María Elvira Roca Barea (Málaga, 1966), sonrisa aguda, prosa todavía más afilada, es una escritora bestseller, un fenómeno editorial manejando una materia que no es la más idónea para vender libros: la historia de España, sus luces y, sobre todo, las infinitas sombras que trata de refutar con malicia y cierto sarcasmo. Es una voz, hoy, que goza de muchísimo más prestigio que historiadores que llevan media vida camuflados entre legajos de documentos, en los archivos; pero también una profesora de instituto —puesto del que se muestra muy orgullosa— que manda como lectura obligatoria a sus alumnos de 2º de Bachillerato el sobrecogedor A sangre y fuego (Renacimiento) de Manuel Chaves Nogales.
"No he tenido alumno que haya pasado por este libro y no haya venido con la cabeza boca abajo sobre el tema de la Guerra Civil. Creo que he provocado varias reediciones", bromea la autora malagueña, doctora en Literatura Medieval, en una entrevista con este periódico en un hotel de la Gran Vía madrileña. Después del exitazo de Imperiofobia (Siruela), Roca Barea vuelve a embestir contra las visiones catastrofistas del pasado de nuestro país en Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días, que acaba de ser galardonado con el Premio Espasa 2019 y trata de explicar la asunción de los tópicos hispanófobos desde el siglo XVIII en adelante.
Muchos de los males de nuestro país, según su libro, emanan de la llegada de los Borbones a España, del logro de Francia de convertir a España en una suerte de provincia acomplejada.
No existe una entidad metafísica, universal e inmutable que se perpetúe a lo largo de los siglos como los males de España. Eso no existe. Pero sí es cierto que hubo una coyuntura favorable y Francia la aprovechó para acabar con el que había sido su enemigo a lo largo de siglos, generalmente perdiendo. Esto no lo hacen los franceses porque sean muy malos, sino porque estaban muchísimo más cómodos no teniendo un poder hegemónico al otro lado de los Pirineos.
A partir de ese momento, el afrancesamiento de las élites españolas instala en España esa conciencia de la fracasología junto con otras ideas como que lo que hay al otro de los Pirineos es estupendo y magnífico y lo que aquí hay es un desastre. Desde el afrancesamiento, todo lo que fue distinto o todo lo que no fue igual, era malo, los males. Y aquella idea del perpetuo reformismo, que se convierte en el casticismo de Unamuno, de que tenemos algo en la casta que está mal. Y la casta qué es. Es como un esencialismo, atávico, que hunde sus raíces en no sabemos qué arcano del tiempo… Todos esos planteamientos han ido perpetuándose casi sin cuestionarse a lo largo de las décadas.
Resulta paradójico que ese afrancesamiento llegue con los Borbones y hoy España siga teniendo un rey Borbón.
Bueno, hubo un momento en que los Borbones dejaron de ser una dinastía extranjera. Durante el tiempo que se editan y se reeditan pactos de familia, la dinastía española fue muy dependiente de la francesa, y la casa madre parisina fue la que marcó el rumbo, siendo fuente de muchos problemas para el país. Pero en la época de la Restauración ya desaparecen estos vínculos.
Y si no hubieran sido esta dinastía sería otra. Tampoco quiere decir que si los Habsburgo hubieran dejado de reinar cuando la Guerra de Sucesión hubiera sido un camino de rosas… Estoy completamente convencida de que el Imperio no hubiera durado mucho tiempo porque una unidad política tan grande es un problema de gestión gigantesco.
Es un desastre nuclear que un partido utilice la historia de España para provocar enfrentamientos
Entonces la anomalía es que el Imperio durase más de 200 años, ¿no?
Esa es la pregunta tremenda que hay que hacerse. Cómo que el fracaso fue que se viniera abajo... ¡El éxito gigantesco fue que duró 300 años! Esta caída hubiera ocurrido de cualquier manera, y el hecho de que se verificase de esa forma ha dejado una serie de inercias que algunas de ellas duran hasta el presente. Esa del fracaso perpetuo, de España siempre decadente —una cosa que me hace muchísima gracia— desde la literatura hispanófoba del siglo XVI… Si me caigo, lo hago de algún lado, ¿no? La posición anterior es la no decadencia, pero cómo vamos a estar decayendo si antes ya estábamos decayendo. Es una serie de contradicciones metafísicas muy curiosas.
El embrión de la Leyenda Negra se encuentra en la época de mayor esplendor del Imperio español —con la Apología de Guillermo d’Orange o los grabados de Bry, por ejemplo—. Eso era el siglo XVI. ¿Por qué la propaganda francesa fue más efectiva?
Porque se mudaron a Madrid.
¿Y por qué se les permitió eso? ¿De quién fue la culpa?
No hay culpables ni víctimas, simplemente las circunstancias de la historia son así. En un momento determinado, los Habsburgo no se reproducen más y viene un Borbón a reinar, que era nieto de un rey [Luis XIV] que lo fue setenta y tres años, durante todas las guerras contra los Habsburgo. Qué cabeza iba a tener ese rey. Era hispanófobo hasta las trancas, cómo no iba serlo. Cuando se viene Felipe V a reinar a Madrid, cómo no se iba a traer con él todo lo que forma parte de su cultura, y esa visión que tiene de ese país. Tiene que luchar por imponer su posición. Todo es lógico. ¿Se va a quitar en los Pirineos el paquete de hispanofobia que trae incrustado y decir que el país es una maravilla?
Además, el argumentario de la Leyenda Negra fue la campaña electoral de Felipe V: qué mal está el Imperio, qué decadente, qué putrefacto… nosotros vamos a arreglar esto. Tienes que proyectar esa imagen de horror y ahí están los ilustrados franceses sirviendo siempre a los intereses de su país.
En este libro va poniendo ejemplos de afrancesados: Larra, Moratín, la Generación del 98… pero también se defiende que parte de las élites actuales siguen avergonzándose de la historia de España. ¿Quiénes son en la actualidad los afrancesados?
Hay una enorme cantidad de literatura que pone por las nubes a los afrancesados, creando imágenes completamente distorsionadas, igualándolos con los liberales. Los afrancesados eran absolutistas, fueron los que apoyaron a Fernando VII, los que exiliaron a los liberales. Hemos hecho a posteriori una serie de acomodaciones de realidades bastante difíciles de encajar. Y esas élites que antes ya eran prestigiosas se han mantenido heredándose las unas a las otras, la idea esta de que hay una cosa como que está mal siempre en España.
¿Pero quiénes son esas élites actuales?
Quieres que me suicide y no me voy a suicidar (risas). Pero por ponerte un ejemplo reciente, [Rafael] Sánchazez Ferlosio o Juan Goytisolo han tenido esa misma visión de España como el horror, un folclorismo bastante desquiciante… Goytisolo con esta cosa africanista que tenía… en ningún momento se dio cuenta de que el rollo africanista había venido a España y había sido promovido oficialmente desde las élites de poder —¡ay Dios, mío!— por los generales africanistas. De la misma manera que los afrancesados terminaron siendo los defensores de la modernidad… ¡Pero cómo y de qué si eran absolutistas! Ahí ha habido tonterías para aburrir de todos los colores. Y luego viene la gente, te pone la pegatina…
Esta mañana me preguntaban que si el franquismo con la Reconquista… No, el franquismo no. Los mineros de Asturias durante la guerra decían que eran los herederos de don Pelayo. Hemos hecho a posteriori una serie de lecturas que han simplificado las cosas, nuestras ideas de la historia de España. Hemos hecho lo mismo que el franquismo pero todavía desquiciando más.
Seguiré haciendo preguntas tan incómodas como la de por qué demonios a los españoles se les ha enseñado la historia de España a base de derrotas
¿Cuánto ha influido la Guerra Civil en estas visiones sobre la historia de España?
La gente piensa que determinadas cosas que son propias de una época son propias del franquismo. En la Guerra Civil todo el mundo decía que era hijo de El Cid, el himno no oficial de la República lo dice. El Cid Campeador, el gran héroe nacional, y la gente asocia eso con el franquismo… Que no, era lo propio de la época, como la reivindicación de la Reconquista. Te encuentras propaganda de trincheras, la base de un romancero de combate —yo tengo un alfiler de corbata que dice “República, Revolución, Reconquista”, con la bandera republicana—, y los cantos de combate “nosotros hijos de Pelayo”. La gente piensa que eso es de Franco y ahora de Vox. Es un carajal.
Hablando de la Reconquista y de don Pelayo, durante la última campaña electoral vimos a Casado y Abascal ir allí a Asturias, a Covadonga. Pero hoy en día parece inconcebible que alguien de la izquierda reivindique un acontecimiento como este.
Eso es porque se han producido esas falsas trayectorias. No era para nada raro en la República encontrarte a los mineros de Asturias, en plena revolución, decir que eran los hijos de Pelayo que venían a echar a los moros de España porque eran los moros de Franco. Ha habido a posteriori una reacomodación de causas y efectos: la gente ha confundido determinados planteamientos propios de un tiempo con que políticamente son los de ese tiempo, y no tiene nada que ver.
La conclusión de esto es que la historia está más politizada que nunca.
Si sirve de consuelo, está así en todas partes. Hay un desconcierto gigantesco en toda Europa Central. Siempre que empiezan a aparecer movimientos populistas, totalitarios, el primer sitio al que se le echa un bocado es la historia.
¿Somos los españoles más hispanófobos que los extranjeros?
Algunos sí, porque piensan que si tú te sitúas fuera de España eres mejor que España. Es el denunciador de los males de España, que automáticamente se coloca a sí mismo en una posición de extraordinaria superioridad moral; y además igualas tu discurso al europeo dominante.
Gracias al éxito de Imperiofobia, usted se ha convertido en una especie de adalid de esa corriente que reivindica la historia de España con orgullo.
La historia de España hay que llevarla a la normalidad de darse cuenta que es historia. El Imperio se acabó hace 200 años y ya no hay que seguir luchando contra él, aunque hay mucha gente que lo sigue haciendo, como si existiera, entrando a saco. No, la primera en la frente: el Imperio español hace 200 años que no existe, se acabó. Y ahora lo cogemos como historia que es y lo estudiamos, intentamos saber cosas de él: quitarle toda esa adherencia de perversión, demonios y horror que se le adhirió durante el tiempo que era un poder hegemónico y todos combatían contra él, y ubicarlo en la historia del mundo en su sitio. España es un país muy pequeño y arrastra el nombre de una potencia hegemónica gigantesca, no sabe qué hacer con esa historia, le viene grande por todas partes. Hay que abandonar el desquiciamiento, todo el día con la tragedia de España…
En la Guerra Civil todo el mundo decía que era hijo de El Cid
Hay mucha gente que le acusa de abanderar un discurso bélico, de hacer gala de un nacionalismo español.
Mucha gente no. Un par de histéricos (risas). Tendrías que preguntarle a ellos cuáles son sus razones… Supongo que si uno le ha estado poniendo velas a esa España mala, inquisitorial, horrible que hay que reformar… y viene alguien a decir que este país es muy normal, con gente muy pacífica, te deja sin coartada y entonces respondes de una manera un tanto violenta.
Volviendo a la Leyenda Negra y al tema de la conquista de América, es innegable que se cometieron muchas atrocidades…
Toda conquista es conquista. Una conquista no es una merienda campestre. La española y toda las demás, ergo, ¿por qué la española parece singular y distinta a todas las demás? ¿Por qué a los estadounidenses que conquistaron el Oeste desde San Louis (Misuri) no los tenemos todo el santo día en la mesa del juicio moral? No, patrimonio exclusivo de la historia de España. ¿Por qué? Tengo interés por saber estas singularidades a qué se deben. Me niego a la anomalía.
Sí, pero le comentaba que el mismo Pérez-Reverte en su libro Una historia de España dice que Imperiofobia es una obra dedicada a “blanquear la Leyenda Negra de España: negarla es una aberración, hay que explicarla”.
Esa frase no tiene sentido desde el punto de vista lingüístico. Si reconoces que la Leyenda Negra existió, y la frase parece darlo por supuesto, ¿existe otra forma de ser responsablemente español que intentar desmontar aquellos argumentos de los que se ha nutrido? La frase no es muy afortunada desde el punto de vista de la construcción. Otra cosa es que lo que creo que quiere decir es que ofrezco una visión muy favorable de la historia de España. Bueno, la visión desfavorable ya había sido abundantemente promocionada, publicada, argumentada y generado ríos de tinta a lo largo de los siglos. Quizás hacía falta contarle a los españoles que no solo eso existió, que la historia de España también tenía un lado bello y luminoso que merecía ser conocido.
¿Y cómo se explica que una profesora de instituto haya cosechado semejante éxito?
Primero, como soy un ser agremaido, no tenía ningún miedo a lo que el gremio pudiera decir de mí. Yo ya era una outsider, y lo sigo siendo ahora, lo que me da una libertad gigantesca. Por eso me sentí libre para escribir Imperiofobia, para escribir Fracasología y para hacer lo que me dé la gana. Y seguiré haciendo preguntas tan incómodas como la de por qué demonios a los españoles se les ha enseñado la historia de España a base de derrotas y no a base de victorias. Llevo muchísimo tiempo estudiando esto.
Si le diesen una varita mágica, ¿qué haría para combatir esta imagen negativa sobre España contra la que se rebela?
Para empezar, así de una manera terapéutica, hay que dejar de atormentar a las jóvenes generaciones con esa idea del fracaso perpetuo y explicar las cosas con normalidad, que se vea que no todo ha ido tan mal. La segunda es la reconstrucción de una historia unitaria. Llevamos ya 20 años de una manera sólida en que estudiamos una historia fragmentada entre el culto al hecho diferencial y el culto al agravio recibido por España, porque todo el mundo ha construido un agravio. No se sabe de dónde viene eso de la España invasora. Si toda parte de España ha sido invadida por España, ¿dónde está España? Es una imposibilidad metafísica y esto está generalizado así: en casi cada región del país hay una historia de este tipo montada. La tarea es intentar la reconstrucción de una historia nacional, la hemos troceado como las tartas, y por eso no se puede celebrar el V centenario de la vuelta al mundo.
En este sentido, en las reflexiones finales de Fracasología es muy crítica con las Comunidades Autónomas. ¿Está a favor de su disolución?
Es necesario que exista un sistema de descentralización por una mera cuestión de eficacia. Ahora bien, las Comunidades Autónomas tal y como están, ahora mismo, son un camino hacia el desastre. Ya lo son. Empezó el error con la creación de esa España a dos velocidades de la Constitución, y eso siembra hacia un abismo. Yo estoy en Cádiz: “La soberanía nacional reside en el pueblo y todos los españoles y los territorios deben ser iguales”. Por eso el Estatuto único es la única solución que se me ocurre de manera inmediata, porque mientras haya unos territorios que estén en una situación de privilegio con respecto a otros, cada X tiempo esto se desequilibra.
Hemos visto a muchos políticos de polos opuestos (Borrell, Abascal) recomendado Imperiofobia. ¿Cree que las posturas defendidas en su obra vertebran el discurso político de algún partido?
No debería, no creo. Estoy convencida de que no, en absoluto. Y si hay una tendencia en algún partido político a utilizar la historia de España a favor o en contra de sí mismo, o a favor o en contra de otros, harían muy bien en evitar eso, porque hace un daño gigantesco a todo el país, un daño nuclear.
¿Es un recado para Vox?
Un regalo para todo el mundo. El andar entrando en la historia de España a saco para ideologizarla, para provocar enfrentamientos… para empezar es un mensaje a los nacionalistas y a esa especia de adoración medievalista de fantasía construida y reedición de la Leyenda Negra…
Como lo de que Cristóbal Colón era catalán.
Sí, hemos entrado en unos niveles de delirio colectivo… Hace un daño enorme esto, porque no se entra a la historia sin respeto, no se debiera, es el reino de los muertos.