El gran año de las series españolas debía culminarse con el estreno de una producción muy esperada sobre una figura emblemática —y legendaria— de la historia de España: Rodrigo Díaz de Vivar. Pero la crítica no ha sido nada benévola con El Cid, disponible en Amazon Prime Video desde este viernes, que en los cinco episodios de su primera temporada ficciona la juventud del Campeador como escudero en la corte del rey Fernando I de Castilla y ese mundo complejo, de fronteras permeables con multitud de reinos —cristianos y musulmanes— y personajes, de la Península Ibérica del siglo XI.
No es ni de lejos la serie histórica más recomendable —es un Juego de Tronos a la española bastante flojo en todos los sentidos (tramas, diálogos, interpretaciones) y con apuestas que chirrían, como el uso de un castellano totalmente actual, con tuteo incluido—, pero sí puede tener un punto fuerte: ayudar a desmitificar la leyenda del Cid, a enterrar todas las apropiaciones y reinterpretaciones en torno a su figura de los últimos siglos, y mostrar lo que realmente fue, un valeroso y pragmático caballero de carne y hueso.
Aunque se trate de un producto de ficción, con las licencias que ello implica, la serie contiene un motón de invenciones e imprecisiones históricas que es necesario analizar para obtener una imagen más profunda de un personaje tan capital como Ruy Díaz, interpretado por Jaime Lorente. David Porrinas González, autor del exitoso El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra (Desperta Ferro), la mejor biografía publicada sobre el hombre real, desvela esos episodios ficcionados —y lo que más le ha gustado— en una charla con este periódico. (A partir de aquí, spoilers).
El punto de partida del drama es la batalla de Atapuerca (1054), que enfrentó a Fernando I de Castilla contra su hermano Sancho III de Pamplona, quien resultaría muerto. El monarca castellano amplió así los dominios de su reino, que también incluía León —en 1037, el soberano leonés Bermudo III falleció en la batalla de Tamarón, y los derechos al trono pasaron a su hermana Sancha, esposa de Fernando, pero en esa época las mujeres no podían gobernar—.
En la serie, Diego Laínez —también puede encontrarse como Flaínez—, el progenitor de Rodrigo Díaz, fallece en Atapuerca, e incluso se sugiere que pudo ser el hombre que mató a Sancho III. "Del padre no sabemos prácticamente nada, solo que era un caballero que Fernando I destacó en la frontera para luchar con los navarros y que conquista una serie de fortalezas", explica Porrinas, doctor en Historia Medieval por la Universidad de Extremadura. No obstante, reconoce que su participación en esa batalla es una "suposición muy posible".
La infancia y adolescencia de Rodrigo Díaz son periodos de su vida bastante desconocidos, pero en algún momento llegó a la corte regia de León, donde fue educado y se convirtió en el escudero del infante Sancho, el heredero al trono. Una de las principales tramas de la serie es la conspiración que se urde en la capital del reino para asesinar a Fernando I. Sus principales artífices son el conde Flaín, encarnado por Carlos Bardem, la reina Sancha (Elia Galera) y el obispo Bernardo (Juan Echanove). Una verdad a medias.
"Flaín Fernández existió, fue uno de los vasallos fuertes de Bermudo III y protagonizó rebeliones contra Fernando I. En el momento que se ambienta la serie hay documentación sobre una de ellas", revela Porrinas. "Esta familia es una de las que más resistencia ofrece al rey castellano porque lo ven como un advenedizo, un extranjero pamplonés que se había convertido en rey de León por la batalla de Tamarón". Las imprecisiones se hallan en la ficticia participación de Sancha en estas conspiraciones y en la presencia del obispo, un personaje inventado, de ideología cluniacense y partidario de la "guerra santa" contra los musulmanes, que recuerda al más tardío Bernardo de Sédirac, integrado hacia 1080 en la corte de Alfonso VI, según el historiador.
La presencia en la serie de un abuelo de Rodrigo Díaz que mantiene buenas relaciones con el conde Flaín entronca con una teoría sugerida por la historiadora Margarita Torres: que el Cid podría estar vinculado con los Flaínez a través de una rama secundaria. Su hipotético tío, Fernando Flaínez, y padre del conde Flaín, también se habría declarado en rebeldía contra Fernando tras la muerte de Bermudo III. ¿Apoyó Diego, el padre del legendario caballero, la causa de su hermano? Los expertos barajan la posibilidad de que el niño Rodrigo fuese enviado a León para garantizar la fidelidad de un progenitor con un pasado insurrecto. Pero no hay nada seguro.
Campeador y emblemas
Otro de los personajes inventados es el de Orduño, inspirado, sin embargo, en el conde García Ordóñez, al que vence el Cid en la batalla de Cabra (1079). Escudero del futuro Alfonso VI en la serie e interpretado por Pablo Álvarez, Rodrigo le propina un puñetazo que le rompe un diente y en una escena posterior sus amigos aparecen mofándose. Las fuentes musulmanas se refieren al también señor de Nájera —que no era hijo del conde Flaín— como "bocatuerta".
El punto álgido de esta primera temporada de El Cid es la batalla de Graus (1063), un choque entre una coalición castellano-musulmana liderada por el infante Sancho II (Francisco Ortiz) y al-Muqtádir, el rey de la taifa de Zaragoza, y las tropas de Ramiro I de Aragón, otro hermano de Fernando I que moriría en ese lance. La ficción juega con que ese enfrentamiento doctoró a Rodrigo Díaz y le valió el apelativo de Campeador. Pero es posible que el joven ni si quiera combatiese al lado de su señor.
"No está claro del todo", comenta David Porrinas. "La Historia Roderici, la fuente cristiana más histórica para el personaje, así lo afirma, pero no quiere decir que fuese así. Lo que está claro es que ahí no se ganó el apelativo de Campeador. Según algunos textos empezó a llamársele así por su capacidad de vencer en los duelos de campeones —ganó dos: uno a un caballero pamplonés y otro a un musulmán de Medinaceli—; otros indican que fue a partir de la batalla de Cabra".
Lo que más le ha gustado de la serie al experto cidiano es el retrato que se hace de la infanta Urraca (Alicia Sanz), "un personaje muy maltratado por la historia y que tuvo mucha ascendencia sobre su hermano Alfonso". Sin embargo, en esta adaptación cañí de Juego de Tronos, la futura reina de León es dibujada como la envenenadora de su padre. Nada más lejos de realidad. A Porrinas también le parece acertada la caracterización de los musulmanes como un pueblo avanzado en ciencia y en conocimientos médicos, y el contraste estético y de limpieza con los cristianos, que es patente en las fuentes árabes: "Señalan su gran valor militar y su falta de higiene".
Más imprecisiones históricas que aparecen en la serie tienen que ver con el uso de una ballesta de estribo, generalizada a partir de mediados del siglo XII; la celebración de una justa, un espectáculo caballeresco que no se había implantado en tiempos del Cid; y los estandartes. "En ese momento no están documentados los emblemas heráldicos de casas reales", dice Porrinas. El león púrpura sobre fondo plata no aparece hasta el reinado de Alfonso VII, nieto de Alfonso VI; y el castillo en oro sobre fondo en gules se implantó hacia 1170, en tiempos de Alfonso VIII, por influjo de su esposa Leonor Plantagenet.
Otro elemento polémico y muy comentado en redes sociales ha sido la espada que Rodrigo Díaz empuña en la serie, que guarda enorme parecido con la Joyosa de Carlomagno. El historiador, que ha escrito un blog analizando la serie en la página de Desperta Ferro, resta importancia a este detalle: "La Tizona asociada al Cid es una espada del siglo XV con empuñadura del XVI. Al menos la que han utilizado es del siglo XIII, que podría recordar a alguna del XI".
Analizando los cinco capítulos en su conjunto, el doctor en Historia ve una "contextualización necesaria" por la complejidad del mundo peninsular de ese momento. "A algunos espectadores esta primera temporada les habrá resultado algo lenta, pero seguro que partir de la segunda viene la acción, con la guerra entre los hijos de Fernando I. Queda todo sobre la vida del Cid", cierra Porrinas.