Es el sueño de todo archivista: encontrar un bloque de fichas que demuestran que la institución para la que trabaja jugó un papel olvidado pero crucial en la historia. Es justo lo que le ha pasado a Chris Schüler, miembro del Club de los Autores de Londres, que topó con una valiosa documentación que le ha servido de base para su recién publicado libro de investigación, tal y como informa The Guardian.
Escritores, amantes, soldados y espías, publicado esta semana después de un exitoso crowdfunding, es un tomo repleto de anécdotas con el que se celebra el 125 aniversario del club, que se encuentra situado cerca de Whitehall, en Londres. “Además de ser conocido por patrocinar una larga serie de libros premiados, el club también deberá ser recordado por algunos de sus miembros de la más dudosa reputación”, bromea Schüler. Hay dos especialmente significativos: Douglas Jerrold y Hugh Pollard. Este último era un espía en la sombra, un reputado veterano que, dice la leyenda, sacaba al azar su pistola en lugares públicos. Jerrold, por su parte, era un controvertido editor, tan rancio que alguna vez el novelista británico Anthony Powell (autor de Una danza para la música del tiempo) le preguntó una vez: “¿Cómo lo hizo para salir en la Saga de los Forsyte?”.
El complot
Estos dos hombres, según ha descubierto Schüler, fueron los dos principales miembros del club de “ingeniería del inicio de la guerra civil española”. “En 1936, Jerrold se reunió para almorzar con un ingeniero aeronáutico y Louis Bolin, el corresponsal en Londres de un periódico nacionalista español. Bolin se había convertido en una especie de jefe de prensa del general Franco”, cuenta. “Juntos tramaron un complot para fletar un avión de las Canarias en lo que debía parecer una excursión de vacaciones. Pero no fue”.
Lo que los tres planearon era ayudar a Franco, que había sido destinado por el gobierno a las Islas Canarias- la intención era alejarlo del país porque conocían que era favorable a la sedición-
Lo que los tres planearon era ayudar a Franco, que había sido destinado por el gobierno a las Islas Canarias- la intención era alejarlo del país porque conocían que era favorable a la sedición-: le juntarían con sus tropas y propiciarían el golpe de Estado. Jerrold llamó a Pollard, un viejo amigo del ocultista Aleister Crowley, quien dispuso un avión para llevarlos en la presunta excursión. Para añadir credibilidad al viaje, Pollard reclutó a su hija Diana y a su amiga Dorothy Watson, de la que Jerrold apuntó que “guardaba sus cigarros en su ropa interior”, y a lo que añadió, con sorna: “Obviamente ella era el tipo de persona que iba a África”.
El 11 de julio el avión llegó a la isla. Allí recogió a Franco y lo llevó a Marruecos, desde donde se inició la invasión de España y se dio el pistoletazo al comienzo de la guerra civil. “Es cierto que hemos tenido muchos miembros deshonrosos a lo largo de los años, pero la verdad es que esta es mi historia favorita de todas las que he descubierto”.
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