La figura de Felipe II da todavía mucho de qué hablar. Gobernante del imperio más grande jamás existido, solía escudarse asiduamente bajo los muros de palacio. Era un hombre rutinario y obcecado en la religión, aunque también tenía una gran formación humanística.
Entre los años 1574 y 1587, el monarca español recibió un misterioso regalo por parte de Francisco I de Médici. Se trataba de un extraño tablero donde se podían observar hasta 63 casillas, tal y como sucede en el mítico juego de la oca. No obstante, el rey desconocía el funcionamiento de este regalo y mientras indagaba y preguntaba en la corte, seguía sumergido en su obsesión por las reliquias cristianas.
Así, el periodista Carlos Mesa ha impartido, a través de Planeta insólito, una conferencia online en la que ha indagado sobre el origen de este histórico juego de mesa que llegó a las manos de Felipe II y que actualmente toda España conoce. El origen, en relación con el tablero que ha llegado hasta nosotros, se remonta a la época de los templarios.
Durante años, los caballeros templarios, pertenecientes a la Orden del Temple, fueron una de las órdenes militares cristianas más poderosas de la Edad Media. Eran monjes guerreros que defendían a los cristianos que peregrinaban a Jerusalén, Tierra Santa, tras su conquista en la Primera Cruzada en 1099. La orden se había creado entre 1118 y 1119 al ofrecer Hugo de Payns y otros nueve caballeros sus servicios al rey Balduino I de Jerusalén para defender a los soldados que regresaban de las batallas en Oriente.
La orden prosperaba en suelo europeo y, aunque de forma menos numerosa, estuvieron presentes también en Castilla, Portugal y Aragón. Pronto se ganaron una reputación que les caracterizaba por su honestidad y valentía, y comenzaron a recibir donaciones de la nobleza, que a su vez utilizaban para reforzar la seguridad de los peregrinos que emprendían la arriesgada empresa de viajar hasta Jerusalén. Ellos nunca tuvieron ambiciones económicas o ánimo de lucrarse, sino que se debían exclusivamente a los devotos de Dios.
En este sentido, también protegían caminos alternativos como el hoy llamado Camino de Santiago. La tradición cristiana indica que el cadáver del apóstol Santiago el Mayor fue trasladado a Hispania y enterrado en una tumba situada en la actual catedral de Santiago de Compostela. Así comenzaría el culto al apóstol, creando una oleada de peregrinación cristiana cuya tradición se ha mantenido hasta el día de hoy.
Protectores del camino
Los templarios optaron por proteger el sagrado camino y a sus peregrinos. Prueba de ello son las construcciones que se encuentran a lo largo del norte de España, las cuales marcan las rutas posibles del Camino de Santiago. La ermita de Eunate, el puente la Reina, o la iglesia parroquial Rabanal del camino son algunos de los ejemplos que apunta Carlos Mesa.
Pero aquella travesía estaba repleta de peligros. Por ello, elaboraron un tablero con mensajes encriptados que solo ellos eran capaces de entender. De hecho, "la pata de oca viene a representar ese camino y era usado por los Maestros Constructores de las Iglesias y Catedrales, y la podemos encontrar en piedras del camino o muros de grandes construcciones", indica el periodista. Por lo tanto, el juego de la oca para los templarios no era un juego, sino un mapa cifrado del Camino de Santiago, donde los templarios marcaban los lugares que tenían una determinada significación. "Garantizaría la ida y vuelta del peregrino sano y salvo. Podemos considerarlos como una guía", señala el periodista.
Siglos más tarde, este ingenioso tablero se extendió por las monarquías de toda Europa. Sin embargo, y como era evidente, Felipe II desconocía aquellos mensajes encriptados y optó por reformular el significado de aquel código interno. "Aquel tablero se convirtió en el juego de la oca con las reglas que le impuso la corte", concluye Carlos Mesa, quien ha recuperado una tradición que, como sucede muchas veces, se desconoce su verdadera procedencia.