La venganza de Hernán Cortés por el sacrificio de sus hombres: mató a mujeres y niños indígenas
Una caravana castellana de medio millar de personas fue aniquilada en 1521 en Zultépec-Tecoaque. Las represalias arrasaron el poblado de los acolhuas. Dos decenas de cadáveres acaban de ser hallados.
19 enero, 2021 12:38Noticias relacionadas
A finales de mayo de 1520, las fuerzas de Hernán Cortés derrotaron en Cempoala a la expedición liderada por Pánfilo de Narváez, quien había sido seleccionado por el gobernador de Cuba para arrestar o dar muerte al recién nombrado capitán general de la Nueva España. Casi al mismo tiempo, en Tenochtitlán, capital del Imperio mexica, se registró una rebelión y ataque contra la fortaleza española como consecuencias de las matanzas ordenadas por Pedro de Alvarado. La paz con Moctezuma se había roto y los acontecimientos se precipitarían hasta la llamada Noche Triste.
Cortés se apresó en regresar a Tenochtitlán para manejar en persona la situación, pero antes envió como avanzadilla y para transportar enfermos y bienes una caravana de medio millar de personas —cinco soldados a caballo, 45 a pie, diez niños y cincuenta mujeres, además de un contingente de unos 350 indígenas aliados y taínos de las Antillas—. Sin embargo, nunca llegarían a la capital azteca. A la altura de Zultépec, a unos 60 kilómetros al este de la actual Ciudad de México, fueron sorprendidos y apresados por los miembros del pueblo acolhua.
En los meses siguientes, todos los integrantes de la expedición castellana fueron sacrificados atrozmente y ofrendados a las divinidades prehispánicas. Fue una auténtica carnicería —de hecho, el sitio comenzó a ser nombrado en lengua náhuatl como Tecoaque, "donde se los comieron"— que reflejaron las crónicas de Indias y que ha confirmado la arqueología en las últimas décadas. Los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han hallado algunos de los cráneos de los castellanos desmembrados y los recintos en los que fueron encerrados.
Hernán Cortés, enterado de la agresión sufrida por sus hombres, entró en cólera y ordenó a su alguacil mayor Gonzalo de Sandoval dirigir una operación de represalia contra los acolhuas, aliados de los mexicas. Según relató el propio conquistador en sus Cartas de relación, sus hombres encontraron en una pared blanca, inscrita con carbón, el testimonio de uno de los cinco hidalgos que iban a caballo: "Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Yuste". Sabedores del inminente contraataque, los nativos se habían fortificado levantando muros y apresurado en esconder en los aljibes los objetos personales y los huesos de los sacrificados, que fueron modificados a modo de trofeo.
No fue suficiente para atenuar la ira española: la destrucción del poblado, que pudo alcanzar unas cinco mil personas con gente desplazada desde Tenochtitlán para participar en los salvajes rituales, se registró a principios de 1521, hace exactamente cinco siglos. Ahora, los arqueólogos del INAH acaban de descubrir dos decenas de cadáveres de mujeres y niños acolhuas. Es el testimonio material de la venganza acometida por los 15 jinetes y 200 infantes de Gonzalo de Sandoval.
Esculturas decapitadas
"Alcanzaron a huir algunos guerreros que se mantenían en el pueblo, pero quedaron mujeres y niños, que fueron las principales víctimas, como hemos podido constatar en un tramo de 120 metros de la calzada, con el hallazgo de una decena de osamentas de individuos del sexo femenino, que aparecieron 'protegiendo' los restos de diez infantes de entre cinco y seis años de edad, cuyo sexo no se ha podido determinar", explica Enrique Martínez Vargas, responsable de las excavaciones.
Y añade: "La disposición de los entierros sugiere que las personas estaban en plena huida, fueron masacradas y sepultadas de manera improvisada. Las mujeres y niños que se mantuvieron resguardados en sus aposentos fueron a su vez mutilados, como lo evidenció la recuperación de huesos cercenados en el piso de las habitaciones. Los templos también fueron incendiados y las esculturas de dioses, decapitadas; así se destruyó este sitio que representó una resistencia para Cortés".
La doble cara de la conquista de México y sus aspectos más debatidos convergen en Zultépec-Tecoaque, escenario de los sangrientos rituales indígenas —las cabezas de los castellanos fueron colgadas, a sus huesos se les quitó la carne para comérsela, mujeres embarazadas y niños fueron desmembrados...— y de los efectos de la superioridad militar española, que no tuvo piedad. Una historia cargada de horror que ha salido a la luz gracias a la arqueología.