De los grandes dictadores del siglo XX, Mao Zedong es uno sobre los que se habla menos. Quizá por su lejanía respecto a Europa o por las complejidades que supone China, se podría decir que la vida personal y política del fundador de la República Popular China es aún una figura que tratar en Occidente. Se sabe quién es y algunos destellos de su programa, pero se desconoce la gran mayoría.
Nació en un ambiente rural, donde su familia se dedicaba a la agricultura. En su veintena, motivado por movimientos que defendían a los trabajadores, emprendió varias acciones colectivas hasta que se vio obligado a huir a las montañas del sudeste chino tras la hostilidad del nuevo régimen de Chiang Kai-shek sobre los comunistas.
Fue a partir de entonces cuando el joven Mao comenzó a reunir fuerzas y efectivos para dar su golpe final. Finalmente, gracias al apoyo —aunque escaso— de la Unión Soviética y a la crisis sufrida tras la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas del Kuomintang no resistieron el avance comunista y acabaron exiliándose en la isla de Taiwán, donde conseguirían mantener el régimen de la República de China.
A partir de entonces, Mao Zedong inició una serie de reformas para transformar el gigante asiático. La escritora y autora del best seller Cisnes salvajes, Mao, Jung Chang, publica ahora Las hermanas Soong (Taurus), un extenso libro en el que narra las vidas de tres hermanas que abarcaron el siglo XIX, el XX y hasta parte del XXI. En dicho recorrido histórico, Chang se detiene en Mao Zedong y en las políticas que llevó a cabo —y que sufrió, puesto que la escritora no abandonó China hasta 1978—.
El líder comunista lanzó en 1958 el conocido Gran Salto Adelante, una gran campaña económica que buscaba industrializar en tiempo récord el país asiático. "Había demanda de acero y Mao, que era absolutamente incompetente en materia económica, ordenó que toda la población fabricara acero", escribe la autora. De esta forma, por toda China se podían observar pequeños hornos de fundición en los patios traseros de los hogares.
Si bien en un primer momento pareció tener éxito, el Gran Salto Adelante fue todo un salto hacia atrás. "El desperdicio monumental de recursos humanos y naturales que supuso el Gran Salto Adelante fue una causa importante en la hambruna que asoló al país durante cuatro años, desde 1958 hasta 1961", añade Jung Chang. Y es que para pagar el coste de las industrias militares, Mao exportó comida que necesitaba la población china a países como Rusia. Murieron alrededor de 40 millones de personas.
La autora expone que incluso varios miembros de la élite política se vieron afectados por esta hambruna. Ching-ling, quien fuera vicepresidenta de China entre 1949 y 1968, llegó a ordenar matar a una cabra que tenían como mascota para complementar la dieta de su personal.
Varios políticos trataron de posicionarse en contra de Mao y su proyecto. El más destacable fue el mariscal Peng De-huai, el ministro de Defensa. Mao destituyó a Peng de todos sus cargos en el mismo año, y lo condenó a arresto domiciliario.
Revolución cultural
Sin embargo, el proyecto más importante de la China comunista estaba aún por llegar. En la década de los sesenta se inició la Revolución Cultural. Mao trataba de preservar el comunismo y de eliminar todo resquicio capitalista; desde opositores hasta el arte. Se llevó a cabo una "limpieza" de obras que no tuvieran relación con los valores comunistas.
Uno de los objetivos prioritarios de esta revolución fue deshacerse de Liu Shao-qi, quien también era reacio a las políticas de Mao. Según explica la escritora, había conseguido desacelerar su vertiginosa industrialización militar —deteniendo así la hambruna—: "Mao odiaba ver frustrados sus planes y se aseguró de que Liu moría miserablemente en prisión. La señora Liu fue enviada a la cárcel bajo la extravagante acusación de ser 'una espía de la CIA y los nacionalistas'".
Jung Chang declara en el libro que "no había sucedido nada parecido (...) durante las purgas de Stalin, el 'terror blanco' de Chiang Kai-shek o las campañas políticas anteriores del propio Mao".
Estos "años infernales" se calmarían con el paso de los años. El número dos de Mao falleció en un accidente de avión tras discutir con el líder comunista, y este se vio obligado a reincorporar a algunos antiguos funcionarios que habían sido purgados y apartados previamente.
De esta manera, figuras como la de Deng Xiaoping, un antiguo teniente que se negó a las purgas de Mao Zedong, volvió. "La situación se había relajado visiblemente. De hecho, en las altas esferas la Revolución Cultural empezó a ser conocida como el 'holocausto' chino", concreta la autora.
A partir de 1976, en un ambiente político más moderado a los años anteriores, Mao empezó a sufrir del corazón. Iba a cumplir 83 años y a lo largo de esos meses padeció hasta tres ataques al corazón. Murió a las 00:10 horas del 9 de septiembre de 1976.
Mientras Mao Zedong era embalsamado para que su cuerpo fuera expuesto en el Gran Salón del Pueblo, los cuatro asistentes más cercanos a él, fueron arrestados. "Se les culpó de todas las atrocidades de la Revolución Cultural, que llegó oficialmente a su fin", zanja la escritora. Jung Chang vivió de primera mano el comunismo en China, quien trabajó durante aquellos duros años como médica descalza, trabajadora del metal y electricista antes de estudiar inglés y poder impartir clases en la Universidad de Sichuan.