El mismo día que George Orwell, combatiendo en el frente de Aragón al lado de los milicianos del POUM, fue alcanzado en el cuello por una bala disparada desde una trinchera franquista, el poema Spain de W.H. Auden, uno de los más reveladores de la Guerra Civil, compuesto en forma de panfleto de cinco páginas, comenzó a venderse en Inglaterra con el objetivo de recaudar fondos para una organización de ayuda humanitaria destinada a suplir a la Segunda República. Una coincidencia acontecida el 20 de mayo de 1937, pero que marcaría un punto culminante en la relación de estos dos autores con la contienda española, y en su evolución (personal y literaria) posterior.
Las experiencias españolas de estos dos escritores que ocupan un lugar central en la literatura inglesa del siglo XX —Auden ya era entonces el poeta más famosos de su generación; Orwell no había escrito todavía sus dos obras maestras: Rebelión en la granja y 1984— y la reflexión que hacen sobre sus trágicas consecuencias para el resto del continente constituyen el eje vertebrador de Cuando la historia te quema en las manos (Tusquets), el nuevo e inteligente ensayo de Miquel Berga, profesor de Literatura inglesa en la Universidad Pompeu Fabra.
El autor, aunque repasa brevemente las biografías del poeta de York y de Eric Arthur Blair —verdadero nombre de Orwell—, se centra en sus vivencias de 1939, un año axial para el primero, en el que se muda a EEUU y constata que la poesía no sirve para cambiar las cosas; y más de transición para el creador de Homenaje a Cataluña, que se lame en Marrakech las heridas físicas y emocionales de la guerra —y el esfuerzo de elaborar esa obra—, pero a la postre decisivo: a partir de ahí volverá a literatura de ficción, punta de lanza en su antitotalitarismo y su honesto compromiso por la defensa de la verdad.
Ese año en el que se ha afianzado el fascismo y se cierne ya sin remedio una crisis de consecuencias incalculables es, según explica Berga, "un tiempo de gran intensidad para dos escritores que han consolidado su reputación literaria pero que se sienten, moral y políticamente, obligados a afrontar el peso de la historia (esa que no controlamos y que cuando nos arrastra nos quema las manos) y dar —con urgencia— un nuevo sentido a sus proyectos literarios". Comparar sus caminos supone una inmersión en la encrucijada europea a través de sus tensiones internas y su posicionamiento público.
Orwell viajó a Barcelona a finales de 1936 impulsado por sus convicciones antifascistas. Se alistó en las milicias del POUM y no solo logró sobrevivir a las encarnizadas batallas del frente, también a la persecución comunista que se desató sobre los integrantes de su partido, tildados de trotskistas, a raíz de los hechos de mayo de 1937. Tras lograr escapar a Inglaterra con su mujer Eileen fingiendo que eran turistas, narró esta experiencia autobiográfica, combinando los puntos de vista del combatiente, es decir, el testigo; y del escritor, que los aborda con suficiente distancia, en Homenaje a Cataluña.
"Siempre he afirmado que la energía física y moral para realizar el esfuerzo colosal de escribir un libro como Mil novecientos ochenta y cuatro [así era el título original, no en número], Orwell la sacó de la frustración de pensar que su gran obra sobre la Guerra Civil —el resultado de haber arriesgado su vida por ideales y la experiencia pivotal de la misma— había quedado prácticamente olvidada o silenciada", señala Miquel Berga a este periódico. "Murió, imagino, con esa espina clavada en el corazón. Por suerte, Orwell ha resultado ser un especialista en victorias 'póstumas'".
Visión crítica
La estancia de Wystan Hugh Auden, que para entonces ya se sentía símbolo del compromiso de su generación, en la España en guerra quizá sea menos conocida. No estuvo regada del idealismo de los corresponsales extranjeros ni marcada por la mugre de las trincheras y la sangre que sí condicionaron la experiencia de Orwell. El poeta quería conducir una ambulancia, pero su aspiración no llegó a materializarse. Apenas estuvo desde el 13 de enero de 1937 hasta el 2 de marzo, dejando muy pocas pistas. Sin embargo, ello le bastaría para componer Spain, en palabras de Berga, seguramente el poema más importante que se ha escrito sobre la Guerra Civil.
Fue un alegato antifascista de gran éxito, pero escondía un posicionamiento en cuanto a las tensiones internas que marcaban en aquel momento el rumbo del gobierno republicano. Cuando escribe "aceptar conscientemente la culpa en el asesinato necesario" o cuando habla del "Madrid es el corazón" está utilizando metáforas a favor de la postura del Partido Comunista. Una actitud que el mismo Orwell criticaría y que el propio Auden terminaría rechazando, considerando "perverso" dicho poema. Tampoco recogía ahí una de las escenas que más le horrorizó ver: las iglesias quemadas.
Dos guerras muy distintas —y el camino hacia otra— para Orwell y Auden, pero concluidas con una similar sensación de desilusión. ¿Se marcharon de España desencantados? "Regresaron informados y dispuestos a no dejar que tópicos y consignas interfirieran en su percepción de los hechos", responde Berga. "Su lucha es también contra la política de su gobierno en relación a España y a su torpeza de no afrontar aquella guerra civil como un problema 'europeo' (¡los dos estarían horrorizados con el gobierno británico que ha impulsado el brexit!)".
"El interés de las visiones de Auden y Orwell ilustran poderosamente las complicadas relaciones entre política y literatura", añade el autor. "Su aportación pervive y suena actual justamente porque no es maniquea. La fuerza de sus testimonios es que tuvieron la valentía de tener dudas, de no perder la visión crítica a pesar de la presión ambiental. Y de mantener su compromiso profundo con la honestidad intelectual y con la literatura". Una reflexión necesaria en la actual sociedad de la posverdad, que se encamina vertiginosamente a superar la distopía orwelliana de 1984.