Los elefantes de Soria que acabaron en EEUU por 65.000 ptas: el expolio de la ermita de San Baudelio
Casi 100 años después de la pérdida de una de las mayores joyas del románico español, el Metropolitan Museum de Nueva York sigue sin devolver a San Baudelio de Berlanga sus pinturas.
23 junio, 2021 02:26Noticias relacionadas
El siglo XX abrió un apetito voraz por el arte medieval entre las grandes fortunas del Nuevo Mundo. Nombres de grandes empresarios como J. P. Morgan o William Randolph Hearst coparían durante años los sueños de expoliadores y anticuarios europeos por igual. Así se paseaba el Ciudadano Kane de Orson Welles por un Xanadú repleto de vestigios históricos y artefactos de la historia de otros, en un pastiche que compensaba la juventud de Estados Unidos.
España, mientras tanto, se recuperaba de la pérdida de sus colonias y de una situación política cada vez más convulsa. Con un patrimonio histórico inabarcable y sin planes viables para poder dar cabida a su conservación, se abría un terreno virgen sobre el que estos acaparadores actuaron con total impunidad.
De Soria a Nueva York
A principios de la década de los años veinte del siglo pasado, Soria tuvo la mala suerte de que el coleccionista Gabriel Dereppe pusiese los ojos sobre una de sus numerosas ermitas románicas, San Baudelio de Berlanga. Una sola fotografía de sus pinturas murales convenció a J. Demotte, cliente de Dereppe, para que el multimillonario dispusiese parte de su fortuna para desmontar el monumento y subastarlo entre las grandes fortunas de Estados Unidos.
La ermita mozárabe representa uno de los mejores ejemplos del arte medieval castellano. En sus paredes se encaraman magníficas figuras policromadas de jirafas, camellos e incluso elefantes con ciudades en sus costados. Un oasis en medio de la estepa soriana con un impresionante pilar apalmerado en su centro de casi un metro de diámetro, y en cuyo capitel se decía que pasaban las noches los catecúmenos en oscuros y antiguos ritos cristianos.
En 1922, San Baudelio vio cómo tras cientos de años de descanso, el preparado de cartílagos del strappo, la técnica para desmontar pinturas murales, le arrancaba a sus magníficos animales uno a uno. Las paredes desnudas fueron descubiertas a la mañana siguiente por Zacarías García, el vigilante del conjunto, que mandó inmediatamente un telegrama al entonces director del Museo Numantino, Blas Taracena: "Sustracción total pinturas. García".
El edificio pertenecía en aquel entonces a algunas familias de la localidad de Casillas de Berlanga. Solo fueron necesarias 65.000 pesetas para comprar el conjunto y desmontarlo para su viaje a Estados Unidos. Ajustando la inflación de la época la cifra oscilaría en torno a siete millones de dólares actuales, un precio irrisorio.
Un monumento olvidado
El encargado de actuar como intermediario fue Leone Leví, un anticuario de Barcelona que se interesó por el conjunto cuando nadie más lo hacía, una ventaja que le permitió poner al monumento un precio tan bajo. El propio arquitecto y arqueólogo Leopoldo Torrés Ballás, uno de los mayores exponentes en la conservación del patrimonio monumental español, escribió años más tarde sobre el conjunto: "No se hablaba de San Baudelio ni en Madrid".
Hay que remontarse hasta 1907 para que el monumento acapare las páginas del XV boletín de la Sociedad Española de Excursiones. El número señalaba a Teodoro Ramírez como una de las primeras "personas inteligentes que lo vio", una ermita que ya a principios de siglo se describía como "monumento ignorado".
La falta de interés viró rápidamente cuando los planes se hicieron públicos y numerosas personalidades artísticas y literarias españolas hicieron pública su denuncia. En 1925, la noticia llevó a juicio a Leone Leví en un proceso contencioso-administrativo en el que el Tribunal Supremo le acabó dando la razón a los compradores.
Las pinturas fueron empaquetadas y enviadas primero a Londres y más tarde a Estados Unidos, donde las 23 piezas fueron repartidas entre el Metropolitan Museum of Art, el museo Cloisters de Nueva York, el Cincinnati Art Museum y el Museo de Arte de Indianápolis.
En 1957, con las buenas relaciones que el franquismo empezaba a estrechar con Estados Unidos, el MET y El Prado llegaron a un acuerdo para intercambiar las pinturas de San Baudelio por otro monumento con el que engrosar las arcas de la institución neoyorquina. El elegido en este caso fue el ábside románico de la iglesia de San Martín de Fuentidueña, en Segovia, que también fue desmontado piedra a piedra, empaquetado y enviado al museo estadounidense.
Sin embargo, solo seis de las 23 pinturas murales regresaron a nuestro país, hoy visibles en las plantas inferiores del Museo del Prado, donde una reproducción del interior de la ermita intenta guiar a los visitantes por la zona cero de un expolio que no parece tener solución alguna a la vista.
Un patrimonio expuesto
La lección de lo ocurrido en San Baudelio de Berlanga sirvió a las autoridades españolas para crear las primeras leyes en defensa del patrimonio artístico. La Ley de Monumentos, creada en 1915 y vigente durante el caso de la ermita mozárabe, resultó ser insuficiente para la protección de los conjuntos artísticos nacionales.
Solo 20 días después del bochornoso episodio y de que los tribunales fallasen a favor de los compradores, el 15 de agosto de 1926, se publicó el Real Decreto-Ley del Tesoro Artístico Arqueológico Nacional, una ley pionera que ponía límites a la compra y rédito de la riqueza patrimonial sin importar su titularidad.
En el año 2002, parte de las pinturas murales fueron devueltas a su localización original y en octubre de ese mismo año se dieron allí cita distintos representantes de la vida política y cultural española para asistir a una misa mozárabe.
Ahora, casi cien años después de su expolio, el Museo Metropolitano de Nueva York trabaja para inaugurar a finales de agosto una exposición en honor de la "convivencia entre culturas" durante la Baja Edad Media en España. Una muestra en la que las pinturas de San Baudelio estarán presentes, así como otras cedidas desde instituciones españolas. Un asunto que parece completamente olvidado y que no da muestras de que pueda realmente devolver el patrimonio perdido a nuestro país.
Gerardo Diego, el poeta de la Generación del 27, también visitó San Baudelio y dejó cuenta de sus muros vacíos en un poema que se enmarcaba en las palabras: "Yo los vi / Los elefantes / Ya no están y estaban antes".