Julio César es el dictador romano más importante que ha pasado a la historia. Sus hazañas, sus opiniones políticas y su trágica muerte son parte de la cultura popular de hoy en día. No obstante, su vida anterior a la llegada al poder no es tan conocida.
El joven romano estuvo destinado en Cicilia, la actual zona costera meridional de la península de Anatolia. Fue allí donde perfeccionó sus dotes de oratoria que tanta fama le darían años más tarde. A sus 25 años, queriendo perfeccionar sus conocimientos, decidió partir a Rodas para completar su formación.
Sin embargo, el Mediterráneo eran aguas peligrosas para surcar. Tal y como escribe Luis Alberto de Cuenca, "la piratería es tan antigua como la navegación" y en Roma llegaron a amenázate realmente la organización económica de toda la civilización. "Cicilia era su cuartel general, pero campaban libremente por todo el Mediterráneo. Contaban con torres de vigilancia y bases fortificadas por toda la costa, de manera que iban desde la actual Turquía hasta Hispania", relata el doctor en Filología Clásica Emilio Del Río en Calamares a la romana (Espasa).
De hecho, durante los últimos años de la República se asistió a un verdadero auge de la piratería. De esta forma, Julio César, en su viaje para ampliar su formación académica, fue secuestrado por piratas. Fue capturado cerca de la isla de Farmacusa y estuvo retenido por más de un mes. Sus únicas compañías eran un médico y dos ayudas de cámara.
Finalmente, consiguió que pagaran por él 50 talentos, todo "un fortunón" tal y como indica el escritor. Plutarco explica que el precio se había fijado en un principio en 20 talentos, pero el futuro dictador no estaba de acuerdo en la cantidad. "¿Veinte? Si conocieras tu negocio, sabrías que valgo por lo menos 50", reprochó. "Un talento son 32 kg de oro, que en febrero de 2020 está a 46.000 euros el kilo, así que un millón y medio de euros, por 50 talentos, son 75 millones de euros más o menos; eso pagaron por su rescate", esclarece Del Río.
Una vez liberado, ordenó inmediatamente la persecución de los piratas. Lanzó una escuadra contra ellos nada más desembarcar en la playa tras la entrega. En cuanto estos fueron capturados, los degolló y posteriormente los crucificó. Así terminó Julio César con los responsables de su secuestro en el mar.
No sería hasta la época de Pompeyo cuando se exterminaría de una vez por todas la piratería en el mar Mediterráneo. Había pedido tres años al Senado para limpiar el mar y lo consiguió en tan solo tres meses. "La facilidad con que Pompeyo los eliminó supuso severas condenas de la negligencia que había permitido el auge tan prolongado de la piratería", concluye Del Río.