La emperatriz Teodora fue la mujer más influyente y poderosa en la historia del Imperio bizantino. Mujer de Justiniano I, gozó de popularidad entre las masas del imperio y hay historiadores que la califican como emperatriz reinante junto con su marido.
Bajo su gobierno se reconstruyó Constantinopla de manera que, gracias a los acueductos, puentes y decenas de iglesias, convirtieron a la ciudad histórica en el núcleo urbano más próspero de la época. De hecho, Teodora es considerada santa por la Iglesia ortodoxa. Pero lejos de ser una eminencia regente, hubo quien consideró al matrimonio imperial un veneno para el Imperio romano de Oriente.
"Este emperador era taimado, embaucador, falsario, de cólera soterrada, un hombre doble, astuto, el más consumado artista artista a la hora de disimular su opinión, capaz de verter lágrimas no por placer o dolor alguno, sino fingidamente para la ocasión, de acuerdo con la necesidad del momento, siempre mendaz", escribió el historiador Procopio de Cesarea. Este texto es probablemente el más agresivo hacia un gobernante romano escrito por un súbdito coetáneo.
En Una nueva historia del mundo clásico (Crítica), el catedrático Tony Spawforth considera que la obra de Procopio fue escrita para consumo privado entre correligionarios de la élite constantinoplana, "entre la cual ese gobernante tenía sus críticos, como los tenía también entre la gente corriente".
Sin embargo, quien más críticas recibió fue la emperatriz. Tal y como subraya el historiador bizantino, Teodora se desvestía ante todo el pueblo y se paseaba desnuda, incluso en el teatro. Asimismo, creó todo tipo de iniciativas para ayudar a las meretrices y que estas abandonaran la marginación social y la pobreza. Reunió a más 500 prostitutas y las envió a un monasterio para obligarles a cambiar de vida. "Algunas de ellas se arrojaron de noche desde lo alto y de este modo escaparon a un cambio que ellas no habían deseado", narra Procopio.
Su concienciación con la prostitución provenía de su propia experiencia. Junto a sus dos hermanas, se vio obligada a prostituirse para subsistir cuando apenas era una niña. El historiador relata que para la edad de los 15 años la futura emperatriz era muy popular en la ciudad de Constantinopla. Se desconoce cómo exactamente, pero terminó conociendo a un joven y prestigioso general. Aquel general, Justiniano, se convertiría en emperador del Imperio bizantino, y junto a él, aquella chica que debió prostituirse de joven sería emperatriz de todo un imperio.