A Denis Diderot siempre le había inquietado ser recordado y homenajeado por las futuras generaciones. "La posteridad es para el filósofo lo que el cielo para el hombre religioso", solía decir el pensador. A lo largo de su vida escribió numerosas obras y ensayos acerca de todo tipo de temas cruciales para la humanidad: religión, amor, sexo... Incluso llegó a escribir, junto a su compañero Jean le Rond d'Alembert la Encyclopédie, donde reunían los frutos del conocimiento y del saber acumulados hasta entonces a la luz de la razón.
Rousseau lo calificó como "genio asombroso" y sus escritos tuvieron todavía mayor relevancia con el paso del tiempo. Tal y como escribe el profesor Andrew S. Curran en Diderot y el arte de pensar libremente (Ariel), Diderot se convirtió "en el autor preferido de la vanguardia del siglo XIX". Entre otras cosas, vaticinó la selección natural antes que Darwin, el complejo de Edipo antes que Freud e inspiró a Marx en su análisis sobre la lucha de clases.
Sus artículos sobre el amor y el sexo, así como las actividades que llevó a cabo son temas que hoy en día están más que presentes tras la visibilidad que tiene el sexo y la concepción del amor en la actualidad. Considera la socióloga Eva Illouz que todo aquello que en el amor era sagrado —antes de la llegada de esta época difusa que llamamos modernidad— es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente las verdaderas condiciones de existencia de las mujeres.
Ya en el siglo XVIII Diderot reflexionaba sobre cómo conciliar el deseo innegable y carnal con el amor, a la vez que debía enfrentar estos sentimientos e impulsos a "las restricciones" que ejercía el matrimonio, en la forma que era concebido en aquellos años. Describía el sexo como un momento de embriaguez, un momento de concentración completa, un momento de intimidad y de ferocidad al mismo tiempo. Además, entendía el sexo como "un momento en que se experimenta (o no) el placer máximo del orgasmo con alguien al que se ama".
El mundo en el que estaban atrapadas las mujeres dentro de un sistema implacable estaba organizado por los hombres y para los hombres
El orgasmo femenino fue una pieza fundamental en su proceso analítico. "Diderot tenía la impresión de que la naturaleza no había sido especialmente amable con las mujeres: además del hecho de que les resultaba mucho más difícil alcanzar el orgasmo, estaban lastradas por el malestar mensual y el riesgo del parto", escribe Curran.
Asimismo, afirmaba que "el mundo en el que estaban atrapadas las mujeres dentro de un sistema implacable estaba organizado por los hombres y para los hombres y producía desdicha para la mitad de la población del planeta". De esta forma, cuando una mujer dejaba de ser hermosa, se convertía en una persona desatendida por su marido y olvidada por sus hijos. Ante esta marginación social su último refugio era la religión.
Educación sexual para mujeres
A sus 28 años se enamoró de Anne-Antoinette, a quien él llamaba Toinette, y tuvieron una hija juntos. El joven francés, que había gozado de libertad sexual en su adolescencia, se casaría con ella en el año 1743. "Es posible que mereciera el título de joven libertino, pero el fuego que arde dentro de esas personas está hecho de paja y se consume rápidamente por la mujer del vecino y luego se apaga para siempre. Pero el fuego (que arde en el corazón) de un hombre decente —título que ahora merezco porque tú me has hecho buena persona— nunca se apagará", le llegó a escribir en una carta a su amada.
El fuego se apagó. Tres años después de su matrimonio con Toinette conoció a Madeleine de Puisieux. Rubia y de cintura fina, enamoró al filósofo de la Ilustración con su tónica librepensadora y escritos feministas. Apenas se conocen datos acerca de su relación pues Diderot destruyó su correspondencia con Madame de Puisieux por si caía en manos de Toinette.
Tanto Rousseau y Voltaire evitaron el yugo del matrimonio a su manera mientras que un siglo más tarde Nietzsche escribiría que "un filósofo casado" tenía su sitio "en la comedia". Pero, pese a las infidelidades del autor de Encyclopédie, no abandonó la vida nupcial.
De la misma manera, aunque ya no ejerciera como marido de Toinette, siempre se mostró muy cercano a su hija Angélique. Desde que era niña su padre trató de evitar que su madre contaminara su mente de cristianismo e intentó inculcarle los valores de la Ilustración. No solo recibía clases de música —según un musicólogo inglés de paso por París, se había convertido en una de las mejores clavecinistas de la ciudad a los 18 años—, sino que Diderot organizó también una notable y muy excepcional "educación sexual" para ella. También pidió a una amiga anatomista que enseñara a Angélique el funcionamiento de sus propios órganos sexuales para conseguir el mayor placer posible.
En definitiva, con sus contradicciones y ambiguos escritos, pésimo marido y adúltero reiterado, como lo define Curran, jamás llegó a proponer una teoría coherente sobre el sexo y la sexualidad. El autor de Diderot y el arte de pensar libremente opina que así el filósofo podía liberarse de las restricciones de la verdad científica y romper los códigos sociales y morales de la época mediante la ficción.