La omertá y el secretismo llevan siglos instalados en los pasillos del Vaticano. La Santa Sede es territorio de intrigas y misterios, como el paradero de la joven Emanuela Orlandi, desaparecida hace 36 años y cuyo cadáver espera hallarse esta semana. Pero sin duda alguna, el mayor depósito de confidencias papales y de la Iglesia católica se esconde en los Archivos Secretos del Vaticano, una suerte de búnker situado entre la basílica de San Pedro y los museos.
Allí se conservan diecisiete millones de páginas de documentos, correspondientes a un periodo de doce siglos, en más de 85 kilómetros de estanterías. El Archivum Secretum Vaticanum —secretum en latin no significa "secreto", sino más bien "privado" o "personal"—, fundado a principios del siglo XVII por orden del papa Paulo V, ha sido motivo de leyendas, teorías maquiavélicas y escenario de obras de ficción, como el Ángeles y demonios (Planeta) de Dan Brown, pero lo cierto es que constituye un tesoro histórico y cultural de valor incalculable, y no solo de la Iglesia.
Los documentos no están abiertos al público, y solo los de más de 75 años de antigüedad pueden ser estudiados y consultados por investigadores e historiadores tras cumplir con un montón de trabas burocráticas, como la de solo poder examinar tres de forma diaria. Esta apertura del archivo, que encierra correspondencia papal, papeles del Estado y escritos de la Inquisición, se llevó a cabo en 1881 por obra del pontífice León XIII.
Uno de los documentos más secretos que se guardan bajo llave en el archivo del Vaticano son las actas de los juicios contra los caballeros de la Orden del Temple. Conocido como el Pergamino de Chinon, y de varias decenas de metros de longitud, instruye las acusaciones de herejía vertidas por el Santo Oficio contra los templarios, así como la absolución que el papa Clemente V concedió en 1308 a los líderes de la Orden, aunque alguno de ellos, como Jaques de Molay, no se librasen de morir en la hoguera. Estuvo perdido durante varios siglos hasta su redescubrimiento en 2001 por una investigadora italiana.
Otros de los escritos más relevantes son la bula menor Inter caetera otorgada por el pontífice Alejandro VI en 1493 a los Reyes Católicos y que definió un meridiano al oeste del cual todas las tierras "halladas y por hallar" pertenecerían a los monarcas de Castilla y Aragón; una queja de Miguel Ángel al papa Julio II por el impago de una factura por pintar la Capilla Sixtina; notas sobre el juicio a Galileo Galilei en 1633; o cartas de Mozart, Carlomagno, Voltaire, Abraham Lincoln o Hitler.
Asimismo destacan los documentos que ratifican la excomunión de la Iglesia católica de Martín Lutero, el impulsor de la reforma protestante; la petición de Enrique VIII a Clemente VII de que anulase su matrimonio con Catalina de Aragón, a lo que el papa se negó, rompiéndose las relaciones entre Inglaterra y la Santa Sede; o la desesperada misiva que redactó María I de Escocia, que sería ejecutada tras ser declarada culpable de conspirar contra su prima protestante Isabel I, a Sixto V suplicando por que le salvase la vida de los "herejes" que la iban a matar.
Pio XII y los nazis
Sin embargo, uno de los grandes secretos del Vaticano sigue sin poder consultarse: la relación del papa Pío XII, el más controvertido de la historia, con el nazismo y su supuesta connivencia con el Holocausto. Según el académico John Cornwell, Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, ayudó a Hitler a organizar la oposición al catolicismo en la Alemania del Tercer Reich mientras era secretario de estado. Si bien el pontífice nunca hizo nada por combatir el aniquilamiento masivo de los judíos, tras la victoria de los Aliados, siempre según la versión de Cornwell, trató de arrogarse el mérito de haber combatido a los nazis.
Este misterio, no obstante, puede tener los días contados: el pasado 4 de marzo, el papa Francisco anunció que los archivos del polémico pontífice durante el periodo que se extendió la II Guerra Mundial serán finalmente abiertos el año que vine. Será entonces el momento en que los expertos e historiadores juzguen a Pío XII en base a los documentos que se conservan sobre sus decisiones. ¿Santo o pecador? Queda poco para descubrirlo.