrasado en su propuesta para el Teatro Español noqueando conciencias con textos vivos y reales pero sobre todo gracias a la gran interpretación de tres mujeres Carmen Machi, Nathalie Poza y Carolina Yuste que se han atrevido a meterse en la piel de quienes están en lo más bajo de la pirámide.
El título de la obra, Prostitución, tira para atrás a quienes están fuera del debate social y artístico. Que sea en el Teatro Español, hace levantar la ceja de quien sabe algo de escena pero no se lo cree mucho aún: "¡Seguro que está bien!", dicen. Pero si se explica que en el proyecto está Carmen Machi, la expresión se suaviza... y surge la duda: "¿Y qué hace ella en esa obra?".
Sin embargo, las entradas están agotadas. No lo intente, no hay manera. Casi toda la profesión a la que le importa algo el teatro ha querido pasar por ahí. Y después de dos horas de que hagan boxeo con la conciencia de la gente, bajo la dirección de Andrés Lima, se sale del teatro debatiendo de un tema del que nadie quiere hablar pero que está, nunca mejor dicho, a la vuelta de la esquina: la prostitución.
Y es que ha llegado "la revolución de las putas", al menos al Español. ¡Bendito teatro social!
Un contenedor de transporte en el centro del escenario advierte de que lo sórdido no es sólo el tema. Sin embargo, las luces y las proyecciones del vídeo lo transforman en un espectáculo vivo e interactivo.
"En España hay 100.000 prostitutas, el doble que fisioterapeutas", arranca la obra. Con datos que hablan de los millones que mueve el negocio, lo importante que es para el PIB español y de la cantidad de clubes que tienen retenidas a las mujeres, es difícil no traer a la cabeza las caras y las sombras de estas mujeres.
Los hombres no miran mientras Nathalie Poza y Carolina Yuste se suben a unos tacones y se desvisten. La dureza no está sólo en las palabras, también en la naturalidad con la que muestran lo que nos negamos a ver en el día a día: la violencia que lleva consigo la prostitución.
Los discursos
La interacción con el público es divertida, al principio. Luego muchos de los hombres de primera fila no aguantan la mirada de la puta que se insinúa. No es gratuito lo que hacen. La mayoría de los clientes de estas prostitutas en la vida real son hombres que salen de la oficina con su corbata: "Uno de ellos, en mitad de..., le sonó el teléfono y lo cogió: 'Sí cariño, ve haciendo la sopa que ya llego'".
Carmen Machi hasta intenta que una mujer de la platea tenga actitud de puta. "Es muy fácil cariño", le advierte. Tampoco es gratuito. Entre las historias que van desfilando por el escenario las hay de mujeres que han llegado a ser prostitutas porque huyeron de su casa con 16 años, porque un trabajo de 12 horas no le llegaba a fin de mes, porque lo hicieron una vez para salir de un apuro y de donde no pudieron salir es de la calle; o porque sufrieron una violación que las arranco de su vida, que las convirtió en putas.
"Ninguna mujer nace puta", advierten. Una declaración de intenciones de que, aunque a lo largo de la obra quieren dar cabida a todos los discursos (regulacionista y abolicionista), es más fácil demostrar que la prostitución es una forma de violencia que atraviesa a las mujeres prostitutas en todos sus gestos.
Por eso siguen: "Es muy dura la vida de la puta porque no puedes mostrar lo que sufres por dentro" o "Las putas no tienen paz" o "Llegas a tu casa, te quitas el disfraz y lloras. A nadie le gusta llevar la vida de las putas".
Incluso repercute como bombas en el auditorio el alegato de una prostituta rumana que llegó a España para ser "puta en serie" en un club de alterne y que advierte de que ha llegado el momento de "la revolución de las putas" o ciudades como la suya se quedarán sin mujeres.
"Aunque a ti te parezca bien o mal que me coma pollas, yo quiero tener una vida normal", exigen estas mujeres.
La obra no quiere terminar sin mostrar el barbecho que deja la violación en las mujeres y también en las prostitutas: "Algunos piensan que porque somos putas no importa que nos violen". Denuncian que no se investigan igual las muertes de las mujeres prostitutas ni los agresiones sexuales que sufren. Que no tienen el mismo hueco en los medios de comunicación y que "la violación fabrica a las mejores putas".
En escena se puede ver el dolor de quien sobrevive a una violación, "una supervivencia que es una prueba contra mí", advierten, y de lo que la sociedad marca: "Ellos me convirtieron en puta".
Dos horas después sólo queda preguntarse qué pasa por la cabeza de esos hombres que paran un coche cada cinco minutos ante una prostituta para pagar cinco euros por una mamada. "Ellas se agachan. Terminan. Se limpian con un pañuelo de papel y llega otro coche...".