Mientras en Europa se generalizaba el barroco y poco a poco el absolutismo hacía mella en un sistema feudal que llegaba a su fin, el Imperio otomano continuaba con la hegemonía territorial de Oriente Próximo. Así, en el año 1640, el sultán Ibrahim I sucedió en el trono a su hermano Murad IV, convirtiéndose en uno de los peores gobernantes tanto en su faceta pública como en su vida privada.
Hasta entonces, los sultanes tendían a asesinar a sus hermanos para asegurar su regencia. No querían que nadie pudiera derrocarles. En ocasiones, los dirigentes otomanos preferían encerrar a sus familiares con el mismo propósito pero sin tener que llegar a ejecutarlos.
Por ejemplo, Ahmed I metió a su hermano Mustafá en una sala de palacio a la que acabaron llamando "la jaula", donde recibió exhaustivos cuidados y un equipo se dedicaba día y noche a agasajarle personalizadamente, conforme con su discapacidad. Puede que suene bien, pero lo grave es que también se convirtió en tradición y los posteriores sultanes lo imitaron, encerrando a sus hermanos y aislándolos del mundo exterior.
Vivir sin contacto alguno con la sociedad les quebraba la cabeza: muchos eran mentalmente inestables y acababan enloqueciendo a los pocos años. Sus rarezas eran infinitas. Ibrahim I fue uno de esos hermanos pequeños que, tras la muerte del sultán, le tocó liderar todo un imperio. Pese a no interesarle la política, se dedicó a ejecutar a numerosos visires y cargos públicos. Su agresividad le llevó a ser conocido como Ibrahim el Loco.
Su madre prefería que el sultán se dedicara a satisfacer sus filias sexuales mientras ella se hacía cargo del imperio. Y es que el sultán tenía todo un harén a su disposición. Ibrahim el Loco mandó buscar a la mujer más obesa del imperio para incorporarla a su harén y más tarde le regaló una provincia; o decidió ordenar matar a todos los cristianos que encontrasen a mano -afortunadamente esta locura fue detenida por sus consejeros-.
Cruel asesinato
Asimismo, el sultán exigía que las mujeres con las que yacía no fueran únicamente mujeres que vivieran dentro de sus fronteras. Ibrahim I se interesaba por rasgos exóticos, más occidentales. De esta manera, queda constancia de mujeres griegas que formaron parte de su harén.
A veces, la agresividad del sultán le empujaba a ejercer violencia ante las mujeres que le acompañaban. Un día, harto de las discusiones de sus mujeres, "ordenó a su guardia imperial que pusieran a todas sus mujeres en sacos con piedras y las echaran a la mar". Lo cuenta el escritor Hernán Lanvers en África: harenes de piedra (Plaza & Janés). En total ahogó a 250 mujeres y se dice que aún cayendo al agua seguían quejándose y protestando.
Finalmente, el delirio de Ibrahim, traducido a la crisis que generó en un Imperio otomano a la deriva, hicieron que el sultán fuera depuesto y asesinado. El 18 de agosto de 1648, Ibrahim el Loco fue estrangulado. A partir de entonces, Mehmed IV, hijo de Ibrahim y una de sus concubinas, se encargaría de ser el nuevo sultán.