Roma, Grecia o Egipto: las curiosas creencias de las antiguas civilizaciones sobre la muerte
La mayoría de los pueblos realizaban ofrendas para que los muertos no estuvieran solos en el más allá.
28 julio, 2020 02:05Noticias relacionadas
Escribe la dramaturga Angélica Liddell que lo incomprensible es lo único que tiene valor: el amor, Dios y la muerte. Desde que el mundo es mundo y el ser humano tiene la capacidad de observar lo que le rodea, ha tratado de averiguar lo que es imposible y de controlar aquello que no pertenece al mundo material; al mundo de los vivos.
Ya en las tribus paleolíticas creían en un mundo más allá del terrenal, donde los fallecidos seguirían viviendo en un lugar desconocido. "Los hombres y mujeres del pasado, al igual que nosotros, y como seguro harán en el futuro, pensaron en la muerte, en lo que les ocurriría cuando les llegase la hora de emprender ese inevitable viaje y tuviesen que traspasar el umbral hacia un mundo ignoto", considera profesor de Historia e investigador Javier Martínez-Pinna, quien acaba de publicar Muerte y religión en el mundo antiguo (Luciérnaga).
En el libro recorre las distintas tradiciones y mitos que conformaron las antiguas civilizaciones en torno a la muerte. "La muerte, como el amor, nos sugiere nuevas ideas y sentimientos, por lo que aparece como un fenómeno recurrente en la obra y el pensamiento de todo tipo de artistas, escritores, filósofos, teólogos y músicos", escribe el autor.
Antiguo Egipto
Martínez-Pinna califica a los egipcios como un pueblo "totalmente obsesionado" por la muerte. Explicaron con todo detalle cada fase y conclusión de la misma en El libro de los muertos. La muerte en Egipto estaba considerada como la desintegración de las diversas partes en las que se dividía el individuo. Para mantener el cuerpo físico, recurrían a la momificación.
Para conseguir la vida eterna, había que reunir todas partes del cuerpo mediante la realización de un complejo ritual funerario, el cual les llevaba a la salvación. Una minoría adinerada podía dotarse de generosos ajuares, tanto humanos como reliquias, para que les acompañaran en su viaje y se construyeron grandes complejos arquitectónicos en honor a los faraones.
Religiones primitivas de Irán
La concepción de un salvador que cuida de sus fieles ya existía en las creencias iranias. "La idea de ascensión al cielo, entre algunas corrientes judías como el jasidismo, no se puede entender sin la influencia persa", indica el escritor. A diferencia de en el cristianismo o en el judaísmo, el fuego era visto como un elemento purificador y de limpieza.
Estas religiones más primitivas influirían enormemente al zoroastrismo y a su forma de concebir la muerte. "Tras la muerte física, se pensaba que el alma viajaba hasta el cielo, y para ello era necesario atravesar la esfera estelar, la lunar y, finalmente, la solar", comenta Martínez-Pinna.
"El alma llegaba a un paraíso precedido de una gran luz y era acogido por Vohu Manah, un dios que se levantaba de su trono, cogía de la mano al espíritu y lo llevaba ante la presencia de Ahura Mazda y su corte de dioses. Una vez en el paraíso, al espíritu se le ofrecía un vestido, una diadema y una corona", añade. Al igual que en las religiones monoteístas actuales, el destino del fallecido dependía de su comportamiento en la vida terrenal.
Imperio persa
A lo largo de los siglos, el zoroastrismo es la religión que más ha destacado en el Imperio persa. Sin embargo, tal fe no refleja una homogeneidad en relación con la muerte. "El rey Jerjes embalsamó el cadáver de Artajerjes antes de enterrarlo, mientras que Ciro ordenó la inhumación de su cuerpo tras su fallecimiento", señala el autor de Muerte y religión en el mundo antiguo.
Y es que, al parecer, no se sabía con exactitud la visión que tenían los persas del mundo de ultratumba. "Al parecer no creían en la resurrección de los muertos, mientras que Jenofonte pone en boca de Ciro el Grande la creencia de que el ser humano volvía a sus elementos originales después de su muerte física".
Antigua Grecia
Cada polis contaba con sus propios dioses y sistemas políticos. No obstante, también tenían ciertas tradiciones comunes y contaban con una serie de estructuras panhelénicas que permite una especie de unión cultural en la antigua Hélade.
La forma de entender la muerte era mucho más simple y sencilla de lo que se estipulaba en el Antiguo Egipto. De hecho, al principio, la vida del más allá para los primeros griegos estaba considerada vacía, sin esperanza. El alma viajaba hasta el Hades, pero allí solo se conservaba una imagen del cuerpo y sin sustancia alguna. "El infierno no era, por lo tanto, un lugar de gozo y, ni mucho menos, un estado en el que el espíritu fallecido podría ver cumplidos los sueños que no pudo alcanzar en su vida terrenal", expresa Martínez-Pinna. "Las almas vivían en un continuo estado de languidez, sin sufrimiento, pero también sin ningún tipo de iniciativa para poder actuar ni disfrutar plenamente de la inmortalidad".
Por supuesto, con el paso de los años aparecieron todo tipo de historias mitológicas que todavía perduran en la actualidad y son objetos de incontables películas. Aunque Homero y Hesíodo jamás lo mencionen, el barquero Caronte era el responsable de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo para pagar el viaje, motivo por el cual en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua.
Asimismo, la filosofía continuó especulando sobre todos los entresijos del mundo de ultratumba. Estos movimientos filosóficos, en los que están presentes Platón, Aristóteles o el estoicismo y el epicureísmo, influyeron posteriormente en los romanos.
Antigua Roma
En Roma, al igual que en Grecia, existen variaciones según la época. En la Roma preurbana, depositaban las cenizas de los fallecidos en una urna de influencia villanoviana que se realizaba con arcilla y que reproducía la forma de una cabaña. Esto indica la pretensión de que el muerto tuviera una vivienda en la otra vida.
Posteriormente, la inhumación se impuso y comenzaron a aparecer sarcófagos por todo el Mediterráneo. Ya en la República, los romanos pensaba que justo en el instante en el que se daba la muerte el alma escapaba por la boca del moribundo. De esta manera, alguno de los familiares trataba de captar el último aliento mediante un beso.
Tras este proceso, se comenzaba una serie de rituales. "Para los romanos, la supervivencia del alma del fallecido en la otra vida solo era posible si se realizaban con total corrección una serie de ritos destinados a procurar al fallecido el descanso eterno", narra el autor.
La muerte no sería el final, pues los familiares tendrían que continuar realizando ofrendas periódicas hasta que poco a poco predominó la idea de que el alma comenzaba una nueva vida en el más allá. Así, tuvieron lugar varios cambios, sobre todo después del Imperio, hasta que el cristianismo se hizo fuerte y se consolidó como religión oficial.